04 abril, 2013

Peña Nieto abrirá en Asia nuevos horizontes

Fausto Alzati Araiza

Peña Nieto abrirá en Asia nuevos horizontes
El viaje del presidente Enrique Peña Nieto a China y a otros países de Asia tiene una gran trascendencia para el porvenir inmediato y a largo plazo de México. Su importancia va mucho más allá de la diplomacia de coyuntura. Cuando la recuperación global se consolide, el mundo será muy diferente al anterior a la crisis. Una de las implicaciones más visibles de esta transformación será la redistribución espacial de las actividades humanas de producción y consumo, siguiendo un patrón  de red, en vez de uno jerárquico de concentración y dispersión lineales. Esta lógica tiene consecuencias que ya han comenzado a ser visibles y se tornarán cada vez más evidentes en las próximas décadas. Una de ellas es la creciente erosión del imperialismo hegemónico y de los nacionalismos belicosos, con su gradual, pero irreversible reemplazo por instituciones supranacionales y eventualmente planetarias, capaces de afrontar con eficacia los grandes retos globales. En el contexto de estas nuevas arquitecturas institucionales, el poder de decisión se expresará mediante liderazgos activamente sensibles a los consensos de un mundo políticamente multipolar y económicamente interconectado e interdependiente.


En 1995 integrar económicamente a México en Norteamérica mediante el TLCAN fue una decisión inteligente y eficaz, frente al reto formidable de sacar al país de un encierro económico prolongado, cuyos resultados se reflejaban en una industrialización fragmentada y en graves síntomas de desintegración social y disparidades insostenibles entre ciudad y campo, centro y periferias. El modelo rindió frutos para México, mientras Estados Unidos consiguió mantenerse como la gran locomotora de la economía global, gracias a sus incomparables capacidades de innovación, consumo y apalancamiento financiero. Sin embargo, Estados Unidos no tiene ya la capacidad de desempeñar por si solo el papel de locomotora del crecimiento mundial.
Tras la gran crisis financiera global, el único modelo sostenible de crecimiento y desarrollo globales tendrá que ser uno que redistribuya, primero, entre las economías líderes del planeta y luego entre todas las naciones del mundo, las capacidades de consumo, producción e innovación.
Esto ocurrirá de manera casi inevitable, en virtud de la naturaleza misma de tecnologías cuya óptima productividad se alcanza en un modelo de red, lo que implica inevitablemente interconexión, es decir, dispersión con interdependencia.
En este contexto México debe rediseñarse como una nación integrada en la economía global interdependiente y no sólo en la economía de Norteamérica. Esto significa redireccionar los intercambios del país de manera multidireccional y descentralizada. La viabilidad de México como proyecto nacional independiente dependerá de que, sin demora y a la mayor escala posible, todos los agentes relevantes del quehacer nacional concierten un gran esfuerzo para desplegar las infraestructuras indispensables para atraer, adaptar y potenciar las actividades innovadoras que de manera exponencial van haciendo explosión a escala planetaria.
No se trata de desligarnos de Estados Unidos y Canadá, sino de potenciar estos vínculos al tiempo que desplegamos otros igualmente intensos, sólidos y duraderos con los múltiples polos del nuevo crecimiento global. En esta lógica, China y las economías emergentes de Asia son retos y oportunidades que no podemos dejar pasar. El presidente Enrique Peña Nieto va a llevarles la visión de un México que de nueva cuenta se ha puesto en marcha hacia un porvenir de prosperidad compartida. Va a mostrarles una renovada gama de oportunidades de inversión e intercambio, que las reformas ya puestas en marcha y las que habrán de seguirles van haciendo realidad. De seguro tendrá éxito. México necesita nuevos horizontes.

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