por Robert A. Levy
Las quejas de fervientes defensores de los derechos de los estados se
han vuelto más bulliciosas conforme se acerca la percibida
extralimitación del gobierno federal en áreas tales como la atención
médica, la reforma migratoria, la regulación de la marihuana y el
control de armas.
De hecho, el 13 de marzo el congreso de Oklahoma votó de manera
abrumadora para invalidar la legislación característica del presidente
Barack Obama, la Ley de Atención Médica Asequible. El proceso se conoce
como anulación. Pero, ¿es esto constitucional?
En resumen: (1) los funcionarios estatales no tienen que hacer cumplir
las leyes federales que el Estado ha determinado que considera
inconstitucionales; ni puede el congreso ordenar que los estados
promulguen leyes específicas. Pero, (2) los estados no pueden bloquear a
las autoridades federales que intentan hacer cumplir una ley federal a
menos que una corte haya determinado que esa ley es inconstitucional. Y,
(3) los individuos no están exentos de la prosecución por parte del
gobierno federal solamente porque el Estado donde ellos residen ha
legalizado una actividad o pronunciado que una ley federal es
inconstitucional; si son condenados, los individuos pueden intentar
vindicar sus derechos constitucionales ante un tribunal.
Examinemos cada una de estas preguntas:
Primero, ¿es obligación que los estados hagan cumplir leyes federales y
creen programas regulatorios que el congreso ordena? La respuesta en
ambos casos es “No”.
En el caso de 1997, Printz v. EE.UU., la Corte Suprema decidió que el
gobierno federal no podía ordenar a las autoridades de ejecución de la
ley de un estado realizar chequeos de antecedentes criminales de los
potenciales compradores de pistolas.
En un caso de 1992, Nueva York v. EE.UU., la Corte decidió que el
congreso no podía requerir a los estados que promulguen regulaciones
especificadas de eliminación de desechos.
La segunda pregunta es más difícil: ¿Puede un estado impedir a las
autoridades federales hacer cumplir su propia ley si el estado considera
que esa ley es inconstitucional? La respuesta es “No”, aunque los
partidarios más radicales de la anulación no estarían de acuerdo. Ellos
señalan las resoluciones de Kentucky y Virginia de 1798 y 1799, en las
cuales Thomas Jefferson y James Madison afirmaron el derecho de un
estado de anular las Leyes de Extranjeros y de Sedición.
Pero considere esas resoluciones en contexto: Jefferson y Madison habían
argumentado que los estados deben tener la última palabra porque la
Constitución no había establecido expresamente una autoridad final para
cuestiones constitucionales.
Cuatro años después, en Marbury v. Madison, el juez titular John
Marshall resolvió esa omisión. Él escribió: “Es enfáticamente el área y
el deber del departamento judicial decidir lo que la ley es”. Desde ese
entonces, en lugar de que 50 estados independientes tengan sus propias
opiniones acerca de la constitucionalidad, tenemos una Corte Suprema
estableciendo una regla uniforme para toda la nación.
Los Padres Fundadores estuvieron de acuerdo. En “Federalista 78”,
Alexander Hamilton había escrito: “la constitución limitada….puede ser
preservada en la práctica de ninguna otra forma que a través del medio
de las cortes de justicia, cuyo deber debe ser declarar nulos todos los
actos contrarios al tenor manifiesto de la constitución”. Madison
compartió esa opinión. Él escribió: “Los tribunales independientes…serán
una defensa impenetrable en contra de cualquier toma de poder por parte
del legislativo o el ejecutivo”.
Incluso antes de Marbury, la Asamblea General de Virignia había aprobado
el reporte 1800 de Madison. Este reconocía que los estados pueden
declarar a las leyes federales inconstitucionales; pero la declaración
no tendría efecto legal a menos que las cortes estuviesen de acuerdo.
Aquí está lo que Madison escribió: las declaraciones de los estados “son
expresiones de opinión, (intencionadas solamente para) excitar la
reflexión. Las exposiciones de la rama judicial, por otro lado, son
llevadas a efecto inmediato”.
Madison también publicó sus Notas sobre la anulación en 1834.
Ahí, escribió que un estado individual no puede anular unilateralmente
una ley federal. Ese proceso requiere de una acción colectiva por parte
de los estados. De igual forma, Las Resoluciones de Kentucky de
Jefferson habían descrito la anulación como un acto de "los varios
estados" que formaron la Constitución.
Además, siete estados rechazaron las resoluciones similares a las de
Virginia y Kentucky; seis estados aprobaron resoluciones alternativas
sosteniendo que la constitucionalidad era algo que las cortes tenían que
decidir; cuatro estados no tomaron acción alguna. Ningún otro estado
siguió el camino de Virginia o Kentucky.
Desde ese entonces, los intentos de anulación han fracasado en tres
ocasiones: En 1828, Carolina del Sur intentó anular dos aranceles
nacionales. El presidente Andrew Jackson declaró que la anulación era
traición; el congreso autorizó a Jackson para enviar soldados, y el
estado se retractó. En 1859, la Corte Suprema rechazó la anulación en
Ableman v. Booth.
Booth había frustrado la recaptura de un esclavo en violación de la Ley
de Esclavos Fugitivos. La Corte Suprema de Wisconsin decidió que el acto
era inconstitucional, pero la Corte Suprema de EE.UU. reinstauró la
convicción. En 1958, luego de que los estados sureños se negaron a
integrar sus escuelas, la Corte Suprema en Cooper v. Aaron sostuvo que
la anulación “no es una doctrina constitucional…es un desafío ilegal de
la autoridad constitucional”.
Los fans de la anulación están esperando que los estados limiten la
tiranía federal. Pero a veces el asunto es al revés; los estados también
son tiránicos. De hecho, si los gobiernos de los estados y locales
pudiesen invalidar la ley federal, Virginia hubiese continuado con su
prohibición a los matrimonios inter-raciales; y las prohibiciones
constructivas de armas seguirían vigentes en Chicago y en otras partes.
Finalmente, la tercera pregunta: Si un estado considera que la ley
federal es inconstitucional, ¿cuál es el remedio adecuado? La respuesta
es clara. Como la Corte Suprema es la autoridad final, el remedio es una
demanda que ponga en tela de duda la constitucionalidad de la
regulación o estatuto federal en cuestión.
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