11 marzo, 2013

Utilizar la democracia, para acabar con la democracia; ¿el gran éxito de Hugo Chávez?

Utilizar la democracia, para acabar con la democracia; ¿el gran éxito de Hugo Chávez?

Ángel Verdugo
El llanto y el dolor de miles pronto darán paso a la dolorosa realidad del desastre económico que aquél deja. 
Utilizar la democracia, para acabar con la democracia; ¿el gran éxito de Hugo Chávez?
Una vez que Hugo Chávez ha fallecido y pasen los días de luto fijados por quien se presenta como su sustituto, las cosas empezarán a decantarse. Los llantos y el dolor de miles —más fingido que real—, pronto darán paso a la dolorosa realidad del desastre económico que aquél deja el cual, debe reconocérsele, lo generó en un tiempo récord.


Pocos autócratas en el mundo, que tuvieron la oportunidad de manejar miles de millones de dólares en tan poco tiempo como Hugo Chávez, han tenido su capacidad de despilfarro.
Hoy, su gran herencia en la esfera económica, es la capacidad de tirar por el caño una riqueza que debería haber servido para elevar la calidad de vida de los venezolanos pero éstos, seducidos por el encantador de serpientes que aquél fue, deberán pagar un precio muy alto durante los próximos 20 años, cuando menos.
La borrachera de los años de Chávez, donde los más sólo alcanzaron ron barato y los muy pocos, champaña y coñac de la mejor calidad, producirá en los primeros la peor de las crudas mientras que a los segundos, lo más que les espera es un pequeño dolor de cabeza.
¿Cuál fue la herramienta que le permitió a Hugo Chávez llegar a donde llegó? ¿Qué le permitió dilapidar una riqueza prácticamente incalculable? ¿Qué hizo y con qué, para que este desastre lo haya hecho sin violentar de manera burda y violenta como sucedía con los clásicos golpes de Estado a los que nos acostumbró buena parte de los militares latinoamericanos? ¿Cómo logró, en pocas palabras, dar un golpe de Estado sin que lo pareciera?
Hoy, vistas las cosas en perspectiva, la respuesta la da el título: “Utilizar la democracia para acabar con la democracia” o si lo prefiere, “Utilizar el voto, para anular el efecto positivo del voto”.
Aquí radica el éxito de Hugo Chávez; éste, desde su intentona fallida de golpe de Estado en 1992, comprendió que ése no era el camino que lo llevaría a la meta trazada: tomar el poder, y controlarlo de manera absoluta, unipersonal y por siempre. Es decir, convertirse en un dictador como Fidel, su ideal pero con una diferencia, él tenía petróleo y los dólares que genera mientras que aquel anciano, un país en la miseria.
¿Qué hace entonces? Simplemente utiliza el arma que los golpistas clásicos jamás pensaron en utilizar: El voto democrático, para acabar con la democracia. Ésa fue su “genialidad”; la urna, no los tanques.
Lo que sucedió en las elecciones en las que participó, ya es historia; también lo es, la forma autocrática de utilizar el poder que la democracia le había conferido. Hizo lo que se planteó desde el mero principio, gobernar autocráticamente cubierto siempre con el paraguas de “la bendición democrática”. Cualquier parecido con México, es pura coincidencia.
Su método no pasó inadvertido para otros como él que, al ver su ascenso, lo pusieron en práctica en sus países; con diversos grados de aceptación ciudadana, Daniel Ortega en Nicaragua y Rafael Correa en Ecuador van hoy por la senda que dejó abierta —y muy caminada—, Hugo Chávez. ¿Los autócratas chinos, habrán estudiado ya el “Modelo Chávez”?
¿Qué sigue ahora? ¿Qué será del legado político de Chávez y del desastre económico en el que deja a Venezuela? ¿Podrá Maduro el inmaduro, controlar a las fuerzas que al fallecer el dictador le disputarán la hegemonía heredada? ¿Qué pasará con los parias —Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Argentina—, al ya no estar Chávez entre los vivos?

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