25 marzo, 2013

Que Dios salve nuestro oro

Víctor Beltri
El Banco de México no ha considerado necesario realizar una inspección física del metal, argumentando la solidez del depositario. 
Que Dios salve nuestro oro
Desde hace algunas semanas, la posición en oro del Estado mexicano ha sido materia de comentarios en algunos medios especializados.
La historia no deja de ser interesante: hace un par de años el Banco de México (Banxico) compró 100 toneladas de oro, mismas que complementó con otras 20 posteriormente. En total, de acuerdo con cifras oficiales, México cuenta con reservas de oro equivalentes a 125 toneladas, de las cuales 95% está resguardado en el extranjero. Del total de oro en el extranjero, 99% se encuentra bajo la custodia del Banco de Inglaterra.


Sin embargo, un informe emitido por la Auditoría Superior de la Federación (ASF) establece que, a pesar de que las operaciones se corresponden con los registros contables, “Banxico no ha realizado inspecciones físicas al oro, para verificar el cumplimiento de los términos de su adquisición y las condiciones en el que éste se encuentra, para tener la certeza del resguardo físico de ese activo; únicamente dispone de los términos y condiciones de la contraparte que regula las operaciones de compra de oro efectuadas por Banxico, los reportes trimestrales que muestran las fechas de concertación de las compras y el soporte documental de los pagos efectuados”.
El Banco de México no ha considerado necesario realizar una inspección física del metal, argumentando el prestigio y la solidez del depositario, así como las prácticas internacionales existentes. Otro argumento para no hacerlo es el costo que esto implicaría. A pesar de todo, la ASF ha considerado que “se debe realizar una inspección física con la contraparte que resguarda el oro toda vez que se debe verificar y validar la integridad física con respecto al cumplimiento de los términos y condiciones en el manejo de este activo”.
La noticia ha dado la vuelta al mundo, dado que nuestro país no es el primero en mostrar preocupación, no sólo por la integridad física, sino por la existencia real de los lingotes depositados. La naturaleza de la transacción no permitiría que estuviera soportada tan sólo en papel, sino que implicaría un número cierto y determinado de barras de oro, con números de serie y características específicas que Banxico, a la fecha, desconoce. Una de las grandes preocupaciones de algunos expertos en la materia es la posibilidad de que el oro en realidad no exista físicamente, lo que hablaría de una burbuja en el metal con las consecuencias lógicas: en el caso de que una crisis mundial orillara a los países a retirar sus depósitos de estas instituciones, el oro existente posiblemente no sería suficiente para cubrirlos a todos.
Algunos países han comenzado a repatriar, paulatinamente, sus posiciones en oro. Alemania, por ejemplo, lo está haciendo tanto del Banco de Francia como de la Reserva Federal estadunidense, y las inspecciones físicas del mismo han sido instruidas por los auditores federales, justo como ha sucedido en México. Suiza lo ha hecho, igualmente, y Venezuela hace tiempo repatrió su posición completa. China, por otro lado, tiene tiempo acumulando oro en lo que algunos analistas consideran una previsión ante un eventual cambio de la moneda fuerte en el mundo.
Pero, ¿por qué repatriar el oro? La especialista británica Jan Skoyles identifica cinco razones, que interesadamente cito en desorden. Comenzaré por la segunda, que sería la desconfianza en el país custodio para mantener un control del oro. Esto implicaría que el custodio “soltara” el metal al mercado y perdiera registro de estas operaciones. La tercera razón es que el depositario no fuera capaz de proteger el valor de su propia divisa y en consecuencia no se tendría la seguridad de que podría cuidar de los activos de los países que confían en él. La cuarta razón sería la protección a futuro del sistema monetario nacional, volviendo a esquemas tradicionales basados en la posesión de metales. La quinta, que podría parecer superficial pero tiene un gran impacto en la opinión pública, es el hecho de tener seguro, y al alcance, lo que cada país posee.
La primera de estas razones, y en la que vale la pena detenerse un momento, es la referente a la situación geopolítica de cada nación. Los países podrían estar interesados en tener el oro en custodia extranjera para facilitar el transporte en caso de que se hicieran pagos con el mismo, o para evitar la amenaza de un país beligerante. Si estos factores cambian, el depósito en el extranjero no tendría razón de ser.
La conveniencia de tener el oro de México en resguardo en otro país, para efectos de facilitar transacciones internacionales, puede ser relativa. Y por el momento, afortunadamente, la amenaza de otra nación queriendo apropiarse de nuestro oro parece realmente remota. Pero, en un país como el nuestro, en el que campea la corrupción, y el Estado de derecho no pasa de ser sino un buen deseo, como lo vemos cotidianamente y más aún el fin de semana pasado, en el que un grupo de vándalos y delincuentes doblaron a las autoridades impunemente, la idea de repatriar el oro suena francamente descabellada.
Que revisen el oro, lo cuenten y, por favor, que se quede allá. Para México, lamentablemente, la amenaza de un país beligerante, que busque quedarse con el oro nacional, es interna. Si lo repatrian, que Dios salve nuestro oro.

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