Violando la Constitución,
Nicolás Maduro ya es presidente encargado (provisional) de la República
Bolivariana de Venezuela. Como en la época de los dictadores generales
Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez, el país tiene un jefe de
Estado que no ha sido elegido por los ciudadanos, sino por la oligarquía
que ocupa el poder. Después de ganar sus cuartas elecciones
presidenciales, Hugo Chávez le nombró vicepresidente y después le ungió
como heredero, antes de marchar por última vez a La Habana a tratarse
del cáncer que lo ha matado.
De Maduro se sabe que ha sido sindicalista de la empresa pública de transportes de Caracas y que carece de formación universitaria
(lo que tampoco es una garantía de honradez, inteligencia y obediencia a
las leyes, como demuestran –sólo en el mundo hispano– los casos de
Salvador Allende, Rafael Correa, Cristina Fernández de Kirchner y José
Luis Rodríguez Zapatero). Sin embargo, sería una equivocación
despreciarle o reírse de él, como han lamentado muchos venezolanos que
calificaban a Chávez de bufón y de comediante.
El nuevo presidente, y probable vencedor de las elecciones del 14 de abril, es un soldado político al servicio de la causa comunista desde su adolescencia.
Su padre fue militante del Movimiento Electoral del Pueblo, fundado en
1967 como una escisión de extrema izquierda del partido Acción
Democrática (socialdemócrata). El periodista Pedro Pablo Peñaloza ha
escrito que un amigo de la adolescencia recuerda que a Maduro le
expulsaron del instituto en 1977 por ser un agitador comunista. La
policía secreta, la Disip, llegó a encarcelarle. Por entonces viajó a Cuba para recibir formación en agit-prop.
En 1988 ingresó en la plantilla del metro de Caracas, donde fundó la
Asociación Unida de Trabajadores del Metro. Según José Emilio
Castellanos, la razón de este empleo obedecía a "un plan político para
penetrar los sindicatos de servicios básicos". Como otros militantes
izquierdistas, Maduro colaboró en el Caracazo, la sublevación popular contra el socialista Carlos Andrés Pérez producida en 1989.
Después del frustrado golpe de estado de 1992, su
pareja, Cilia Flores, uno de los abogados defensores de los militares
felones, le puso en contacto con Hugo Chávez, y así comenzó su carrera
en el socialismo del siglo XXI.
Cuando la voz de Chávez le eligió como su sucesor ante los venezolanos
(de manera idéntica a como Adolf Hitler nombró a Rudolf Hess su
segundo), aquél lo describió como "revolucionario a carta cabal". El comandante sabía lo que decía. ¿Lo saben los diplomáticos europeos y norteamericanos?
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