20 marzo, 2013

Reforma telecom: la fiesta y la cruda

Ivonne Melgar

Reforma telecom: la fiesta y la cruda
Euforia y optimismo caracterizan lo sucedido esta semana con la iniciativa de reforma en telecomunicaciones.
Y es que las escenas de la presentación y su tratamiento en San Lázaro difícilmente podrían describirse sin recurrir en varias ocasiones al calificativo de inédito.
No sólo por las firmas del presidente Enrique Peña y de los dirigentes y coordinadores parlamentarios de los partidos participantes del Pacto por México. Inédito además porque la reforma que promete el fin de los monopolios fue aceptada sin reclamos, al menos públicos, de los empresarios afectados.


Esto resulta contrastante con otros países de la región, donde el Estado le puso límites al negocio del sector. El tema enfrentó al gobierno y al sector privado, dividió a los legisladores y a los ciudadanos en Argentina, Ecuador, Bolivia y Venezuela.
Aquí el acotamiento a los llamados poderes fácticos de la televisión y la telefonía se convierte en instrumento de reconciliación entre las principales fuerzas políticas.
Basta recordar las reiteradas ocasiones en que el senador del PAN Javier Corral denunció que los ex presidentes de su partido, Vicente Fox y Felipe Calderón, eran rehenes de los empresarios del sector, para dimensionar el tamaño del parteaguas en la relación de éstos con el Estado.
Por supuesto que ya vendrán las diferencias ideológicas en las reformas hacendaria y petrolera.
Pero por lo pronto, Peña hizo suya una bandera compartida por la izquierda y la derecha —nunca del PRI— consiguiendo doble ganancia: legitimidad en su interlocución con los opositores que se arriesgaron a pactar con él una ruta de cambios y fortaleza frente a los poderes económicos.
Con estos antecedentes, la llegada de la iniciativa a la Cámara el martes desató un ánimo de adhesión igualmente inédito. Y en menos de 24 horas, 340 diputados firmaron el documento en señal de que la aprobación en el pleno, prevista para el miércoles próximo, sólo es cosa de trámite. Mucho entusiasmo. Y sin duda poca lectura de la propuesta.
Bajo el argumento de que ese apoyo sí se ve, los 12 integrantes de la Mesa Directiva de la Comisión de Puntos Constitucionales aprobaron el miércoles el documento enviado por Peña sin moverle una coma.
Para el jueves, cuando ni siquiera habían transcurrido 72 horas de su recepción, los 30 diputados de esa comisión avalaron la reforma. Sólo hubo una abstención de Ricardo Mejía Berdeja de Movimiento Ciudadano (MC).
Los legisladores pactistas dejaron que los no pactistas presentaran sus reservas: el propio Mejía y Ricardo Cantú, del PT. Ninguna fue considerada para su discusión.
Para no lastimarse con discrepancias, PRI, PAN y PRD acordaron resolver en corto sus propuestas de modificación, con el propósito de negociar las reservas que podrían prosperar. Las demás sólo tendrán derecho de pataleo.
Hubo aplausos. La ex subsecretaria de Comunicaciones de Calderón, la perredista Purificación Carpinteyro, consideró que la reforma fue desencadenada por el movimiento #YoSoy132 y que ahora cubría sus demandas. “Yo me felicito y felicito a todos ustedes (...)  Esta será una iniciativa histórica”.
El presidente de la Comisión de Comunicaciones y vicecoordinador jurídico de la bancada del PRI, Héctor Gutiérrez de la Garza, sostuvo que la reforma era demostración de madurez y de que “los políticos estamos a la altura de las circunstancias, que sabemos dialogar, acordar, ceder y negociar, en beneficio del interés nacional”.
El secretario del PAN en la Comisión, Marcos Aguilar Vega, resumió: “En esta reforma hay plena coincidencia. Es algo que hoy debemos advertir: hay privilegio en coincidencias por encima de las diferencias”.
Y la diputada del Verde, Ruth Zavaleta aprovechó para solicitar que ya no les llamen “telebancada”.
Un legislador perredista comparó lo sucedido con una fiesta de XV años, donde todos dijeron querer mucho a la festejada, al tiempo que auguraban su gran futuro.
Un festejo en el que ninguno de los artífices del proyecto se atrevió a ventilar dudas ni sospechas. Casi la unanimidad. Una historia de abajo firmantes y manos levantadas, de nulo debate y donde la prioridad es cuidar el consenso como a un niño de brazos.
Pero toda fiesta tiene su resaca. Y ésta ha comenzado a sentirse ya al interior del PAN y del PRD.
“(Gustavo) Madero es un peñista”, susurran los blanquiazules que no pueden digerir la nueva circunstancia.
A Jesús Zambrano, presidente en turno del Consejo Rector del Pacto, no dejan de golpetearlo los radicales del PRD.
“Nos estamos desdibujando”, gritan en los dos partidos quienes alertan que las reformas únicamente serán capitalizadas por el PRI.
Sí, viene la cruda para una oposición que históricamente confirmó su capacidad política cuando le cerró al gobierno sus márgenes de maniobra.
Viene la triste resaca para una oposición que comenzará a pagar el costo del consenso, en un país donde el acuerdo ha sido sinónimo de transa.

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