04 abril, 2013

Mi primer día como presidente de Heritage



Queridos patriotas,
Hoy es mi primera jornada como presidente de la Fundación Heritage y lo primero que quiero hacer es darle las gracias a mi predecesor, Ed Feulner, por la institución que ha forjado durante estos 36 años. Lo segundo que haré es decirles que no modificaremos el optimismo y el orgullo sin límites por nuestro país, que es lo que esperan cuando se acercan a la Fundación Heritage, así como tampoco nuestro compromiso para asegurarnos de que Estados Unidos permanece como faro de libertad para el mundo.


La Fundación Heritage siempre ha creído que los valores que hicieron grande a Estados Unidos (honestidad, diligencia, coraje, decisión) deberían constituir nuestra acción política y nuestras instituciones públicas. Nunca debemos olvidar las ideas y principios que hicieron de Estados Unidos la nación más fuerte y próspera de la historia.
Nuestros principios permanecerán iguales, pero constantemente necesitaremos ideas  innovadoras de acción política para abordar nuevos problemas en nuestra nación. Los expertos e investigadores de la Fundación Heritage se ocupan cada día de idear soluciones para nuestros múltiples desafíos nacionales. No necesitamos nuevos principios. Nuestros valores han soportado la prueba del paso del tiempo. Es importante que tracemos esa distinción entre valores atemporales que han estado con nosotros durante siglos y las nuevas políticas de actuación que necesitaremos en el siglo XXI.
He estado viajando por todo el país desde que fui elegido para suceder a Ed y puedo informarles de que nuestro país es un reflejo de lo que funciona y de lo que no. Después de 50 años de normativas progresistas, Detroit está en quiebra, tanto cultural como financieramente. Hay más de 400 licorerías en Detroit, pero ni una sola cadena de supermercados. Y estados como California, que han estado controlados por los progresistas durante décadas, pronto podrían seguir el camino de la llamada “Ciudad del Motor”.
Sin embargo, los principios conservadores están funcionando mientras que los esquemas progresistas están fracasando. En Luisiana, están haciendo que sus escuelas funcionen al ofrecerles a los padres la libertad de elegir. En Míchigan, han alcanzado libertad para trabajar.
A pesar de estar enfrentándose a grandes inconvenientes, los americanos no están cediendo.
La semana pasada, en Carolina del Sur, el equipo de la Fundación Heritage se reunió con Lisa Stevens. Ella había trabajado en la Junta Estatal de Educación y se le comunicó que no había nada que se pudiera hacer para arreglar algunas escuelas de secundaria de ese estado. Lisa no abandonó en su empeño y luchó contra los reguladores estatales hasta que ella y un grupo de padres consiguió abrir la Escuela Chárter Langston, por cuyas 450 plazas compiten ahora 1,500 estudiantes.
También nos reunimos con Willard Gálvez, que cuando perdió su empleo en 2010, él y su esposa decidieron que no querían depender de otros para que los sustentaran a ellos y a sus cuatro hijos, de modo que abrieron su propia empresa.
Las normativas progresistas han destruido familias y comunidades y han creado una enorme dependencia del gobierno. Volver a cohesionar a nuestra sociedad exigirá ardua labor.
Ahí está el ejemplo de Obamacare. Nuestro gobierno ha estado haciendo promesas que no puede cumplir. Medicare y Medicaid mantienen un rumbo insostenible, poniendo en riesgo la atención médica de mayores y pobres.
Las promesas de Obamacare son la causa de los retos fiscales que afrontamos, pero esa no es su peor consecuencia. Obamacare hace que millones de americanos dependan del gobierno para su atención médica. Para 2021, cerca de la mitad de todo el gasto en atención médica estará controlado por el gobierno. Para proteger al país de ese momento crítico, el Congreso debe frenar el nuevo gasto requerido para la ampliación de Medicaid y para subsidiar las coberturas de Obamacare.
La dependencia es una plaga que mina nuestro carácter nacional y debilita los valores que nos hicieron llegar a ser un referente para el resto del mundo.
A día de hoy, más gente que nunca (69.5 millones de americanos, desde estudiantes universitarios a jubilados, pasando por los beneficiarios de la asistencia social) dependen del gobierno federal para su alojamiento, alimentación, ayudas económicas y académicas o para cualquier otro tipo de ayuda que en otro tiempo se consideraban una responsabilidad individual, familiar, del vecindario, de las iglesias o de otras instituciones de la sociedad civil. Estados Unidos debe cambiar el rumbo de esta tendencia o tendrá que afrontar un colapso económico y social.
Y la familia, que es la herramienta social más importante para combatir la dependencia del gobierno, también está siendo atacada. La Corte Suprema está estudiando los casos de dos leyes relativas al matrimonio y, afortunadamente, los jueces defenderán el matrimonio tal y como lo hemos conocido desde los albores de la humanidad.
Sea cual sea la decisión que tome la Corte en junio, la Fundación Heritage redoblará sus iniciativas para restablecer la cultura del matrimonio en este país, particularmente entre los miembros más vulnerables de la sociedad. Sabemos que los niños nacidos y criados fuera del matrimonio tiene cinco veces más posibilidades de sufrir la pobreza. El matrimonio es anterior al gobierno, por lo que las políticas públicas o bien atestiguan esa verdad o bien estarán mintiendo acerca de esta institución fundamental.
La última puntualización que quiero hacer es acerca del sector energético y del intento del gobierno federal por microadministrarlo. Nunca ha habido tantas esperanzas (ni tantos obstáculos) para la exploración y desarrollo de los recursos naturales de la nación. La producción de energía en tierras estatales y de propiedad privada está aumentando, mientras que la producción en tierras federales se ha ralentizado o es inexistente debido a que enormes extensiones del territorio, tanto terrestre como marítimo, se encuentran completamente fuera de los límites legales de explotación.
El Congreso y el gobierno federal tienen que abrir el acceso a los recursos de Estados Unidos existentes en las tierras de titularidad federal y finalmente transferir los procesos de regulación y de concesión de permisos a los reguladores de los estados en los que se encuentren dichos recursos energéticos. Esta es una de las claves para hacer que nuestra economía se ponga en marcha de nuevo.
Les prometo que la Fundación Heritage no dejará de trabajar en estos y otros muchos temas en años venideros. Todos los que la conformamos pondremos nuestro granito de arena para restituir la sociedad americana tal y como era. Eso se lo garantizo a Uds. desde el primer día.
Sinceramente,



Jim DeMint
Presidente

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