15 marzo, 2013

Los que prefieren criticar en vez de alabar, ¿son útiles, o sólo sobran y estorban?

Ángel Verdugo
En la globalidad, la crítica es lo que estimula la competencia no la lisonja barata sin sustento alguno. 
Los que prefieren criticar en vez de alabar, ¿son útiles, o sólo sobran y estorban?
Estos días, varios amigos me han cuestionado acerca de por qué no veo lo que ellos en estos primeros cien días de la presente administración; ellos, si bien no ven todo color de rosa, sí consideran que las cosas ahora van bien y afirman, sin argumentar debo decirlo, que irán mejor.
En su favor simplemente diré, que su posición nada tiene que ver con esas tonterías de “pensar en positivo”, o con expresiones parecidas cercanas al triunfalismo pero lejos de la objetividad.


Mi posición al respecto es simple, y clara; pienso que si uno considera que las cosas no van bien o no se están haciendo de acuerdo con lo que los problemas del país exigen para enfrentarlos y resolverlos, tiene la obligación —por honradez intelectual—, de decirlo. Por supuesto, con la debida argumentación y sin caer en las ofensas que todo lo vician.
Pensemos ahora, por un momento, en que nadie osare emitir una sola crítica por leve que ésta fuere; ¿qué clase de país sería el que viviere de esa manera? ¿Un país muerto; sin la menor posibilidad de identificar limitaciones, obstáculos y errores del gobernante y sus políticos para luego corregirlos?
¿Acaso hay alguien que piense que en los países donde su población goza hoy de elevados niveles de calidad de vida, en donde la pobreza y la miseria junto con la marginación han sido casi erradicadas, no hubo crítica en las etapas decisivas de su desarrollo?
¿Es posible explicarnos los avances en la República Popular China, sin que se hubieran dado en el seno del Partido Comunista Chino y su Comité Central, procesos de crítica y autocrítica que echaron de los órganos de dirección a miles de cuadros, a la vez que impulsaron cambios profundos de los cuales hoy disfrutan sus efectos positivos?
Tome usted el país que quiera y en él, los críticos han jugado y juegan un papel de primera importancia; no importa la virulencia y lo ácido de sus críticas sino el servicio que prestan a la sociedad haciéndolas. Además, en la globalidad, la crítica es lo que estimula la competencia no la lisonja barata sin sustento alguno.
Aquí y ahora, cuando un gobierno recién inicia su encargo, la avalancha mediática parece tener como objetivo el que cada uno de nosotros vea las cosas color de rosa, y cante alabanzas al presidente Peña Nieto. Lejos estoy de pensar que éste el objetivo del Presidente pero, de algunos de sus cercanos no estaría tan seguro.
Estoy convencido que la crítica debe ser estimulada y sobre todo, aceptada por el criticado; al final del día, si lo que se critica está ahí, hay que corregirlo en bien del país y su futuro. Doy dos ejemplos; el primero lo trato hoy y el segundo, el martes en la Sección Dinero de Excélsior. Veamos al primero.
Este lunes, en la ceremonia de presentación de la “Iniciativa de Reforma en Materia de Telecomunicaciones”, el discurso más servil fue el del diputado Escobar, que dijo en uno de los arrebatos retóricos lo siguiente: “Y es lógico, porque en cualquier curso de economía se nos enseñó: ante mayor oferta, mejor servicio, y para tener mejor servicio, hay que mejorar el precio.”
¿Dónde estudió economía? ¿En el Instituto Patrulla, en las Academias Vázquez? ¿No ha pensado, dada su ignorancia, contratar a un buen asesor en materia económica que le escriba dos o tres párrafos  correctos? ¿Acaso con esa visión económica que tiene, se atreve a legislar en materia económica?
¿Qué hemos hecho para merecer a un diputado tan ignorante?

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