No hay ningún
esfuerzo colectivo de la élite política mexicana en la memoria de las
últimas generaciones tan importante y trascendente como la reforma de
las telecomunicaciones que inició este martes su recorrido para
convertirse en ley. Como en el juego de la pirinola, nadie gana todo y
todos ponen. Pero en este caso todos pueden ganar, con esta reforma
democrática de segunda generación que si se mantiene la actitud y
voluntad política de arranque, podrá colocar los nuevos ejes para el
desarrollo económico y político del País y reducir el número de
mexicanos de segunda clase.
La élite política ha dado señales de una madurez largamente ansiada. Los
partidos, tan acomodados a una partidocracia que lastimó otras reformas
democráticas como los órganos electorales y de transparencia por sus
mezquindades, aceptaron que la ley disponga de reguladores que no
impongan por cuotas. El gobierno se deshace del manejo discrecional de
las concesiones, donde jugó por décadas con la zanahoria y el palo. Los
actores en este sector que significa un negocio de 35 mil millones de
dólares anuales, son obligados a abandonar sus prácticas monopólicas y
abrirse a la competencia.
Telmex y Telcel, que controlan el 80 por ciento de la telefonía fija,
proveen el servicio a siete de cada 10 celulares y controlan el 61 por
ciento del Internet, no podrá tener más del 50 por ciento de esos
mercados, que si bien es superior al estándar internacional que oscila
alrededor del 35 por ciento, es un avance sustantivo. Televisa y TV
Azteca verán el surgimiento de nuevas cadenas de televisión que harán
contrapeso a su dominio de 94 por ciento de la televisión abierta -donde
se reparte más del 96 por ciento de la publicidad en medios
electrónicos-, y tendrán que dar a los proveedores de televisión de
paga, sus canales de televisión abierta. Todos podrán dar todos los
servicios de televisión, telefonía y banda ancha, donde se abrirá
también a la inversión extranjera al 100 por ciento del mercado salvo en
la radio, donde el límite es de 49 por ciento aunque, con la nueva ley,
se incrementarán al doble las frecuencias.
¿Qué significa todo esto? Si la dinámica económica no se distorsiona, se
cumplirá el objetivo de mejores servicios a precios más bajos para los
consumidores, y desarrollo económico para el País. La disfuncionalidad
del sector de las telecomunicaciones, de acuerdo con los expertos,
produjo una pérdida de 129 mil millones de dólares entre 2005 y 2009,
que significa el 1.8 por ciento del Producto Interno Bruto. Sólo como
referencia, por cada 10 puntos porcentuales que se abra la banda ancha
en el País, el potencial de crecimiento económico es de 1 por ciento. La
conectividad del País deja ver un horizonte positivo, aunque no es una
panacea. La desagregación de Telmex, para ajustarse a la ley, puede
venir en las zonas rurales y aquellas regiones que no son económicamente
lucrativas, lo que hará poco estimulante que otras empresas inviertan o
subsidien telecomunicaciones para mercados inmaduros.
En términos políticos, la parte más avanzada es en la televisión. Dos
canales privados y uno más del gobierno abrirán a cinco las cadenas
nacionales de televisión, donde tendrá el ciudadano una mayor oferta de
la cual obtener información. Entre más información tenga, mejor tomadas
serán sus decisiones. Desde 1976 que se legisló el Derecho a la
Información, no había habido un salto de esta envergadura. Las
posibilidades de censura y autocensura se acotan, así como también se
prohíbe que las televisoras disfracen la propaganda política de
información, que ha sido una queja permanente durante los procesos
electorales. La democracia en el mundo ha pasado por los medios de
comunicación, y en países como México, donde de obtienen ocho de cada 10
personas su información, abrirla es un gran paso hacia adelante.
El gobierno y los partidos políticos que negociaron e impulsaron esta
ley decidieron jugar la pirinola democrática. Ante su unión, los actores
en el sector de las telecomunicaciones tendrán que participar. No les
han dado muchos márgenes para sabotearla, pero tampoco los han golpeado
como pudieron haberlo hecho. Es una ley fundamental que sigue siendo
benigna para ellos. Pierden, pero no mucho. Ganan, ellos no demasiado,
pero todos en México, pueden sentir justificadamente que es el principio
de un nuevo acuerdo para el desarrollo económico y político, lo que no
es poca cosa.
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