19 marzo, 2013

Obsesión por exportar

    Liberalismo y Relaciones Internacionales
    Históricamente, España ha tenido déficits comerciales de forma recurrente. ¿Qué significa esto? En resumen, que los pagos por bienes y servicios importados vienen superando de forma sistemática los ingresos generados por aquello que nuestro país vende al resto del mundo. Ni el “boom” artificial que supuso la “burbuja” inmobiliaria achicó ese déficit comercial: de hecho, en 2007 llegó a superar el 10% del PIB, nada más y nada menos.
    La reacción habitual entre quienes se preocupan por el déficit comercial viene ser una obsesión por aumentar las exportaciones y reducir las importaciones. Como lo segundo es difícil de aplicar debido a las reglas de la UE y de la OMC, el objetivo acaba reducido a la obsesión por aumentar las exportaciones.
    Según este planteamiento mercantilista, las exportaciones son buenas y las importaciones son malas, ya que el comercio viene siendo un juego de suma cero en el que la ganancia de unos es la pérdida de otros. Para tumbar este mito, olvidémonos de las fronteras y llevemos el concepto de la balanza comercial a nuestra realidad cotidiana.
    Piense en el carnicero de su barrio: probablemente, Vd. le compra a él mucho más de lo que le compra él a Vd. Pues bien, siguiendo la popular lógica mercantilista, Vd. tiene un déficit comercial con el carnicero, pero es difícil mantener seriamente que esto es un problema.
    Peor aún: mantener un déficit comercial implica también un superávit en la cuenta de capitales, y esto no es ningún problema en economías tan necesitadas de inversión extranjera como España.
    En última instancia, exportar es bueno en la medida que aumenta la internacionalización y las ventas de nuestras empresas… pero no por ello debemos obsesionarnos a la hora de analizar la balanza de pagos. No lo olvidemos: exportamos para poder importar, e importamos porque esos bienes y servicios producidos fuera mejoran nuestros negocios y nuestras vidas.
    Cambiar el nombre de la divisa venezolana al “bolívar fuerte” parecía un mal chiste en 2007. Años después, en 2013, este “cambio de marca” se antoja casi grotesco si tenemos en cuenta la debilidad de esa moneda supuestamente “fuerte”.
    En febrero de 2013, el régimen de Hugo Chávez devaluó su moneda por séptima vez, rebajando el tipo oficial de cambio de 4.3 a 6.3 bolívares por cada dólar. Muchos analistas se alarmaron ante el titular de la noticia, quizá ignorando que, en realidad, el tipo oficial no refleja en absoluto el valor que da el mercado a la moneda venezolana. Así, pese al tipo de cambio oficial de 6.3/1 que ha establecido el chavismo, los venezolanos saben bien que la relación entre ambas medidas anda más bien por el 25/1.
    Pese a la muerte del líder socialista, su legado sigue persiguiendo a Venezuela, y la inflación es parte de esta herencia. El régimen chavista acumuló una inflación del 528% entre 2003 y 2011, para después firmar un alza de precios del 20% en 2012. La previsión para 2013 es aún peor: se estima una inflación del 30%.
    La escasez de alimentos es la norma en Venezuela, pero los controles de precios y la irresponsabilidad monetaria hacen que este problema sea aún más grave. El gobierno ha evitado el malestar social extendiendo subsidios y programas gubernamentales que serán insostenibles cuando baje el precio del petróleo.
    ¿Qué puede hacer Venezuela para contener su inflación y tener un escenario monetario más estable? Existen diferentes propuestas que, con ventajas e inconvenientes, mejorarían el escenario actual. Por un lado, Venezuela podría imitar la exitosa dolarización ecuatoriana; por otro lado, el país podría dejar de fijar su tipo de cambio y ponerlo en relación con una cesta de divisas compuesta en un 75% por el dólar y en un 25% por el precio del petróleo.
    En cualquier caso, aunque ambas iniciativas serían preferibles a mantener la irresponsabilidad monetaria chavista, la solución idónea sería la desnacionalización del dinero, para que familias y empresas pudiesen conducir sus operaciones diarias en la divisa que elijan.

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