03 marzo, 2013

¿Quién sigue ahora? ¿Francia, con todo y demagogia de François Hollande?

Ángel Verdugo
La caída de esta economía nos pondría, sin duda, en una situación sumamente complicada. 
¿Quién sigue ahora? ¿Francia, con todo  y demagogia de François Hollande?
La situación continúa complicándose; las noticias que llegan de Italia —cuya reciente elección en nada contribuyó a mejorar las perspectivas de ese país y del resto de Europa—, tienen efectos negativos en los centros donde se decide el futuro de la economía mundial y por supuesto, también en los países periféricos como México.


La debacle estructural de buena parte de las economías europeas que se manifestó en toda su crudeza primero en Grecia, luego en Irlanda, Portugal y España y ahora hace parada en Italia, en modo alguno ha sido resuelta; hoy, ante lo que parecía imposible, no pocos otean en el horizonte para determinar quién sigue, dada la situación generada en el país de la bota como consecuencia de los resultados electorales.
Hoy, lo más grave de la situación europea, es que todos parecen coincidir en un país cuyo nombre asusta sólo de pensarlo: Francia. La caída de esta economía nos pondría, sin duda, en una situación sumamente complicada; no sólo por el tamaño de la misma, sino por la profundidad de sus problemas estructurales, el rechazo a todo cambio y su presencia y peso internacional.
Si bien es evitable su debacle, Francia preocupa a no pocos dado el desempeño que ha tenido Hollande en tan corto tiempo. Sus propuestas en la esfera económica, resultado de querer reeditar ideas que ya en los años 70 del Siglo XX eran inviables, la ha puesto en una posición muy difícil.
Venir a estas alturas a proponer tasas impositivas confiscatorias, que además de inviables son expresión del viejo voluntarismo de la rancia izquierda europea, sólo evidencian la ignorancia económica de Hollande y su cerrazón ideológica que han puesto a Francia en una situación peligrosa.
Uno supondría, ante la gravedad de los problemas que sabía iba a enfrentar, que sus propuestas de solución estarían marcadas por la prudencia y la objetividad; sin embargo, nada de eso tiene lo que Hollande ha propuesto a los franceses. Las supercherías económicas que ha querido implantar, lejos de empezar a resolver los problemas, los agravaron.
La realidad se encargó, pronto y claramente, de exhibir su incapacidad; hoy, ni los que le dieron su voto confían ya en sus propuestas que por decir lo menos, son absurdas.
En este lado del Atlántico, la llegada de François Hollande proporcionó a los viejos izquierdistas anclados en los años 60 que no se han dado cuenta de los cambios registrados en el mundo, nuevas ilusiones acerca de la viabilidad de un modelo de desarrollo el cual, si fueren honrados intelectualmente, deberían aceptar que incluso en aquellos años pensar en su concreción era, simplemente, un sueño de opio.
Ante la nueva realidad que se niegan a aceptar por aferrarse a la ilusión juvenil de la “Revolución Proletaria Mundial”, hoy se limitan a acusar, otra vez, al “modelo neoliberal” de ser el causante de todos los males habidos y por haber.
¿Qué tenemos en México para hacer frente a la eventualidad señalada al principio, la debacle de la economía francesa? ¿La cruzada contra el hambre? ¿Esas baratijas sin sentido que plantean “no privatizar el petróleo”? ¿Acaso nos salvará el rechazo visceral de la universalización del IVA, de la cancelación de subsidios regresivos como el del precio de las gasolinas y oponerse a la apertura de Pemex y la CFE?
Mientras la situación se complica y nuestros ancianos ideológicos culpan al “neoliberalismo”, México corre veloz hacia el precipicio.

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