por Juan Carlos Hidalgo
Juan Carlos Hidalgo es Analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute.
Hugo Chávez podrá haber muerto, pero su legado de nacionalismo económico y autoritarismo político perdurarán en Venezuela por muchos años.
Es difícil determinar aún la magnitud de los daños. Venezuela, que
otrora fue una de las pocas democracias —aunque imperfecta— en una
región plagada de dictaduras militares, ahora se encuentra en el sótano
de los principales indicadores latinoamericanos sobre calidad
institucional y libertades políticas y civiles. Irónicamente, Chávez
utilizó elecciones, plebiscitos y tecnicismos legales para destruir
instituciones democráticas vitales, como la separación de poderes y la independencia de la prensa. Este modelo luego sería replicado en Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Chávez lo llamó “Socialismo del Siglo XXI”,
aunque sus principales características —liderazgo mesiánico, control
estatal de industrias clave y represión política— se asemejan más al fascismo.
El tejido social de Venezuela requerirá de años, sino décadas, para
recuperarse. De acuerdo a Transparencia Internacional, es la nación más
corrupta de América Latina. También es uno de los países más violentos
del mundo, con una impactante tasa de 73 homicidios por cada 100.000
habitantes.
Y es fácil vislumbrar cómo la situación podría empeorar aún más tras
la muerte de Chávez. El gobierno ha armado y entrenado a por lo menos
25.000 milicianos cuyo objetivo último es “defender la revolución”.
Ninguno de los potenciales sucesores de Chávez, empezando por el
vicepresidente Nicolás Maduro, parece contar con la
simpatía o la lealtad absoluta de estos chavistas fanáticos. Facciones
bolivarianas radicales armadas con rifles de asalto rusos podrían
perpetrar aún más violencia en los próximos meses, especialmente si la
oposición se alzase con el triunfo en la elección presidencial
adelantada. Lamentablemente, el profundo odio y desconfianza que ha
dividido a la sociedad venezolana entre seguidores y opositores de Hugo
Chávez permanecerá mucho después de su muerte.
La economía venezolana es una de las principales víctimas de Chávez. El último informe anual de Libertad Económica en el Mundo
publicado por el Fraser Institute ubica a Venezuela como la economía
menos libre de las 144 naciones analizadas. El país sufre de escasez
crónica de electricidad y productos básicos. La inflación
está entre las más altas del mundo. La infraestructura de Venezuela
está literalmente cayéndose a pedazos luego de años de abandono, y su
capacidad industrial y agrícola ha sido diezmada tras cientos de
expropiaciones y nacionalizaciones. El país ahora importa el 70 por
ciento de sus alimentos y el petróleo constituye un 95 por ciento de lo
que recauda en exportaciones. El bolívar fuerte fue devaluado en un 32
por ciento hace unas semanas luego que una vorágine de gasto público
antes de la elección presidencial de octubre dejara un enorme déficit
fiscal del 8,5 por ciento del PIB. Y puede que eso no sea suficiente: el
dólar se cotiza en el mercado negro a más de tres veces el valor del
nuevo tipo de cambio oficial. Es decir, una devaluación todavía más
significativa se ve venir en el futuro cercano.
Chávez no habría podido implementar su agenda populista si no hubiera
sido por el petróleo, cuyos ingresos algunos estiman en $980.000
millones durante sus 14 años de gobierno. Alrededor de un tercio se
gastó en programas sociales —esto explica su genuina popularidad entre
los pobres. Pero el resto fue dilapidado en dudosas inversiones o se
destinó a inflar las cuentas bancarias de una nueva clase privilegiada
cuyos miembros ahora son conocidos como los “boligarcas” debido a la
espectacular manera en que han prosperado gracias a la denominada
revolución bolivariana. Decenas de miles de millones de dólares también
fueron utilizados para impulsar sus ambiciones regionales, financiando
partidos políticos, gobiernos e incluso guerrillas de extrema izquierda
en América Latina.
Los estados cliente de Venezuela sufrirán en diferente grado la
partida de Chávez. Sin su masivo subsidio petrolero y otros regalos que
recibe de Venezuela —que equivalen a aproximadamente un 6 por ciento de
su PIB— la extremadamente vulnerable economía de Cuba podría
hacer implosión. Ya que esto puede poner en riesgo la continuidad de la
dictadura de los Castro, el gobierno de La Habana está jugando un papel
decisivo en decidir quién reemplazará a Chávez y cómo se llevará a cabo
la sucesión. Otros aliados regionales como Argentina, Nicaragua,
Ecuador y Bolivia podrían también enfrentar recortes en asistencia
económica, aunque no lo suficientemente significativos como para
arriesgar la permanencia en el poder de sus respectivos líderes. Sin
embargo, no hay duda que la importante amenaza que en su momento
representó el populismo de izquierda en América Latina se verá
disminuida por la ausencia de la billetera y el carisma de Chávez— y
también por el evidente desastre que dejó tras su paso.
En el recuento final, la historia recordará a Hugo Chávez como un
caudillo autoritario cuyas políticas retrocedieron el desarrollo y las
instituciones venezolanas por décadas. Mientras más rápido Venezuela y
América Latina pasen la página, mejor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario