JOSÉ ANTONIO CRESPO
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ECOS VENEZOLANOS
Evidentemente, la cerrada elección de Venezuela la semana
pasada genera un marco de reflexión comparativa con lo sucedido en México en
las 2006. Hugo Chávez – a silbidos y en forma de pájaro – adelantó a Nicolás
Maduro que ganaría la elección, pero no le advirtió que lo haría por sólo 1.6 %
de los votos.
1)
Extraña a muchos que
Henrique Capriles haya aceptado en Octubre de 2012 su derrota de inmediato, en
tanto que ahora se negó a conceder. Bueno, es que en esa ocasión la distancia con
la que perdió fue de 11 puntos, por lo que las inequidades e inconsistencias
entonces (semejantes a las de ahora) no serían determinantes en el resultado,
en tanto que ahora sí podrían serlo. No se trata en el caso de Capriles, de una
estrategia sistemática que no toma en cuenta la distancia entre punteros.
2)
Capriles denunció como
irregularidades “máquinas de votación dañadas,
centros de votación donde se expulsó a sus representantes, proselitismo el día
de la jornada, muertos que votaron y mil 176 centros donde Nicolás Maduro sacó
más votos que Chávez en Octubre”. Puede agregar una exposición mediática de
Maduro 120 veces mayor a la de su opositor. El Consejo Nacional
Electoral, claramente parcializado a favor del chavismo (cuatro de cinco
“rectores”, incluida la presidenta) decidió primeramente rechazar la auditoría
total. Pudo muy bien desde el principio ordenarla con bajos riesgos de que el
resultado preliminar cambiase, pues en Venezuela se vota por urnas electrónicas
que arrojan un comprobante (con el que el ciudadano verifica su voto) que se
deposita en urnas para realizar la “auditoría”. Bajo tal sistema, las
inconsistencias aritméticas (la diferencia entre ciudadanos que sufragan, el
número de boletas y la suma total de votos) son cero (como ya se vio en la
auditoría realizada por ley el día de la elección), a diferencia de lo que
ocurre en un sistema manual y arcaico como el mexicano. Por simples errores
humanos, cansancio y fastidio al final de la jornada, las inconsistencias aquí
suelen ser del 1.5 % en promedio (lo que opaca un resultado cuya distancia
entre punteros sea menor a eso, como sucedió en 2006). Finalmente, en Venezuela
se aceptó auditar el restante 46 % de “cajas” (aunque no hay acuerdo en cómo
hacerlo). Quizá eso ayude a distender el ambiente político, pero se hará cuando
ya Maduro tomó posesión, es decir, frente a un hecho consumado e irreversible.
3)
El régimen venezolano no
es cabalmente democrático; se asemeja en mucho a lo que en México fue el
régimen priísta (salvo en las urnas electrónicas, que no es poca cosa); una
democracia formal que encubre esencialmente un autoritarismo. La inequidad de
esta elección (como en las que ganó Chávez) fue enorme. Y además no se permiten
las protestas consecuentes, sino que se les ve como un movimiento golpiesta.
“Mano dura contra los fascistas”, proclama Maduro. Y Diosdado Cabello, jefe de
la bancada chavista, advierte: “No tendrá derecho
de palabra ningún diputado que no reconozca al compañero Nicolás Maduro, no le
voy a dar el derecho de palabra. Si quieren se paran y se largan, váyanse con
el fascismo… Si no reconocen al Presidente, yo no los reconozco como
diputados”. Y acto seguido, purgó de opositores a las comisiones legislativas.
¿Qué se diría en México si Manlio Fabio Beltrones o Emilio Gamboa
hicieran lo propio con legisladores de izquierda?
4)
Afloran en
este caso los dobles raseros en los actores internacionales; en México,
muchos obradoristas ven en Venezuela una democracia perfecta, y sus elecciones
como impecables, justas y equitativas. Cuando la izquierda pierde, sus
protestas son legítimas (aun si violentan la ley en ello); pero cuando la
“derecha” lo hace, incurre en un intento golpista. Y es que todo lo que haga la
“derecha” en cualquier parte del mundo, está mal por definición, y lo que haga
la izquierda, pues es lo correcto. Los parámetros democráticos no importan,
sólo los ideológicos. Por su parte, el gobierno norteamericano exigió un
recuento amplio, pero no tiene autoridad moral para ello cuando su Suprema Corte
impidió en Florida, el año 2000, que se concluyera un recuento total que
hubiera dado el triunfo a Al Gore.
5) En más de un sentido, es mejor que un chavista encare
la desastrosa situación económica que dejó como legado el populismo de Chávez, pero lo hará en una
situación política innecesariamente más delicada y fragil de lo que ya lo era bajo el comandante.
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