Thatcher y Peña Nieto
Cuando
Margaret Thatcher declaró valientemente “No soy una política de consenso, soy
una política de convicciones”, no solo empezó un radical proceso de cambios en
el Reino Unido, sino que su ejemplo fue seguido en buena parte del mundo
La ex primera ministra
rompió con patrones, se hizo de formidables enemigos, no claudicó, luchó con la
lanza en ristre por una Inglaterra libre sin cotos intocables de poder
liberando a su país de quienes lo tenían secuestrado, en el entendido de que
ninguno de sus antecesores en el 10 Downing Street se había atrevido a tomar
del cuello y de las solapas a los susodichos, supuestos intocables, con toda la
autoridad del Estado británico.
No cedió en su estrategia
de privatizaciones fundada en un neoliberalismo exitoso de nuevo cuño. Se
trataba de rescatar a su país del marasmo y de la parálisis económica, y lo
logró.
Thatcher entabló un
pleito a muerte en contra de los sindicatos y de las élites inglesas que
estrangulaban y chantajeaban a la nación y al gobierno, enarbolando la bandera
de un capitalismo popular. ¡Qué maravilla de concepto!, ¿no? Capitalismo
popular, una genialidad.
Se propuso reducir el
tamaño del Estado y lo redujo peleando en contra de los defensores del inmovilismo
que lucraban con la obesidad del gobierno. La aplicación de
sus planes de choque fueron sorprendentes pero no se acobardó ni ante las
huelgas ni ante las amenazas de los eternos reaccionarios que sentían en la
epidermis el surgimiento de una feroz urticaria al escuchar la palabra
cambio.
Ofreció reformas de fondo
y ejecutó las reformas de fondo sin disminuirse ante el tamaño de la
adversidad. Apareció la gran reformista, cuyo legado no ha sido alterado por
ninguno de sus sucesores. Y no solo eso, sino que aliada con Reagan alteró el
equilibrio de fuerzas mundiales al sumarse a la desaparición de la Unión
Soviética, el bien llamado imperio del mal y sus gulags camuflados… Bastaría
con preguntarle a la Europa del Este su opinión respecto a la destrucción de la
URSS…
Thatcher, una
mujer terca y obstinada apostó y ganó. Heredó un país mucho más
libre y próspero. ¿Qué tiene que aprender Peña de Thatcher? Su audacia, su
determinación y su coraje para aprovechar la feliz coyuntura de su estancia en
el máximo poder mexicano para fundar un nuevo país y se puede, claro que se
puede.
¿No le gustaría a Peña
pasar a la historia como el Presidente de Hierro? ¿Que habrán conflictos
severos, miles de presos, tal vez muertos, parálisis económica transitoria,
interminables marchas callejeras de protesta, lanzamiento de chorros de
agua y gas lacrimógeno?
Sí, pero 115
millones de mexicanos no pueden seguir estando secuestrados ni
por los sindicatos oficiales ni por las élites empresariales y para ello se
deben tener dos puños, uno de acero y otro de terciopelo y ambos utilizarlos a
la vez.
México, como en los años
de Thatcher, requiere un adelgazamiento del gobierno. ¿Para qué necesitamos a
millones de burócratas en la era de la computación? Es demanda ciudadana
aplastar de un manotazo a los sindicatos oficiales y a los monopolios
empresariales y para lograrlo se necesita un “Presidente de Hierro.”
¿Peña Nieto lo será? México
es un país independiente, sí, pero no libre, no, ni mucho menos justo…
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