Leo Zuckermann
A toro pasado, es decir, una vez arrestada Gordillo, los
maestros entendieron el mensaje del gobierno y rápidamente se le
voltearon.
La encuesta de Ulises Beltrán publicada ayer en Excélsior muestra el apoyo real de Gordillo entre una muestra representativa de maestros con teléfono. El 80% de los profesores dice estar de acuerdo con la detención de Elba Esther. El 80% cree que la líder es culpable de los delitos por los que el gobierno la está acusando. El 74% piensa que, como dirigente, Gordillo defendía poco o nada los intereses de los trabajadores. El 66% de los maestros tiene una opinión mala o muy mala de ella. Si uno agrega estos resultados, a grandes rasgos hay 20% de los maestros que apoyan a Gordillo y el resto, es decir, un impresionante 80% la rechaza.
¿Qué nos dicen estos porcentajes?
Uno podría decir que Elba Esther en realidad tenía un apoyo minoritario de una quinta parte de los maestros. Puede ser. Pero otra posible interpretación es que, a toro pasado, es decir, una vez arrestada Gordillo, los maestros entendieron el mensaje del gobierno y rápidamente se le voltearon. Como dice Héctor Aguilar Camín, el SNTE es un animal político del sistema: está con el dirigente que cuenta con el apoyo del gobierno. Si el Presidente en turno le retira la interlocución y capacidad negociadora al líder magisterial en turno para otorgárselo a otro, los maestros se acomodan y ya. La nula reacción de los docentes después de la aprehensión de Gordillo, más la encuesta de Beltrán, parecería darle la razón a este argumento.
Ahora bien, esto no quiere decir que el gobierno puede mangonear a su gusto al SNTE. Por el contrario, los maestros son un gremio muy politizado que sabe el valor de la negociación política. Es a lo que le está apostando el nuevo líder del SNTE, Juan Díaz de la Torre. Al asumir su puesto, con el apoyo indudable del gobierno de Peña Nieto, conminó a los maestros a prepararse para una larga lucha en cuanto a la reforma educativa pero “sin estridencias ni protagonismos”. La referencia a Gordillo es clarísima. Elba Esther, con la hubris que la caracterizaba, se había convertido en un fardo no sólo para el patrón de las escuelas públicas, es decir el gobierno, sino para los propios trabajadores a quienes les interesa, con razón, la defensa de sus derechos laborales.
El gobierno de Peña Nieto ha pasado dos aduanas importantes en el camino de una verdadera reforma educativa en México: las enmiendas constitucionales y la neutralización de una líder magisterial que a todos estorbaba. Pero ahora viene la aduana más importante: la ley secundaria y las reglas de operación para mejorar las escuelas públicas. Hay que hacer realidad que la evaluación de los maestros sea la herramienta central para premiar a los buenos docentes y castigar a los malos. Éste es uno de los preceptos centrales de la reforma. Así lo quiere el gobierno. Falta convencer al SNTE para que acepte esta visión en reglas operativas donde podamos atestiguar que los buenos maestros puedan convertirse en directores de la escuela y los malos, si reiteradamente siguen reprobando en sus evaluaciones, sean despedidos.
¿Acaso es mucho pedir? ¿No se lo merecen los niños de México? ¿No es lo que queremos los que pagamos la educación pública con nuestros impuestos? Ojalá así lo vea Juan Díaz de la Torre: que tenga ánimo de negociar por el bien de la enseñanza defendiendo los intereses sindicales de los maestros. Y lo haga, como lo prometió, sin estridencias ni protagonismos, como sí lo hizo la reina del bluf durante tantos años.
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