REFLEXIONES LIBERTARIAS
FRANCISCO I ¿PAPA REFORMADOR?
Ricardo Valenzuela
Habemos Papam, escuchó el mundo cuando Francisco I
emergía al balcón para dar su primera bendición al gran rebaño de católicos. Si
hay algún sector de ese rebaño que con ansias esperábamos ese momento, éramos
los católicos liberales. Yo esperaba un Papa más joven, de mente más abierta,
dispuesto a reformar la iglesia milenaria. Un Papa que rompiera con los
esquemas que han identificado a la iglesia católica como enemiga de los
mercados libres y del capitalismo, el único antídoto contra la pobreza que tanto
les preocupa.
Antecedentes:
Hace 2000 años apareció sobre
la faz de la tierra el primer libertario de la historia, Jesús de Nazaret. La
tradición nos dice que Jesucristo vino al mundo para la redención del hombre.
Lo que omiten decirnos es que su cruzada fue para liberar al hombre de las
cadenas impuestas por Reyes, déspotas y tiranos. La Biblia es la referencia más
clara de la moralidad de los gobiernos. El libro de Samuel relata cómo el
pueblo de Israel acudió a Dios exigiéndole un Rey, y Dios le describe el
escenario que tendría ese pueblo con un Monarca:
“Y el Señor le dice a Samuel;
tu gente me ha rechazado y ya no reinaré sobre ellos. Les daré un Rey y él
reclutará a sus hijos para hacerlos soldados de su caballería, otros montarán
sus carruajes de guerra. Los hará Capitanes con autoridad sobre miles, pero
para cuidar sus tierras, recoger sus cosechas y los hará instrumentos de
guerra.”
“Tomará a tus hijas como sus
sirvientas. Les arrebatará sus campos, sus viñedos, sus animales para dárselos
a sus amigos y sirvientes. Tomará una tercera parte de sus cosechas para
dárselo a sus oficiales. Reclutará a los jóvenes, dispondrá de sus animales,
sus herramientas para que trabajen para él. Tomará una tercera parte de sus
ovejas. Al final todos serán sus esclavos. Luego llegará el día en que llorarán
ante la opresión, pero yo no los escucharé.”
Pero el pueblo de Israel
ignoró el menaje y escogieron un Rey para que los juzgara, los representara,
los protegiera y peleara sus batallas. Nacía así la autoridad tiránica de los
Reyes. La advertencia del Señor se convirtió en dolorosa realidad por lo cual
Jesucristo apareció sobre la faz de la tierra en medio de un mundo de opresión
y esclavitud. Jesucristo fue el primer insurgente retando la autoridad de los
tiranos.
Sin embargo, la iglesia
fundada por Jesús, establecía una sociedad con los Monarcas que dominaría el
mundo durante 16 siglos. Los conceptos de libertad por los que Jesucristo
murió, fueron olvidados para establecer la tiranía de la iglesia, hasta que
fuera cimbrada por la rebelión de Martín Lutero. El movimiento de Reforma
aceptaba las ideas de libertad económica y política que florecerían en las
mentes de hombres como Adam Smith y John Locke, afirmando los derechos
naturales del hombre provienen de Dios, no del Rey. Estas ideas daban vida a
dos eventos que cambiarían el destino de la humanidad: El nacimiento de los EU
y la Revolución Industrial.
América Latina.
Pero España las rechazaría
prohibiendo, inclusive, la lectura de “La Riqueza de las Naciones” bajo pena de
muerte luego de comparecer ante la sagrada inquisición y, de esa forma, daba
vida a un nuevo estilo de gobierno que plantaba en sus colonias; la sociedad
cerrada. Una sociedad no en busca de utilidades, sino rentas, subsidios y
privilegios de parte del gobierno. Siendo los regalos del gobierno más
atractivos que las utilidades, la sociedad se organizó alrededor de los
beneficios políticos y no la eficiencia económica. Ese ha sido nuestro esquema
durante siglos y el cual se trató de modificar Juan Pablo II, provocando el
fiero contraataque del establishment.
¿Tenemos esperanza los
católicos de América Latina? Tal vez; España, como la borriquita, da dos pasos
pa delante y 24 para atrás. Tenemos ya el ejemplo de Chile. Pero durante siglos
hemos esperado que la iglesia católica, la gran influencia en nuestro estado
mental y cultural, abrazara esas ideas de libertad que tanto han beneficiado a
los países desarrollados. Juan Pablo II fue el hombre que iniciara un gran
movimiento de reforma pero, cuando los años lo cansaban, su obra fue detenida.
Ahora tenemos un Papa
latinoamericano y tal vez podamos pensar en que la iglesia finalmente asuma su
papel de moldeadora de las conciencias regionales, tan oxidadas y domesticadas
que no reclaman su libertad más que por las vías equivocadas, como el Peje,
Venezuela y el resto de mulas guaquilarianas espantadas.
Sin embargo, hace poco más de un año Alberto Benegas
Lynch, gran pensador argentino, escribió un artículo en el cual describía la
visión económica del entonces Arzobispo de Buenos Aires. Vale la pena destacar
este revelador fragmento, donde se detectan en el pensamiento del nuevo Papa
algunas populares confusiones en cuanto a conceptos de economía y derecho:
“La crisis económico-social y el consiguiente aumento de la pobreza
tiene sus causas en políticas inspiradas en formas de neoliberalismo que
consideran las ganancias y las leyes de mercado como parámetros absolutos en
detrimento de la dignidad de las personas y de los pueblos. Reiteramos la
convicción de que la pérdida del sentido de la justicia y la falta de respeto
hacia los demás se han agudizado y nos han llevado a una situación de
inequidad”.
Más adelante subrayó la importancia de la “justicia social”, la
“igualdad de oportunidades”, el daño de las “transferencias de capitales al
extranjero”, debe exigirse la “distribución de la riqueza”, señaló los
perjuicios de las desigualdades patrimoniales y la necesidad de “evitar que el
empleo de recursos financieros esté moldeado por la especulación”, todo en el
contexto de que la “deuda social” —que a su juicio reviste carácter
eminentemente “moral”— consiste en reformar “las estructuras económicas” en el
sentido antes expresado.
El resto del artículo de Benegas Lynch despeja varias de estas
confusiones. Él reconoce que “No hay duda de las buenas intenciones del
Arzobispo y de su genuino interés por resolver el tema de la pobreza, lo cual
es compartido por toda persona de bien. Desafortunadamente, lo que propone,
lejos de mitigar el problema, lo agravan en grado sumo. En estas materias y en
muchas otras, las intenciones más puras resultan irrelevantes, lo que importa
son los resultados”.
Si Francisco I llega a entender que, como afirma Lorenzo Meyer, la mejor
arma contra la pobreza es un buen sueldo y, sobre todo, que eso sólo lo pueden
crear los empresarios libres, en una economía desburocratizada, bajo el estado
de derecho, tendremos un aliado.
Pero el nuevo Papa es jesuita y me viene a la mente la nefasta
influencia jesuita en toda América Latina, en donde se les concede la autoría
de gran parte de las guerrillas marxistas. Sin embargo, Francisco I ha sido
gran crítico de la Teología de la Liberación, el marxismo religioso. Entonces,
tenemos señales confusas pero cuando menos yo, estoy dispuesto a darle el
beneficio de la duda.
1 comentario:
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