04 marzo, 2013

Los doctores del PAN

Roberto Gil Zuarth

Los doctores del PAN
Los médicos suelen hacer muchas preguntas antes de perfilar un diagnóstico. Someten a su paciente a un largo interrogatorio para detectar la causa de sus padecimientos. Conforme avanza el cuestionario, el médico abre o descarta hipótesis, las somete al conjunto de respuestas, replantea una pregunta previamente hecha, profundiza en un dato aportado por el doliente. Observa los ojos, los labios, explora los oídos, toca la frente. Pero el médico sabe de sus propias limitaciones. La exploración de antecedentes y de la apariencia física del paciente no es siempre suficiente para detectar la enfermedad. Debe recurrir al termómetro, al estetoscopio, al manómetro o a un perfil químico. Recurre a un instrumento técnico para ampliar sus datos, para validar otros indicadores, para robustecer sus conclusiones. El médico sabe que la dolencia desaparecerá si el diagnóstico es el correcto y si la medicina es la apropiada. La tarea del doctor es encontrar el fin y prescribir un medio: conjurar la causalidad entre las causas y los efectos.


Los doctores del PAN parecen no entender a su paciente. Le han preguntado de todo, han recuperado diagnósticos del pasado y ordenado otros nuevos, y sus conclusiones no responden a los síntomas. Ven estornudar al partido y apuntan en la libreta “posible luxación de rodilla”. El paciente se duele de arritmia cardiaca y los médicos piden una radiografía de pie. Los doctores del PAN no observan con cuidado a su paciente, no se hacen las preguntas pertinentes, no colocan el termómetro en el lugar adecuado para hacer una correcta medición. Sólo así se entiende el proyecto de reforma estatutaria que se ha presentado al Consejo Nacional. En los diagnósticos previos, desde el de 2009 y luego el de 2012, las tomografías habían indicado tres grandes problemas en el partido: a) su baja institucionalización, es decir, la debilidad crónica para atender las cíclicas citas electorales a partir de fortalezas internas permanentes (financiamiento, estructura, información político-electoral, alianzas); b) su deficiente capacidad de comunicación y, por tanto, la ausencia de una narrativa que convoque a los ciudadanos a acometer colectivamente altos objetivos sociales, tal y como sucedió con la narrativa democrática de buena parte del siglo XX; y, c) la desgarradora lucha interna que no sólo ha aislado al partido de las preferencias e intereses de una sociedad cada vez más exigente y crítica, sino que también ha secuestrado las candidaturas en beneficio de los grupos internos. El paciente que tienen en la cama de exploraciones padece de falta de discurso, de capacidades internas para ganar elecciones y está inmovilizado a causa de sus empachos intestinales. Frente a estos padecimientos, los doctores del PAN proponen que el CEN controle la conformación del Consejo Nacional, elija las candidaturas, supla y desaparezca a placer comités estatales y municipales, y todo lo anterior sin el deber de rendir cuentas ante la Asamblea Nacional. Así pues, la receta frente a la tensión interna entre expresiones del partido es garantizar el control del partido en una de ellas. El antídoto frente al secuestro de las candidaturas es que el CEN las elija a través de la cláusula subjetiva de rentabilidad electoral, como si el CEN fuese una especie de ágora desinteresada y no un órgano de carne y hueso que recrea equilibrios internos. El medicamento para un partido más abierto es limitar los derechos de la militancia, de esa militancia que le da voluntad a la organización, y adoptar las decisiones relevantes a miles de kilómetros de distancia. Un paciente con gastritis crónica cuyos médicos lo atienden con ungüento de la campana frotado en el cuello.
Remediar las dolencias de un partido que acaba de enfrentar una derrota requiere de buenos diagnósticos, pero también de sentido político, de imaginación para innovar en los medios, de estrategia para conducir la acción colectiva. Se requiere voluntad, sí, pero desde una lectura objetiva de las circunstancias. Capacidad para sumar aliados, para aislar a los adversarios, terquedad para acometer los objetivos planteados sin despreciar el deber de explicar y convencer. Los doctores del PAN pretenden curar a su paciente desde el recelo de sus desconfianzas y las lentillas de sus animadversiones. Le imponen al partido un tratamiento para una enfermedad terminal que no tiene y desconocen esas pequeñas molestias que lo aquejan todos los días. Los doctores del PAN deben observar con cuidado a su paciente, escucharlo con atención y empezar, quizá, por la pregunta obvia antes de internarlo en terapia intensiva: ¿qué le duele?

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