20 marzo, 2013

Telecomunicaciones y brecha digital

Fausto Alzati Araiza
No será posible cumplir la desiderata de Morelos cuando todavía México sigue plagado por el azote del analfabetismo funcional. 
Telecomunicaciones y brecha digital
En Chilpancingo, en 1813, el generalísimo don José María Morelos y Pavón dio lectura a los 23 puntos que él mismo llamó Sentimientos de la Nación. Ese histórico documento fundacional de la nación mexicana —y de gran vigencia para nuestro presente y porvenir— establece que “se dictarán leyes que moderen la opulencia y la indigencia, que por ellas se aumente el salario del pobre, que mejoren sus costumbres, así como el alejamiento de la rapiña e ignorancia”.


La tarea de hacer realidad hoy esas aspiraciones del Siervo de la Nación pasa por crear, sin más demora, condiciones prácticas para que todos los mexicanos, sin excepción, puedan tener acceso al potencial informativo, educativo y de entretenimiento que posee la televisión digital. Pero sobre todo, al formidable instrumento de productividad, enriquecimiento y educación que es la red global. El acceso a internet se ha generalizado y el costo real de dicho acceso baja cada día. Esto, sin embargo, no ocurre en México con la rapidez y transparencia que se observan en otros países miembros de la OCDE. Lo que se debe, no exclusiva, pero sí principalmente a la prevalencia en nuestro país de nocivas estructuras y prácticas monopólicas en el sector de las telecomunicaciones y en el despliegue de la infraestructura digital, tanto alámbrica como, sobre todo, inalámbrica. Y a la insuficiente fortaleza de los organismos reguladores relevantes. Corregir con eficacia y celeridad estas deficiencias y hacerlo con visión de futuro es el propósito primordial de la reforma constitucional y legal en materia de telecomunicaciones que el presidente Enrique Peña Nieto ha puesto a la consideración del H. Congreso de la Unión.
La red es el espacio central donde operan los mercados globales. Ahí se hacen y deshacen las fortunas, ahí se pierde y se gana el poder político, el prestigio y el liderazgo moral. Las naciones, regiones, industrias y empresas prósperas ya no serán las que dispongan de hidrocarburos excedentes o mano de obra “barata”. Serán las más capaces para innovar y competir a escala global. Pero es improbable que estas regiones, industrias y empresas innovadoras y de alta productividad consigan emerger y consolidarse en medio de privilegios monopólicos, pesadas cargas burocráticas, regulaciones ininteligibles y políticas públicas discrecionales e impredecibles. Ahora en México urge crear las condiciones y las infraestructuras que permitan a los innovadores y emprendedores competir en terreno parejo con sus contrapartes del resto del mundo.
¿De qué sirven todos los programas y esfuerzos para impulsar a las empresas pequeñas, innovadoras y emergentes, si primero no se les brindan los medios y saberes para hacer negocios en la web? En el mundo globalizado una empresa sin página web no irá muy lejos. No será posible cumplir la desiderata de Morelos cuando todavía México sigue plagado por el azote del analfabetismo funcional. Pero tampoco será posible cumplirla sin un formidable y sostenido esfuerzo para cerrar la brecha digital. Es decir, para eliminar sin demora los obstáculos físicos, tecnológicos, lingüísticos, culturales, sociales y económicos que todavía impiden a millones de hombres y mujeres de nuestro país acceder sistemática y cotidianamente a la red global.
Los bienes de capital avanzados y los recursos humanos altamente calificados sólo pueden florecer en un contexto de apertura económica y flexibilidad social. La tecnología digital es mucho más móvil que los viejos equipos industriales. El ritmo de la innovación en las TIC es asombroso. Una nueva generación de equipos y microchips llega al mercado cada 18 meses. No hay ya arreglos rígidos y de una sola vez. El que se duerme se muere. Por fortuna, Enrique Peña Nieto está ya despertando con decisión al México triunfador.

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