26 abril, 2013

La sociedad que no se indigna

Ana Paula Ordorica
En México, ¿por qué un ataque terrorista pasa, sin que los culpables respondan por sus actos y sin que los ciudadanos exijamos que eso suceda? 
La sociedad que no se indigna
Cuando la información sobre los dos bombazos comenzó a fluir el pasado 15 de abril, el interés por saber ¿quién?, ¿por qué?, ¿para qué? habían colocado las bombas en la meta del Maratón de Boston no se hizo esperar.
Estas preguntas se han ido respondiendo poco a poco y gracias no sólo a que el gobierno federal, el local y las instituciones de inteligencia se propusieron llegar al fondo del asunto. Mucho tuvo que ver la participación de la sociedad.


El envío de videos, fotos y las pistas que dio al FBI una de las víctimas que batallaba entre la vida y la muerte tras haber perdido además de sus dos piernas, una cantidad importante de sangre, fueron fundamentales para dar con los hermanos Tsarnaev en tan sólo cinco días.
Cinco días marcados por indignación, dudas, pero también investigación y trabajo de inteligencia.
Muy distinta es la historia cuando la sociedad no se indigna, no exige respuestas de las autoridades y pasa a la siguiente noticia de última hora.
Como cuando explotaron las dos granadas en el Grito de Independencia en Morelia el 15 de septiembre de 2008.
Entonces, la noticia fue primera plana unos cuantos días y las autoridades respondieron con discursos que hablaban de la necesidad de reforzar la seguridad; la promesa de que se daría con los responsables y el pésame a las familias de los ocho fallecidos y los más de 100 heridos.
Entre estos fallecidos estuvo un menor de edad, de apenas 13 años, su abuela y, hasta donde la información siguió el tema, su madre se encontraba grave en el hospital con la tráquea perforada por las esquirlas.
Pero más allá de las palabras de las autoridades, la indignación, la solidaridad; el enojo de la sociedad brillaron por su ausencia.
Y por ello, como bien hizo el recuento Carlos Puig en su columna del martes pasado en Milenio, las autoridades, encabezadas por Marisela Morales, entonces titular de la SIEDO, presentaron 12 días después a unos individuos como culpables.
Se dijo que se les encontró por una denuncia anónima. Aparecieron golpeados tras haber aceptado su culpabilidad. Posteriormente, las esposas de los individuos presentaron pruebas de que la noche del 15 de septiembre habían estado en Lázaro Cárdenas y no en Morelia.
La similitud de lo ocurrido —bombazos en medio de un evento que debía ser de fiesta— no deja de generarme la duda de por qué en Boston hubo solidaridad, enojo, unidad y trabajo que llevó a que cinco días después los estadunidenses tuvieran respuestas a las preguntas básicas de un evento terrorista como el que vivieron.
Y por qué en México no nos ocurre algo parecido. ¿Por qué un ataque terrorista pasa, sin que los culpables respondan por sus actos y sin que los ciudadanos exijamos que eso suceda?

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