Ante un mundo navegando la
tormenta de economías en declive, un mundo hundido en la confusión, el
manto del estatismo encabezado por Barak Obama de nuevo cubriendo el
planeta, vale la pena revisar la obra que retratara América Latina hace
unos años. La frustrada historia de una seria transformación política y
económica al sur de los EU fue narrada en el libro; "La Revolución
Capitalista en América Latina", escrito por Paul Craig Roberts y Karen
Araujo.
La tragedia de América Latina, explican, es que durante los últimos 500
años sus países han vivido sólo bajo mercantilismo, planeación central y
autoritarismo. Durante los siglos de dominación española, las
autoridades de Madrid impusieron estrictos controles en la vida
económica de sus colonias. Cada fase de la producción, distribución,
consumo e intercambio, ha estado monopolizada y regulada por el Estado o
a través de privilegios políticos depositados en los diferentes
jugadores en este póquer de naipes marcados. Por lo mismo, la carga
fiscal ha sido opresiva e insoportable, el saqueo incontrolable.
Las recompensas del control político sobre las diferentes actividades
económicas de la sociedad fueron tan grandes, que era muy popular el
tener subastas públicas para comprar esa posiciones regulatorias e
impositivas de la Corona de España. Corrupción, mordidas y robo eran los
medios más rápidos y lucrativos de adquirir riqueza. Las únicas
avenidas para enriquecerse eran la Iglesia católica, el mercado negro, o
el servicio público.
El espíritu individualista, la libre empresa y la competencia abierta,
eran totalmente desconocidos. Aun cuando hubo algunos intentos para
limitar el poder del Estado sobre las actividades económicas en el Siglo
19, el Siglo 20 se distinguió por el reforzamiento de la herencia
política y económica colectivista. América Latina ha estado dominada por
socialismo, estatismo, corrupción y "el Estado benefactor".
Los autores explican cómo nuestros países funcionan en lo que llaman
"sociedades cerradas." Sociedades en las cual los mercados están
regulados o monopolizados por el Estado, sin libertad para la actividad
empresarial del individuo, creatividad, para tomar riesgos, exploración,
innovación, etc. La sobrevivencia en las sociedades cerradas requiere
conexiones, licencias, permisos, "honorarios" para poder participar en
esos mercados. El costo de operar en este tipo de economías es mucho más
alto que en sociedades libres deteniendo así la innovación, el
desarrollo, y de esa forma incrementando el precio de bienes y servicios
provocando realmente sean escasos y sumamente caros para el consumidor,
saboteando la prosperidad de los pueblos.
En el caso de México, la economía ha sido concesionado como privilegio a
un determinado "cártel empresarial," a sindicatos monopólicos
corruptos, o a la burocracia del Estado —algunas veces a una combinación
de los tres. Grandes cantidades de dinero son ordeñadas como "ganancias
políticas," en cada fase de los procesos productivos en los campos
controlados por esos cárteles. Políticos de alto nivel, burócratas,
líderes sindicales y hombres de negocios pegados a la ubre estatal,
viven nadando en su riqueza mientras que el resto de la población vive
en la miseria. El status social no se basa en el mérito, el trabajo,
productividad, el éxito compitiendo justamente, sino en el número de
conexiones familiares o personales con aquellos en las altas esferas del
control político y el poder.
Los autores describen brillantemente la ideología de la planeación
central, intervencionismo, ingeniería social en la que se basaron los
esquemas de los gobiernos para controlar el desarrollo de nuestros
países. Bajo la influencia del socialista sueco, Gunnar Myrdal, quien
por muchos años fue la cabeza de la conferencia sobre intercambio y
desarrollo de las Naciones Unidas, economistas en los EU y Europa
cocinaron una tras otra falacia económica para justificar por qué no se
debía confiar en los mercados. En su lugar, de acuerdo con esos
"expertos," sólo la planeación central y funcionarios gubernamentales
podrían sacar al continente Latinoamericano de su pobreza.
En nuestra región establecieron su base más importante en la persona de
Raúl Pelbrich a la cabeza de la OEA, economista de extracción marxista
que por muchos años promovió con éxito sus teorías en toda América
Latina y produjo retoños como el fatal Alan García en su primera
versión, en México el orgullo revolucionario, Luis Echeverría, y en
prospecto tenemos a El Peje que promete "mejorar" las hazañas de su
ídolo Hugo Chávez.
El Dr. Roberts subraya que a pesar de los cambios que se han
implementado en Perú, Brasil, Colombia y México en años recientes, de
ninguna manera estos países se han convertido en bastión del capitalismo
laissez-faire. Por el contrario. El claramente enumera la regresión
sufrida y la serie de radicales cambios que todavía se tienen que
implementar, si algún día queremos construir sociedades libres. Y tal
vez ese cambio deba darse como en China: De la base de la pirámide hacia
la punta. Es decir, los plebeyos presionando a las élites.
Los autores afirman que constitucionalmente, cultural e ideológicamente,
las premisas del Estado benefactor intervencionista están todavía
profundamente arraigadas en toda América Latina. La prueba más clara de
esta afirmación, es la lucha de ciertas facciones políticas y
empresariales en México para revertir todas las reformas que se han
implementado en los últimos años al mismo tiempo que, un Congreso
controlado por hordas de Mao Maos, ha bloqueado todos esfuerzos con los
que se pretende romper las cadenas que aprisionan el País, y lo
mantienen pobre y desesperado.
Un poco antes de fallecer en 2005, Jude Wanninsky, presidente de la
prestigiada firma consultora Polyconomics, en una cena en Nueva York me
afirmaba. "Si algún día México se arma con un sistema impositivo de bajo
costo y competitivo, precios fijados por el mercado, acuerdos de libre
comercio a nivel mundial y el resto de las reformas pendientes para
realmente liberar su economía. Con sus ventajas de ubicación, recursos
naturales y demográficos, se convertirá en una de las áreas más
promisorias del mundo para la inversión y de acelerado crecimiento
económico, probablemente la más promisoria del mundo.
México no debe de establecer objetivos modestos que invariablemente
producen resultados anémicos, no debe seguir con sus medias tintas. Es
hora de derribar todas las barreras mercantilistas y aniquilar el
estatismo que durante siglos han mantenido al País muy por debajo de su
potencial, para llevarlo hacia los rangos de los países más prósperos y
desarrollados del planeta. Si no logra afianzar este proceso en las
primeras dos décadas de este siglo, habrá perdido el tren de la
modernidad que ya montan países como China, Australia y Nueva Zelanda".
Amén.
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario