La Santa Mafia
El Papa Juan Pablo I, “El Papa sonriente”, fue envenenado a los 33 días
de haber sido entronizado al pretender ejecutar reformas a fondo en el seno de
la Iglesia Católica
Los purpurados, unos facinerosos,
adujeron un ataque al corazón como causa del deceso, sin embargo, “no se
apreció lucha contra la muerte”, “no se practicó autopsia”, en tanto los
informes relativos al hallazgo del cadáver, así como la posición en la que se
encontraba, fueron contradictorios.
Unas fuentes precisaban que en el momento de su muerte,
Juan Pablo I sostenía unas cuantas hojas de papel, en las que habría escrito la
reorganización y el cambio del poder dentro del Vaticano y dormía plácidamente
con una sonrisa beatífica, como si en el momento de un infarto masivo la
desesperación por asfixia no produjera un enorme desorden de sábanas en la
cama.
El expediente se cerró para siempre, de la misma manera
en que se dio un sonoro carpetazo que impidió investigar la “Ruta de las
Ratas”, la estrategia urdida por Pío XII para auxiliar a miles de nazis a huir
a Argentina a cambio del dinero de los judíos antes de ser gaseados con la
bendición del “Santo Padre Pacelli”.
Juan Pablo I pretendía reestructurar el Instituto para
Obras de Religión (IOR) o Banco Vaticano, a cargo del obispo Paul C. Marcinkus,
un férreo opositor de Juan Pablo I, cuya elección calificó como “Un descuido
del Espíritu Santo…” Marcinkus, otro jerarca mafioso, odiaba al nuevo Papa porque
este había descubierto un gigantesco fraude multimillonario en la venta del Banco Católico del Véneto, que el
heredero de San Pedro no iba a pasar por alto.
¿Conclusión? Juan Pablo I fue asesinado por tratar de
imponer orden en el Vaticano. Benedicto XVI renunció porque no pudo limpiar la
Iglesia Católica, ni controlar a los degenerados sobrevivientes de Maciel ni
arreglar las finanzas vaticanas. Benedicto XVI, de salud muy quebrantada, sabía
que también le podían administrar un “tecito” al estilo de Juan Pablo I, para
tranquilizarlo eternamente… Sabiéndose incapaz de
someter a las mafias de San Pedro, prefirió renunciar para permitir que un tercero, apartado del crimen
organizado que domina el Vaticano, lo sustituyera para llevar a cabo las tareas
que él se había declarado incapaz de acometer.
¿Una cobardía? En lo personal creo que se trata de una jugada magistral de ajedrez clerical porque los ojos del mundo se encuentran ahora puestos en
Francisco, quien está obligado coronar con éxito los propósitos fallidos de
Ratzinger. No es, de ninguna manera, una casualidad el nombramiento de Ernst
von Freyberg, como nuevo presidente del Banco Vaticano, a tan solo unos días de
que Ratzinger entregara el poder ni se puede desvincular a este último del
nombramiento de un Papa argentino que no aparecía entre los “papables”. La
estrategia no pudo ser mejor armada.
Pero no solo eso: Francisco, un Papa latinoamericano,
viene a ejecutar un “road show”, a recaudar fondos en la inteligencia de la
Iglesia Católica americana es la que más aporta al sostenimiento del Vaticano, muy a pesar del saqueo en las remesas enviadas por los purpurados
mexicanos, quienes arrojan el santo dinero al
cielo para que el Señor tome lo que desee y lo que caiga al piso será de su
propiedad, como muestra de la buena voluntad de Dios.
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