12 marzo, 2013

En dirección correcta



En dirección correcta

El anuncio de ayer, que reforma la legislación de telecomunicaciones, es una demostración más de que los intereses que se creían intocables tienen que entender que vivimos otros tiempos.
El presidente Enrique Peña Nieto va de sorpresa en sorpresa. Apenas se digiere una, cuando ya se está anunciando la otra. Y eso es muy bueno. 
El mensaje que se envía es que el nuevo gobierno tiene urgencia y estrategia para concretar lo necesario.  Modificar el rumbo y aprovechar el llamado MeMo (Mexican Moment) del que tanto se habla en el extranjero. 
El anuncio de ayer, que reforma la legislación de telecomunicaciones, es una demostración más de que los intereses que se creían intocables tienen que entender que vivimos otros tiempos.

En la forma, el anuncio hecho en el marco del Pacto por México deja en claro que si bien es una iniciativa presidencial, también es cierto que viene impulsada y avalada por los partidos políticos. Es una propuesta ecuménica.



En el fondo hay que reconocer que en lo general apunta en la dirección correcta. Impedir que prevalezca la concentración de la radio, la televisión y la telefonía en unas cuantas manos, buscando ampliar la competencia y con ello las opciones de mejor precio y servicio para los consumidores.



Sin ser focos rojos, más bien amarillos, se tendrían que evaluar de cerca dos puntos cruciales. El primero, quiénes serán los nuevos concesionarios. Y el segundo, si es conveniente o no aceptar el 100 por ciento de la inversión extranjera en telefonía.



De la primera, dicen los que saben que se encargará el nuevo Ifetel, que confiamos no termine partidizado. 



La preocupación de fondo es si los nuevos jugadores que licitarán vendrán del campo político, del mediático o del ciudadano. Ojalá que hayamos aprendido de las fallidas privatizaciones del pasado.



Del segundo cuestionamiento, baste recordar que ya cedimos el control nacional sobre la banca, las acereras, las cerveceras y las mexicanísimas tequileras, por citar algunos casos de soberanía perdida. 



¿Vale la pena ceder la telefonía, la fija y la móvil, a manos completamente extranjeras? ¿Podría un mexicano ir a Estados Unidos a comprar el 100 por ciento de ATT o a España a hacer un take over sobre Telefónica?



Pero por encima de todo lo dicho, el anuncio de ayer deja bien abierta la puerta para reconvertir las regulaciones de otros sectores que exhiben concentraciones excesivas. La minería, por ejemplo.



Que no se pierdan de vista las modificaciones constitucionales obligadas para poner en marcha la nueva ley de las telecomunicaciones. Por ahí se asomará lo que sigue. 

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