11 marzo, 2013

Chávez, el culto a la personalidad y la izquierda mexicana

Chávez, el culto a la personalidad y la izquierda mexicana

Leo Zuckermann
Les encantaba el culto a la personalidad de los grandes revolucionarios del siglo XX: Lenin, Mao y especialmente Fidel Castro. 
Chávez, el culto a la personalidad y la izquierda mexicana
Aborrezco el culto a la personalidad en la política. Venga de la izquierda o derecha. Sea por Lenin o Franco. Me choca porque denota lo que Weber conocía como una dominación carismática, es decir, que la gente le otorga legitimidad a una persona que se percibe con cualidades de santidad, heroísmo o ejemplaridad. El poder, en lugar de basarse en ordenamientos jurídicos, se basa en la fe en que un caudillo carismático lo puede todo.


Una sociedad que adora a su líder, que le rinde un extraordinario culto a su personalidad, es una sociedad a la que le faltan instituciones. El Presidente, en lugar de ser una persona que representa una institución, es el hombre fuerte, una especie de mago que tiene poderes extraordinarios, históricos, sobrenaturales, sobrehumanos. Es, en suma, el enviado de Dios a la Tierra. Y, como tal, nadie puede estar por encima del “guía del pueblo”. En un régimen carismático, la dominación típicamente pasa por un proceso emotivo entre el líder y la gente. Los discursos, de tintes religiosos, son fundamentales en este tipo de regímenes. Es más importante hacer llorar al pueblo que respetar las leyes.
La semana pasada fuimos testigos de la muerte de un personaje de estas características. Me refiero a Hugo Chávez. Seguí la cobertura de los medios venezolanos, en particular Telesur, donde los adjetivos sobre el Presidente fallecido eran superlativos. Nada de mesura, prudencia o matices. La crítica simplemente ausente. Para ellos, Chávez era el hombre perfecto. No exagero: un enviado de Cristo.
Léanse las palabras de Nicolás Maduro: “Nunca en la historia se mintió tanto sobre un hombre, ni aquí ni en el mundo, pero no pudieron porque Chávez tenía el escudo de pureza, de amor, por eso salió invicto y transparente. En su nombre, Comandante, con el amor de Cristo, perdonamos a los que lo injuriaron; esté libre usted de toda culpa que trataron de echarle”. El nuevo Presidente venezolano aseguró “Comandante, no pudieron contigo, no podrán contigo” y con lágrimas en los ojos remató: “fue un cristiano, un redentor, un Cristo de los pobres de esta tierra”.
Como gobernante cuasi-divino, Chávez no murió la semana pasada. De acuerdo con la prensa, en Venezuela se han vendido, como pan caliente, pósters con la imagen del Comandante-Presidente y la leyenda: “¡Chávez vive! La lucha sigue”. Los vendedores gritan: “Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos”.
Una venezolana entrevistada por EFE resumió así su sentir: “No está muerto, sigue en nuestro corazones, seguimos rodilla en tierra, vive su espíritu aquí”. Un hombre después de pasar más de seis horas bajo el sol para ver los restos del líder de la Revolución Bolivariana le dijo a la agencia DPA: “para mí, Chávez es papá Dios”.
No por nada el gobierno venezolano ya anunció que Chávez será embalsamado y “expuesto eternamente” para que, según Maduro, “el pueblo pueda tenerlo siempre”. Se erigirá un mausoleo en el Cuartel de la Montaña, el lugar donde el entonces teniente coronel Chávez dio su primer golpe militar en 1992.
En México afortunadamente no hemos tenido algo así en la historia reciente. Durante las épocas del autoritarismo priista sí había un culto, pero a la institución presidencial y a la persona que ocupaba dicha posición. Los adjetivos también eran superlativos para, por ejemplo, López Mateos o Echeverría, pero en cuanto estos individuos dejaban la Presidencia, sus cualidades cuasi-divinas pasaban, como por arte de magia, a su sustituto.
También era aborrecible este culto a la institución presidencial en México. En aquellas épocas autoritarias la izquierda nacional era muy crítica de esta característica de nuestro sistema político. No obstante, les encantaba el culto a la personalidad de los grandes revolucionarios del siglo XX: Lenin, Mao y especialmente Fidel Castro.
Es un mal hábito que al parecer no se les ha quitado. Hoy, por un lado, critican a los priistas que le rinden pleitesía al flamante presidente Peña pero, por el otro, se suman al coro de devoción del nuevo ícono revolucionario de la izquierda latinoamericana: Hugo Chávez. Tan sólo había que ver la cobertura de La Jornada sobre la muerte del mandatario venezolano que incluía la señal en vivo y directo de Telesur en su sitio de Internet.

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