19 abril, 2013

Explosión en Venezuela



Explosión en Venezuela
René Avilés Fabila

Hace tiempo no encontraba en los medios nacionales e internacionales tanta unanimidad como en el caso electoral de Venezuela. Todos coinciden en señalar que se ha convertido en un polvorín con mecha muy pequeña. 

La acentuada división política venezolana no es novedosa, existe desde que Hugo Chávez llegó al poder y declaró que conduciría a su nación a un “socialismo bolivariano”, sin duda pensando en las muchas referencias que la dirigencia cubana ha hecho a José Martí. 

En ambos casos no pasa de ser una metáfora política: ni uno ni otro héroe tenía en su bagaje ideológico contemplado el socialismo. Bolívar murió antes que Marx apareciera en los anales de la cultura política, mientras que el cubano estaba preocupado por cometer la hazaña de echar a los españoles de la Isla. 


En sus tiempos otras eran las ideas predominantes. Pero he aquí que de pronto ambos estaban luchando desde el más allá en favor del comunismo. De muchas maneras, tanto a los Castro como a Chávez les funcionó. Pero más debido al carisma personal de Fidel y del venezolano. 

En el caso cubano, el nuevo ideario viene de una revolución armada. Había que darle, por un lado, al pensamiento de Marx y Lenin un toque latinoamericano, por el otro evitar en lo posible el miedo que en aquellos años existía en Occidente, durante la Guerra Fría, por el marxismo.

En Venezuela Chávez gobernaba con algún margen de superioridad numérica. Carismático, dicharachero, parlanchín, peleonero y demagogo supo manejar al país con extraña habilidad. Pero, pese a saberse enfermo, no fue capaz de preparar a sus sucesores. O si pensó que Nicolás Maduro, realmente lo estaba, se equivocó. 


En sus manos y en los trinos del pajarito que lo acompaña (como a Francisco I. Madero le hablaban los espíritus del más allá), el capital político de Chávez se ha venido diluyendo con celeridad. 


Si antes el chavismo ganó con un margen convincente, ahora apenas lograron el triunfo con el uno por ciento, lo que en términos reales divide a Venezuela en dos mitades perfectas y a los simpatizantes de Capriles convencidos de que el estilo mexicano es la solución: contar voto por voto, casilla por casilla, que fue en dos casos la argumentación de López Obrador.

De cualquier forma, los opositores al chavismo se han radicalizado, al ver los errores de Maduro y la ausencia de talento e impacto en el electorado, ahora han salido a las calles y actuado no con prudencia sino con furia. Eso es riesgoso. 


Como sea, la legalidad, mientras no se muestre lo contrario, le es favorable al sucesor de Chávez. De su lado están, al parecer, las fuerzas armadas. Es de muchas formas una copia del caso mexicano de 2006, sólo que en otro contexto.

Las tiranías a menudo tienen un fuerte soporte. En Chile, el pinochetismo siempre contó con apoyo de masas. Cuando al fin el tiranuelo Pinochet perdió en un referéndum, fue por poco menos de la mitad. Dicho en otros términos, el conservadurismo chileno tiene una buena porción de militantes. Al menos en aquellos años cuando asesinaron a Salvador Allende.

El apretado triunfo de Maduro le garantiza una victoria pírrica. Su poder no durará mucho. Ya sin el pajarito, el sueño de un “socialismo bolivariano”, temeroso de Dios, no resistirá más. El poder radicaba en la figura de Hugo Chávez. 


Maduro a su lado, nunca creció, fue siempre un segundón con buena fortuna. Si bien le va, estará en la presidencia su periodo completo. Pero cuando venga el nuevo proceso electoral, en el cual participe Capriles o no, desaparecerán las ideas de Chávez y surgirá un tono más amable hacia Estados Unidos y sus aliados.

La oposición nada ganará tomando las calles y pidiendo a gritos la salida de Nicolás Maduro. Lo sensato es esperar a que ocurra el natural desgaste del chavismo y termine por desaparecer. De lo contrario, podrían fortalecerlo al azuzar con la violencia y enfrentar a las fuerzas armadas. Ocupar calles y avenidas, vociferar, lo vimos en México, de nada ha servido. Más si con su conducta belicosa provocan al Ejército. Ya hay muertos y heridos.

Maduro a su vez también ha endurecido el tono, si en principio dijo bienvenido el recuento, ahora advierte que “más temprano que tarde, Capriles estará ante la justicia”. De tal forma que si el líder opositor juega con fuego, bien podría salir quemado. 


A él le cabe la prudencia y la habilidad de moderar la rabia de sus partidarios y ver el futuro, sacarle provecho a los muchos errores que ha cometido Nicolás Maduro y a los que se avecinan una vez que se sienta dueño de la situación. 


A Capriles le convendría valorar el tiempo y no pensar en ocupar la silla presidencial con gritos e insultos. El tiempo está de su lado. Lo grave es que Venezuela tomará un rumbo más acorde con el modelo neoliberal de la globalización. Pero eso es algo irremediable. 


Ex guerrilleros y ex comunistas han llegado al poder no para ejercer la “dictadura del proletariado” sino para tratar de darle al capitalismo imperante un rostro menos severo. Por ahora, Venezuela es un país de futuro político incierto y economía ruinosa.

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