30 abril, 2013

El gobierno es de mi papi

Leo Zuckermann
Como sucede con muchos gobernantes, Humberto Benítez educó muy mal a su hija, en la tradición patrimonialista del siglo pasado. 
El gobierno es de mi papi
En México hay una idea muy arraigada entre aquellos que nos gobiernan: piensan que el gobierno es de su propiedad. Esta mentalidad no sólo la tienen los funcionarios públicos. También la transmiten a familiares, amigos y correligionarios de partido. De esta forma, con toda naturalidad, sin empacho ni vergüenza, utilizan los recursos del gobierno como si fueran suyos: oficinas, computadoras, dinero, automóviles, casas, aviones y todo tipo de personal según se requiera, incluyendo escoltas para una “calentadita” o inspectores que puedan clausurar un negocio. ¿Por qué no? Faltaba más: ¡si para eso es el gobierno, carajo!


Es lo que le pasó a la famosa #LadyProfeco. Como le negaron una mesa en un restaurante de la Ciudad de México, mandó a los inspectores de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) a clausurarlo. Claro: es que su papi es el señor-procurador. Yo no sé si Andrea Benítez le llamó directamente a su progenitor o a alguno de sus subordinados, pero el hecho es que alguien en la Profeco, ante la molestia de la hija del jefe, envió a inspectores a clausurar el establecimiento que osó negarle una mesita a la “pobre Andreita”.
El asunto, por fortuna, causó un escándalo. Y es que hoy, a diferencia del pasado, existe una sociedad más despierta, menos miedosa del gobierno, y que cuenta con las poderosas herramientas de las redes sociales. Ante el evidente abuso de poder de la #LadyProfeco, los comensales del restaurante tomaron fotos y videos que subieron a internet. Alguien llamó a los medios de comunicación. Los inspectores, que estaban a punto de clausurar el establecimiento porque encontraron un par de violaciones ridículas en las 500 mil leyes que existen en nuestro país (una de ellas sobre el tipo de mezcal que se puede vender), salieron despavoridos del lugar.
Se trata de un problema de educación de nuestra clase política. Como suele suceder con muchos gobernantes, el procurador Humberto Benítez educó muy mal a su hija, en la tradición patrimonialista del siglo pasado. En lugar de enseñarle que los funcionarios públicos y su familia deben comportarse de manera ejemplar, ser los primeros en respetar la ley y cuidar los recursos públicos de los contribuyentes, la adiestró para utilizar el gobierno como si fuera de su propiedad. ¡Ay, mi hijita, para qué sirve el poder, chingá, si no es para conseguir una buena mesa en un restaurante! ¡Más vale que se la den, cabrones, porque si no les mando a mis inspectores a clausurar este changarro!
Prepotencia dura y pura.
Por cierto, esta idea de abusar de los recursos del gobierno no es exclusiva de los priistas. Al senador Miguel Barbosa del PRD, quien exige la renuncia del procurador Benítez por lo que hizo su hija, le recuerdo lo que un gobierno perredista le hizo al escritor Luis González de Alba: le clausuraron un bar gay para castigarlo por sus posiciones críticas frente a la izquierda que gobernaba la capital.
Recupero la historia en voz del propio González de Alba: “El PRI, con todos sus detestables defectos, tenía una ventaja: no negaba su corrupción. La inspección de un negocio detectaba sin falta algunos incumplimientos. Se arreglaba con 500 pesos. Con el PRD, el propietario se enfrenta al Hombre Nuevo, al Proyecto Histórico… y también se vende, pero cuesta 50 mil pesos. Mi bar El Taller, en la delegación Cuauhtémoc del DF, tuvo muchas inspecciones en la era del PRI. Ninguna encontró motivos para clausura. Pero nomás llegaron los Faros Rojos y vino una clausura por no tener estufa de gas. ‘En un sótano’, alegué, ‘me deberían clausurar por sí tenerla’. La estufa eléctrica no fue válida. No puse estufa de gas. La segunda fue porque no teníamos la lista de precios en Braille… Sí, para que el marica ciego no deba preguntar a su mesero el precio del vodka-tonic. La clausura duró un año y un mes”.
Lo que está sucediendo en Veracruz, con la presunta utilización de recursos públicos a favor de la campaña del PRI, también viene de la idea patrimonialista del gobierno. Los funcionarios veracruzanos piensan que el dinero de los programas sociales no es de los contribuyentes sino del partido que ganó el gobierno y que hoy lo reparte a la gente pobre de ese estado.
En fin, que en México hay múltiples historias que desgraciadamente muestran que todavía hay muchos funcionarios que no entienden que los recursos del gobierno no son de ellos y que, por tanto, no los pueden utilizar a su antojo.

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