26 marzo, 2013

Las Escuelas como Agujeros Negros

Autor:

Nunca dejes que la escuela interfiera con tu educación.
~ Mark Twain
Existe un viejo chiste sobre cómo el conocimiento se acumula en las universidades: los estudiantes entran a la universidad sabiéndolo todo y se gradúan no sabiendo nada. De esta forma el conocimiento continúa creciendo dentro de las universidades. Mis años de experiencia en lo que se llama “educación superior” me informan de que hay más que humor inmaduro en esta descripción.


Como he escrito recientemente, mi maestro y profesor favorito de todos los tiempos fue Malcolm Sharp, con quien estudié en la escuela de derecho de la Universidad Chicago. Malcolm era un maestro en el método Socrático de enseñanza. Fue a través del proceso de continua indagación, el refinamiento de las propias preguntas, que sus estudiantes empezaron a experimentar el entendimiento que las respuestas no proveían. Sólo descubriendo cómo ir más profundo en la formulación de preguntas se forma el entendimiento. Esta es la razón por la que aprender cómo pensar tiene mucho más significado para la propia vida que aprender qué pensar.
Pregúntate a ti mismo si, en cualquier instancia de tu educación formal, fuiste alentado a pensar fuera de los límites de tu carrera. ¿Fueron los guardianes institucionales de las preguntas tolerantes respecto a las dudas independientes que pudieras plantear? ¿Puede que por tus continuados esfuerzos por perseguir tu propia agenda de descubrimiento terminaras en la oficina del director o, peor, sujeto a drogas reguladoras del comportamiento u otros tratamientos? En su caso, ¿en qué punto se te hizo evidente que el sistema de educación formal al cual fuiste sentenciado te ha convertido a ti y a los demás reclusos en siervo-mecanismos bien acondicionados, cuya energía debe ser dedicada a fomentar intereses institucionales?
Hace tiempo que soy consciente de que cuando los niños más pequeños son capaces de experimentar un ambiente libre y desestructurado para aprender, más grande es la posibilidad de que carguen una independencia epistemológica con ellos. Habiendo experimentado el goce y la energía que acompaña a una exploración sin restricciones del mundo propio, un niño se hace menos vulnerable a aquellos prepotentes que lo ven solamente como un recurso para ser explotado.
Nuestra enseñanza más temprana tiene la naturaleza dual de informar y limitar nuestras indagaciones. El “principio incierto” de Heisenberg nos recuerda que el observador es observado; que lo que nosotros vemos es filtrado a través de los lentes de lo que hemos visto previamente; que nuestras primeras experiencias proveen las categorías y otros conceptos con los cuales definimos el presente. Éste es el porqué – contrario a la fe de los objetivistas – de que no podamos estar seguros de que lo que sabemos y observamos concuerda con la “realidad”. Que nuestro aprendizaje puede, de hecho, ser idéntico con la “realidad”, no supera la inherente e inevitable naturaleza subjetiva de lo que sabemos. Tal concientización nos obliga a refinar la proposición cartesiana del “Yo pienso, por lo tanto existo” al “Yo pienso que pienso, por lo tanto yo pienso que existo”.
Por definición, somos incapaces de contrastar lo que sabemos sobre el universo con lo que es posible saber. Debo sin embargo ofrecer esta analogía: imagina que lo que sabemos tú y yo – o lo que creemos saber – sobre el universo está contenido en la canica de un niño. Entonces imagina a esta canica situada en el estado de California. Creyendo en la suficiencia de nuestras experiencias con las canicas, presumimos que el resto del universo, opera sobre los mismos principios y dinámica con las cuales estamos familiarizados. ¿Por qué hacemos esto? Sea que uno crea en el Libro del Génesis o en la explicación del Big Bang para los orígenes del universo, hay una suposición de que la “existencia” debe tener algún identificable punto de inicio. ¿Sobre qué yace esta presunción? ¿No es evidente que ambas hipótesis están dibujadas desde nuestro anterior – y muy limitado – aprendizaje; que la “realidad” puede exhibirse en patrones causales que nosotros no podemos imaginar que pudieran existir?
El establishment institucional encuentra esencial a sus intereses mantener nuestro conocimiento de la realidad confinado dentro de los límites de la canica que controla. Para este fin, el sistema de educación cuenta con la tarea de condicionar las mentes de la gente para aprender lo que es útil a los miembros del orden prevaleciente. Estudiantes – sean infantes o adultos – son proveídos con una gran cantidad de conocimiento, generalmente en la forma de información, habilidades, doctrinas u otro conocimiento que pueda ser utilizado en favor de los intereses institucionales. El aprendizaje que no es tan útil tiende a ser tratado, en el mejor caso, como una forma de entropía (energía no disponible para el trabajo productivo) o, en el peor de los casos, disruptivo de los fines establecidos. El aprendizaje que fomenta un entendimiento más profundo y poco útil – o peor aún, amenazante para el establishment – es desalentado.
La mayoría de las escuelas operan como poco más que fábricas de robots, entrenando estudiantes para proveer respuestas al limitado rango de cuestiones que les prepara para realizar sus roles como autómatas institucionales. Las preguntas que los estudiantes tienen permitido hacer están confinadas a la mejora de sus funciones asignadas, ¡pero nunca para preguntar por qué son robots!
Cuando el condado de Los Ángeles publica un panfleto declarando que a los niños se les debe enseñar “que son parte de un único gran sistema social” y “que deben aprender cómo participar efectivamente” dentro de ese sistema, confirma la observación de Iván Illich de que “una vez que los jóvenes han permitido que su imaginación sea formada por la instrucción curricular, quedan condicionados a una planificación institucional de todo tipo”. Otro sistema de educación gubernamental nos informa que aquellos que se resisten a tal condicionamiento alimentan el sistema de “delincuencia juvenil” para “corregir los desajustes de los pupilos”.
La idea de un sistema de aprendizaje coercitivamente aplicado es tan contrario a la naturaleza de la motivación por el propio interés de la vida que muchos estudiantes buscan evadirlo, ya sea físicamente faltando a clases (ese horrible crimen conocido como absentismo), o únicamente no haciendo el trabajo asignado, o persiguiendo los propios intereses en lugar de los del profesor. Cualquier alternativa que los estudiantes persigan hará que estos estudiantes independientes sean calificados como padecedores del “desorden de falta de atención” (la falta de voluntad para permanecer aburridos por los planes de estudio y los métodos de rutina del profesor que enseña temas de poco interés para las mentes inteligentes). Para los ofensores más serios, el sistema penal del estado (cortes juveniles) espera. En el ínterin, los estudiantes pueden encontrarse a sí mismos sujetos a las grandes colecciones de fármacos para la “modificación de la conducta” para “corregir los desajustes de los pupilos”. La conexión que ha sido hecha entre las drogas psicotrópicas prescritas y las matanzas en las escuelas ha sido convenientemente ignorada por la mayoría de las voces del establishment. Aquellos que prefieren buscar explicaciones causales en las armas harían bien en preguntarse a sí mismos, ¡¿por qué tantos de estos asesinatos en masa tienen lugar en escuelas gubernamentales?!
El estado continúa su sistemática corrupción de nuestra disposición natural para aprender, insistiendo sobre su agenda para condicionar las mentes y convertirlas en siervo-mecanismos institucionales. El orden establecido – consistente en sistemas políticos, grandes empresas, grandes medios, religiones organizadas, escuelas y mundo académico – ha estado desde largo tiempo en guerra con el tipo de enseñanza que genera entendimiento en lugar de obediencia, una batalla que está, una vez más, siendo librada contra la tecnología (por ejemplo, el internet) que pone el aprendizaje de nuevo en las manos de los individuos.
Las respuestas tienden a poner en cortocircuito el proceso por el cual las mentes cavan profundo en busca del refinamiento de las preguntas que fomentan el entendimiento. Pero en nuestro mundo moderno, las escuelas no están comprometidas en ayudar a los estudiantes a aprender cómo clarificar la calidad de sus preguntas, o a ayudarles a descubrir significados más profundos para sus vidas. La mayoría de las escuelas están en el negocio de la certificación, acreditando al siguiente nivel de interés institucional las calificaciones de los graduados. Los bachilleratos certifican a los estudiantes para las universidades; estas últimas certifican a sus alumnos para los empleadores o para las escuelas de postgrado; las escuelas de postgrado profesionales (por ejemplo, de medicina o derecho) certifican a los estudiantes para las agencias estatales de licencias; mientras que las juntas de licencias certifican a estos aspirantes de profesionales para el público.
En el curso de este sistema de entrenamiento siervo-institucional, las mentes jóvenes deben ser inoculadas contra la exposición a ideas que engendren el tipo de preguntas, especulaciones y descubrimientos que tienden a un mayor sentido individualizado de ser y de propósito en la vida. Ahí está el caldo de cultivo para la comprensión, y es tal conciencia existencial que debe ser mantenida fuera de la psique humana. Como agujeros negros – cuyas fuerzas gravitatorias previenen el escape de luz – la mayoría de las escuelas trabajan para absorber la comprensión fuera de las mentes de los estudiantes, una función cuyo éxito se ve reflejado en la confusión, conflictos y contradicciones de nuestro mundo.
La naturaleza de la lucha que busca el control de nuestras mentes ha sido expresada de la mejor manera por el genio creativo de Steve Jobs. Discutiendo sus experiencias en la escuela primaria, Jobs dijo: “Encontré un tipo diferente de autoridad a la que había encontrado antes, y no me gustó. Ellos casi sacaron de mí toda la curiosidad”. Mi modificación de la frase de Twain al principio del artículo dice: Nunca dejes que la educación interfiera con tu aprendizaje, nunca permitas que el conocimiento que te asignen mine tu comprensión sobre ti mismo o sobre el mundo.

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