29 marzo, 2013

Opinión: Opio religioso: de Venezuela a Argentina – por Fernando Amerlinck


hastasiemprehc¡Aquí está invicto, puro, transparente, único, verdadero, vivo para siempre, para todos los tiempos, para éste y para todos los tiempos futuros! ¡Misión cumplida, Comandante Presidente! ¡La batalla sigue! ¡Que viva Hugo Chávez! ¡Que viva nuestro pueblo! ¡Hasta la victoria siempre, Comandante! ¡No soy Chávez, soy su hijo!




El sucesor hereditario monárquicamente designado por Hugo Chávez ha dicho todo lo anterior (aunque usted no lo crea, se apellida Maduro), y siguió encarrerado en sus alocuciones húmedas: “Fíjense ustedes, una noticia importante: nosotros sabemos que nuestro comandante ascendió hasta las alturas; que está frente a frente a Cristo. Alguna cosa influyó para que se convoque a un papa sudamericano. Alguna mano nueva llegó y Cristo le dijo, bueno, llegó la hora de América del Sur…”
Imposible dudar del ventrílocuo terrenal del Eterno: Chávez es Chávez y Maduro su profeta. Tan privilegiada revelación —un comandante que comanda a Cristo— sólo puede provenir de un santo que además de transparente, puro, único, verdadero y eterno, podría decir “Yo soy el invicto camino, la mera verdad y la pura vida”. Pongámonos de rodillas ante el comandante de comandantes, de redentores y de papas. “¡Todo el apoyo y la solidaridad a nuestro glorioso pueblo de Venezuela, a nuestro comandante Hugo Chávez! ¡Chávez vive, la lucha sigue! ¡Perdonamos a los que lo injuriaron; que estén libres de todas sus culpas!”
¡Fiuuu! El Profeta nos ha perdonado por tanto que hemos criticado al eterno comandante. “No ha habido líder en la historia de nuestra patria más vilipendiado, más injuriado y más atacado vilmente que nuestro Comandante Presidente. Jamás en 200 años se mintió tanto sobre un hombre, ni aquí, ni en el mundo.”
No: el vilipendiado Chávez no sólo no ha muerto; está más vivo que nunca. Lo dejarán vivo al estilo de sus maestros Lenin, Stalin y Mao. Algunos dolientes coreaban “Chávez al panteón, junto con Simón” pero pudo más su nuevo hijo y lo dejarán en formaldehído para ser adorado en un museo, muy al argentino estilo de Santa Evita: Venezuela y Argentina elevan a los altares a sus verdugos. En Argentina —que fue parte del I Mundo a principios del siglo XX— idolatran a los Perón. Rumbo al IV Mundo, luego de medio siglo, la debacle argentina continúa.
Chávez dispuso de casi un millón de millones de dólares durante el mayor auge de los petroprecios pero ni así logró de veras reducir la pobreza, como por cierto lo hizo también (petrolera o no) toda Latinoamérica. Y con la economía arruinada, la moneda devaluada, ahogado en deudas y déficits, lo elevan a comandante directo del mismísimo Dios Hijo. Sí que la religión chavista es opio para su pueblo.
En Argentina, Santa Evita murió sin lograr su sueño de ser presidenta después de su desastroso marido. En cambio, la presidenta Kirchner sí logró el cargo porque no murió ella sino su desastroso esposo. Y al llegar a Caracas en un avión cuyo nombre es Juan Domingo Perón, tampoco regateó religiosidad: “Hombres como Chávez no mueren; se siembran”. Pongámonos nuevamente de rodillas.
Los demagogos, arruinadores, tiranos y verdugos de sus pueblos nunca mueren, pero sólo si cumplen una condición purificante indispensable: proclamarse de “izquierda”. La izquierda es bálsamo protector universal que garantiza la vida eterna, sean cuales fueren sus delitos o crímenes. En toda geografía, desde Corea del Norte hasta Cuba pasando por el Cono Sur, los dictadores no lo son porque son compadres: son correctos, son de “izquierda”. ¡Ay del dictador que no se proclame de izquierda! porque se va al pinochetesco, hitleriano, franquista, mussoliniano, somocista basurero de la historia. La izquierda es la ruta correcta para los pillos más ambiciosos, los mentirosos más falaces, los demagogos más contumaces. Los teóricos más utópicos no buscan su recinto de los sueños en Disneylandia sino en el gobierno.
Ejemplo: el nicaragüense Daniel Ortega pide “…darle continuidad a los sueños de Bolívar, a los sueños de Sandino, a los sueños de Martí, de Fidel, a los sueños de Hugo Rafael Chávez Frías.” Habrá que ver en sus hechos (no en sus delirios) a Chávez, Maduro, Kirchner, Correa, Evo, Perón, Ortega o cualquier perfecto idiota latinoamericano. Decía Oscar Wilde que las pesadillas también son sueños…
Pero también es latinoamericano el Papa Francisco. Hombre de ciencia, de letras, de espíritu, jesuita culto, modesto, sencillo, espontáneo y de buen humor. Uno que luego de saludar a la gente y antes de impartirle su bendición se inclina ante ella y previamente le pide reforzarlo con sus oraciones; un sabio que viaja en Metro y habla quedo pero por ello mismo es firme y enérgico, enemigo de la hipocresía que no teme criticar duramente al poder. Alguien para quien “si no hay esperanza para los pobres, no la habrá para nadie, ni para los llamados ricos”. “Si no sos capaz de suscitar esperanza entre los pobres tampoco la vas a tener vos”. Un Papa que critica lo dicho por Susanita, la de Mafalda: “Yo cuando sea grande voy a organizar tés con masas, sándwiches y esas cosas ricas, para comprar polenta y fideos y las demás porquerías que comen los pobres”.
Frente a los más conservadores demagogos y caudillos, reliquias del antepasado en este reducto de la obsolescencia ideológica que es nuestro continente, esas palabras recuerdan lo que el cardenal Bergoglio pedía a su grey: “no tenerle miedo a la esperanza”.
Sigo hablando de religión al recordar que se persignó Chávez en la ONU al hablar de Bush: “Ayer estuvo el diablo aquí. ¡En este mismo lugar huele a azufre todavía!” Así es. Desde el Bravo hasta la Patagonia, en esta tierra de caudillos nos hemos ahogado con el azufre de gente como Chávez y toda una legión de émulos. Nos urge por fin respirar aire puro, que en ciertos lugares (como venturosamente en México) hemos empezado a respirar. Creo que mucho del nuevo oxígeno provendrá ahora del Vaticano

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