01 abril, 2013

El fetichismo de Chávez

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Si alguien supo explotar al máximo el fetichismo religioso se llama Hugo Chávez pero para construirse una mitología alrededor de su figura, no solo porque quería y no pudo eternizarse en el poder sino en el espíritu de sus seguidores después de muerto. Así lo muestran las consignas que corean ante su cadáver en la Capilla Ardiente de que ahora el “supremo” comandante  “no ha muerto, sigue vivo”.
En la larga fila que conduce hasta el salón principal de la Academia Militar,  que permanecerá abierta hasta este viernes 15  para que los simpatizantes puedan despedirse del líder antes de mudar su féretro al Museo Histórico conocido como el Cuartel de la Montaña, se han instalado toda clase de “buhoneros”, como llaman en Venezuela a los vendedores ambulantes que han hecho su agosto durante las dos semanas de los funerales.
En los tarantines improvisados, las mantas en el suelo y en los brazos de “lloronas”, los buhoneros venden todo tipo de recuerdos del “supremo líder”, desde gorras hasta muñecos vestidos de militar con gorras rojas, bustos de su efigie como para colocarlo en un altar, crucifijos, estampitas y las últimas fotografías con sus hijas María Gabriela y Rosa Virginia, toda una industria del fetichismo.
Rosario con la imagen de Chávez
Rosario con la imagen de Chávez
Pero lo más sorprendente es que regalan unos rosarios rojos con la cara de Chávez en lugar de la Virgen María, que el Padre Chulalo de Barquisimeto, estado Lara, ha rechazado.
Bustos para un altar
Bustos para un altar
Para completar el “combo” o “kit” de la quincallería chavista, los oficialistas regalan a los invitados especiales entre dignatarios, personalidades, intelectuales de izquierda y periodistas aliados, un paquete completo de los libros y biografías que se han publicado ensalzando su liderazgo. También relojes con la imagen de Chávez. Su amigo Sadam Hussein también regalaba relojes de pulsera con su cara a los invitados extranjeros.
Muñecos de Chávez
Muñecos de Chávez
El internacionalista Aníbal Romero en su artículo de El Nacional cita a Sigmund Freud para explicar el fenómeno del furor y llanto colectivo que despierta la muerte de Chávez.  “Las multitudes no han conocido jamás la sed de verdad. Piden ilusiones, a las cuales no pueden renunciar… Lo irreal actúa sobre ellas con la misma fuerza que lo real”.
Y alega que el gran mercader de ilusiones que fue Hugo Chávez acabó con la esencial diferencia entre verdad y popularidad, y no pocos han caído en la trampa. “Inoculó un veneno en el alma colectiva de los venezolanos que se llama odio, resentimiento y división”.
Los fetiches de Chávez y su mitificación no tienen mucho futuro debido a la memoria corta que los venezolanos tienen sobre sus políticos y gobernantes. Tarde o temprano se sabrá la verdad sobre su enfermedad y su muerte, y el líder caerá como todos los ídolos de barro.

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