26 marzo, 2013

Tres equívocos sobre la Iglesia de los pobres

O P I N I Ó N 
R O B E R T O   B L A N C A R T E 
Tres equívocos sobre la Iglesia de los pobres
El nombramiento de Jorge Mario Bergoglio como Obispo de Roma ha generado varios equívocos en el tema de la Iglesia y los pobres

El nombramiento de Jorge Mario Bergoglio como Obispo de Roma ha generado varios equívocos en el tema de la Iglesia y los pobres. Mencionaré tres de ellos: El primero es pensar que este es el único Papa que se ha preocupado por los pobres, incluso en la era reciente. El segundo es asumir que eso convierte al Papa Francisco en un personaje progresista, de avanzada y dispuesto a generar las reformas necesarias para poner a la Iglesia en consonancia con el mundo moderno. El tercero es pensar que la disyuntiva del Pontífice es una Iglesia pobre para los pobres o una Iglesia rica para los ricos. Me parece importante aclarar lo anterior porque los primeros gestos y palabras del Papa Francisco han generado enormes expectativas que, mucho me temo, quedarán frustradas. A menos que conozcamos cuáles son los límites de la Iglesia y qué significa esta opción por los pobres.

La preocupación por los pobres es por supuesto una constante en los evangelios. Y aunque no necesariamente hay que hacer una liga entre el mensaje de Jesús de Nazaret y lo que luego hizo la Iglesia (Alfred Loisy, Sacerdote condenado por el Papa Pío por ser parte del modernismo, dijo: "Jesús anunció el Reino y lo que llegó fue la Iglesia"), lo cierto es que el cristianismo tiene muchos ejemplos de dedicación a los más pobres y desvalidos; desde San Martín de Tours, hasta la Madre Calcuta, pasando por supuesto por San Francisco de Asís. La Iglesia está llena de personajes que dedican su vida a labores absolutamente altruistas; cuidan a leprosos, a enfermos de sida, a los más pobres, a los encarcelados, etcétera. Es importante señalar lo anterior porque muchos papas han tenido predilección por este tipo de personajes (recordemos la beatificación "fast track" de la Madre Teresa de Calcuta). Y sin embargo, ello no ha cambiado en absoluto la manera como la Santa Sede se ha manejado internamente en tanto que monarquía absoluta y como se ha relacionado con el mundo moderno, con los poderes políticos y con los grupos de poder. En otras palabras, su predilección por los pobres no ha significado un abandono de sus bases materiales que le permiten seguir haciendo política a nivel mundial.

En segundo lugar, sería un error pensar que la especial atención que el Papa Francisco le quiere dedicar a los pobres significa algún tipo de reforma ideológica o doctrinal profunda dentro de la Iglesia católica. Que la Iglesia se preocupe por los pobres no significa en absoluto que tenga un proyecto progresista o que haya aceptado transformar su percepción conservadora. De hecho, la mal llamada doctrina social de la Iglesia no es más que el proyecto que la Santa Sede diseñó para competir por las masas con el liberalismo y el socialismo. Los componentes de este pensamiento social católico han sido ya muchas veces expuestos: rechazo del individualismo y defensa de una noción de familia, organicismo, sueño de la alianza del pueblo y del clero contra el mundo moderno, corporativismo, búsqueda de una tercera vía entre el liberalismo y el socialismo, antiindustrialismo, anticapitalismo y por supuesto antiliberalismo. En efecto, en términos de propuesta social, el amor a los pobres se convierte en parte de un proyecto que desconfía de los modelos sociales surgidos de la modernidad y en particular del liberalismo, por representar éste la expresión política de una secularidad que resquebrajó la perspectiva integral del catolicismo. De allí que no sean extraños los discursos contra el neoliberalismo o el liberalismo provenientes de episcopados, por lo demás bastante conservadores. Para muestra un botón: en 1995 los prelados de la Tarahumara y de Guadalajara afirmaron que los obispos mexicanos "condenaban la política de corte neoliberal que ha agudizado las contradicciones sociales". Nada de qué asustarse. En enero de 1998 Juan Pablo II dijo en Cuba que estaba resurgiendo "una forma de neoliberalismo capitalista que subordina la persona humana y condiciona el desarrollo de los pueblos a las fuerzas ciegas del mercado". En el esquema social católico la idea de ganar a los pobres es central en la recuperación de un modelo integral (político-religioso) de sociedad.

Lo que nos lleva al tercer equívoco. Lo contrario de una Iglesia pobre para los pobres no es una Iglesia rica para los ricos. Lo verdaderamente contrario de una Iglesia de los pobres es una Iglesia de poder, concebida para tratar políticamente como Estado e institución global. El vaticanista Giancarlo Zizola señalaba hace años que si la Santa Sede quiere dejar de ser una Iglesia del poder, necesitaba eliminar toda forma de relación y representación política: nunciaturas, pronunciaturas y por supuesto las embajadas de otros países ante el Vaticano. En otras palabras, si el Papa quisiera realmente convertir a la Iglesia católica en una Iglesia para los pobres, lo primero que tendría que hacer es eliminar todas sus formas de representación ante el poder y dedicarse a defender sus posturas, pero no desde el poder, sino a través de su mensaje profético y evangelizador. El juego del poder sólo termina con negociaciones, alianzas y complicidades. Y así, la opción preferencial por los pobres, se vuelve, en el mejor de los casos, caridad conservadora.

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