11 marzo, 2013

Chávez: el dictador… electo

Chávez: el dictador… electo

Martín Moreno

Chávez: el dictador… electo
Trepado en el cadáver de Hugo Chávez, Nicolás Maduro pretende ser candidato a la Presidencia de Venezuela —a pesar de que como vicepresidente la ley se lo impide— y, para lograrlo, recurre a dos vías tradicionales en las dictaduras: la demagogia y las armas. Maduro enarbola imagen y discurso del dictador muerto, y utiliza a los militares para llegar al Palacio de Miraflores al costo que sea.
A la sombra del fiambre, Maduro anhela el poder presidencial.


Bajo el sofisma de “hacer cumplir la voluntad del comandante” (voten por Maduro, pidió Chávez públicamente, con el cáncer acabando su vida), el vice prepara el retorno del caudillo, reencarnados obra, pensamiento y acción del chavismo, en su propia persona.
Maduro sueña ser la extensión del comandante bolivariano. De Hugo Chávez, que aunque electo siempre por el voto popular, dictador sin ninguna duda a la hora de explotar el poder.
Chávez y la paradoja histórica: un dictador… electo por el voto.
Pero el delirio de Maduro puede llevar, una vez más, a la batalla civil y militar entre venezolanos.
Allí está la amenaza patibularia del ministro de la Defensa, almirante Diego Molero: “Cumpliremos con la voluntad del presidente Chávez de votar por Nicolás Maduro, y darle en la madre a toda esa gente fascista…” (El Universal de Caracas 6/III/2013).
¿Quiénes son los fascistas, a entender de Molero?
La oposición encabezada por Henrique Capriles y compañía. Capriles fue vencido en las elecciones presidenciales en octubre pasado —obtuvo un altísimo 44% , contra 55% para Chávez— y esa noche reconoció, como el demócrata que es, su derrota.
No sabemos si Capriles alcanzará la victoria en las próximas elecciones presidenciales, ante la muerte de Chávez. Lo que sí sabemos es que, en encuestas, Capriles ganaría fácilmente a Maduro, y de allí el temor del vice a enfrentarlo en las urnas. Capriles merece ser presidente de Venezuela, y estamos seguros que algún día así será.
La amenaza de Molero es abierta y antidemocrática: o votas por Maduro o interviene el ejército. Así de sencillo y de peligroso.
Maduro —ex chofer del Metro de Caracas, ex líder sindical, político casado con la actual procuradora general de la República, Cilia Flores— es botón de una política sudamericana que no acaba de irse: las comedias kafkianas de Perón y Evita y su loca historia de amor: los excesos, romances y desvaríos de Menem; las historias truculentas y de corrupción de Carlos Andrés Pérez; los episodios de endiosamiento y latrocinio de Fujimori. Todos, como Chávez y Maduro, con un común denominador: el respaldo de sus respectivos ejércitos.
Hoy por hoy, Nicolás Maduro —la Constitución le impide, como vicepresidente, ser candidato presidencial— pretende aniquilar la democracia venezolana, bajo la amenaza velada del jefe militar: o votan por Maduro o les damos en la madre y, con ello, ser la extensión del chavismo —que no de Chávez— Ad eternum.
Llegar a comicios presidenciales bajo la advertencia militar de favorecer a un candidato es antidemocrático y vislumbra días de furia en Venezuela. Ojalá nos equivoquemos.
Pero a Maduro y a la nomenclatura chavista no les será nada fácil seguir imponiendo una dictadura electa por votos, sí, pero avalada —como vil dictadura— por la feroz persecución de Hugo Chávez a sus rivales políticos; por la censura deleznable contra la prensa crítica; por su delirio de eternizarse en el poder; por el populismo que estatizó a empresas extranjeras, cancelando ingresos y fuentes de empleos; por un gobierno que tiene a Venezuela entre los diez países más corruptos del mundo.
Molero ya perdió su autoridad ante las fuerzas armadas”, advirtió el ex ministro de la Defensa, Fernando Ochoa, quien derrotó, en 1992, a Chávez, en su intentona de golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez.
“Hay una maniobra para prolongar el poder de Maduro”, acusa Ochoa.
Pero Maduro no es Chávez.
Hugo Chávez era uno de esos personajes —más allá de excesos, represión y dictaduras— destinados a gobernar y ejercer el poder, que son cosas distintas. De la soledad y el abandono en un calabozo tras encabezar el fallido golpe de Estado, siete años después entró triunfante al Palacio de Miraflores cobijado por millones de compatriotas (recomiendo el libro Chávez sin uniforme, de Cristina Marcano y Alberto Barrera, un trabajo excepcional, equilibrado y bien investigado).
La historia de Hugo Chávez allí queda: amado u odiado. Proyectado sucesor de Fidel Castro, lo venció el cáncer antes que la democracia.
O como lo definió uno de sus críticos más constantes y brillantes: el admirado Mario Vargas Llosa:
Chávez encarnaba lo peor del caudillismo… el gran desestabilizador de la democracia”.

No hay comentarios.: