La reforma migratoria: ¿al fin?
Por Alvaro Vargas Llosa
Esta semana
(¿milagro de Pascua?) la "banda de los ocho", un grupo de senadores
estadounidenses de ambos partidos decididos a sacar adelante una reforma
migratoria, planteará formalmente su propuesta al Congreso.
Los últimos
años han asestado un golpe demoledor a los argumentos en contra de una reforma
integral. Entre ellos, que es indispensable sellar la frontera antes de
proceder.
La inmigración ha caído como por un tubo: en el caso de los mexicanos, en 2011 ya salían de
Estados Unidos tantos como entraban y en este momento los primeros superan a
los segundos. El número de mexicanos indocumentados se redujo en casi un millón
entre 2007 y 2011. El de detenciones en la frontera es el más bajo desde 1971.
¿Cuál es la
causa de esto? ¿Es el aumento de la seguridad en la frontera o el mercado, o
sea una menor demanda por sus servicios?
El hecho de
que se duplicara entre 2000 y 2010 la cifra de patrullas fronterizas y de camas
en los centros de detención sugiere que el aumento de la vigilancia,
especialmente desde la Ley del Cerco Seguro del Presidente Bush en 2006, tuvo
mucho que ver. Pero en los años inmediatamente posteriores a esas medidas
draconianas la población inmigrante en los diez estados con el mayor número de
indocumentados aumentó en casi medio millón. El que, a partir del inicio de la
recesión, la inmigración ilegal cayera en dos tercios y las solicitudes para
visados que permiten trabajar en Estados Unidos se redujeran estrepitosamente
indica que el mercado fue un factor clave. Pasó igual tras el estallido de
la burbuja de las "puntocom" en 2000 y otras recesiones
anteriores.
Una
inmigración negativa significa o bien que la frontera está lo más segura
posible a menos que el país se vuelva totalitario, o bien que la inmigración es
mucho más sensible a las condiciones internas que al reforzamiento de la
frontera y por tanto carece de sentido poner como condición para hacer la
reforma que la frontera esté sellada.
A juzgar por
lo que sucede con el voto republicano entre los hispanos y asiáticos, el
creciente impacto electoral de los inmigrantes augura malas cosas para quienes
se opongan a la reforma que será propuesta. El procentaje de votantes que
son latinos no para de crecer: pasaron de 5 por ciento en 1996 y a 10 por
ciento en 2012 (3 por ciento en el caso de los asiáticos). Los hispanos y los
asiáticos votaron por los demócratas por un margen de 3 a 1 el año pasado.
Si persiste
la percepción de que los republicanos se oponen a la inmigración, los hispanos
podrían volverse un voto cautivo del Partido Demócrata, como los
afroamericanos. Los adversarios de la reforma afirman que legalizar a millones
de indocumentados será regalar millones de votantes a los demócratas. Sin
embargo, distintos líderes republicanos obtuvieron el respaldo de un porcentaje
alto de hispanos en su día, incluidos Ronald Reagan y George W. Bush; ambos
captaron a más del 40 por ciento.
En cuanto a
los argumentos económicos y culturales en contra de legalizar a millones de
indocumentados y aceptar a otros en el futuro: han sido desacreditados por la
realidad.
En lugar de
arrebatar empleos a los nativos, los trabajadores extranjeros han hecho
crecer el pastel económico. El economista Ben Powell estima que han añadido
un mínimo de 36 mil millones de dólares a la economía estadounidense. Al igual
que las mujeres y los nacidos tras la Segunda Guerra Mundial, dos añadidos
masivos al marcado de Estados Unidos desde 1950, no han causado una subida del
desempleo de largo plazo. Antes de la actual recesión, la tasa de paro en
Arizona era de apenas 4 por ciento aun cuando uno de cada diez trabajadores era
indocumentado.
Culturalmente,
los inmigrantes no difieren mucho de los nativos. Profesan una religión, la
proporción de personas que trabaja por cuenta propia y emprende negocios es muy
similar y, a juzgar por el hecho de que la mitad de ellos vive con una esposa o
esposo y un vástago, creen en la familia. Tal vez esto explique por qué el
proceso de asimilación no tarda más que en anteriores olas migratorias.
Ha surgido,
por fin, la oportunidad de una reforma. Ojalá que no la desperdicien porque
podrían pasar muchísimos años antes de que vuelvan a darse las condiciones.
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