Leo Zuckermann
Pongámoslo de otra manera. Estos dos hechos sucedieron en febrero de 2013. Imagine si hubieran ocurrido en febrero de 2001, es decir, durante el primer trimestre del presidente Fox: el gobierno comprometiéndose a investigar los abusos a los derechos humanos que se cometieron durante la “guerra sucia” y encarcelando a un político paradigmático de la corrupción y el autoritarismo como Gordillo. ¿No era esto lo que se esperaba de los panistas? ¿Acaso no hubiéramos querido ver un antes y un después con la llegada del PAN a la Presidencia? Pero no: los panistas, en lugar de eso, fracasaron en demostrar, por medio de decisiones contundentes, su compromiso con desarticular los feudos autoritarios que todavía existían en el país.
No voy a caer en la patraña de que todo lo que hicieron los gobiernos del PAN fue malo. Rechazo el argumento propagandístico, de factura lopezobradorista, de que los años de Fox y Calderón fueron una “docena trágica”. Para nada. En los gobiernos del PAN también se hicieron cosas buenas. Pero quizá lo más criticable de los panistas es que fracasaron en imprimirle un sello verdaderamente democrático a sus gobiernos. Perdieron la oportunidad histórica de diferenciarse del pasado autoritario. Toleraron y hasta fortalecieron a personajes corruptos y abusivos como Elba Esther Gordillo.
Hoy están arrepentidos. Gustavo Madero, presidente del PAN, afirma: “Hubiéramos querido que muchas de estas acciones también se hubieran dado con esta contundencia y éxito en los sexenios del PAN”. Germán Martínez: “Políticamente, como parte del gobierno panista, a mí me da envidia, de la buena”. La pregunta es por qué no lo hicieron cuando ellos tuvieron el poder. Se me ocurren tres hipótesis.
Primera: porque no fue su prioridad consolidar la democracia desarticulando los bolsones autoritarios que todavía existían. Fox nunca se imaginó que podía ganar. Fue el primer sorprendido cuando ese histórico domingo de julio de 2000 se dio la alternancia. Como en el maravilloso final de la película El candidato, le preguntó a sus asesores: “¿Y ahora qué hago?”. Desafortunadamente, desperdició sus primeros años de gobierno con una serie de medidas huecas de pocos beneficios políticos. Calderón, por su parte, se embarcó en la guerra contra el crimen organizado como prioridad de su administración.
Segunda: porque los Presidentes se sentían débiles. Fox nunca tuvo el estómago para enfrentar a personajes que presumían tener mucho poder. Ni líderes sindicales ni empresarios monopolistas ni campesinos blandiendo machetes. Calderón, por su parte, llegó a la Presidencia colgado de un alambre, necesitando como nunca de personajes impresentables como la maestra Gordillo. Su sentimiento de debilidad lo llevó a arroparse de las Fuerzas Armadas más que ningún Presidente en la historia moderna de México.
Tercera: porque no tenían la capacidad. Me refiero a los operadores jurídicos y políticos para llevar a cabo decisiones audaces como las que está tomando Peña. Como el PAN nunca había gobernado, Fox no contaba con los cuadros que requiere un Presidente para sacar adelante tan delicadas decisiones. Calderón, en cambio, nombró a sus subordinados más por lealtad que por eficacia.
En fin, el hecho es que el PAN perdió una oportunidad histórica y hoy, como si el mundo fuera al revés, vemos al PRI en el increíble papel democrático de corregir los errores autoritarios y corruptos del pasado
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