01 abril, 2013

¡Uuuy! Ya viene Obama

O P I N I Ó N 
R A Y M U N D O   R I V A   P A L A C I O 
Estrictamente personal
¡Uuuy! Ya viene Obama

El Secretario de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade, estuvo hace 15 días en Washington para definir la agenda del próximo encuentro de los presidentes Enrique Peña Nieto y Barack Obama, y le dijo a The Washington Post que la nueva estrategia contra el narcotráfico es combatir sus causas, no a los cárteles. Meade habló del énfasis en la prevención, la educación y el empleo, pero el Post, que elogió las reformas peñistas, recordó que dentro del gobierno de Estados Unidos hay preocupación que México se esté alejando de la guerra contra las drogas.

El Post fue generoso en la caracterización de lo que sucede en Washington, donde hay algo más que preocupación por lo que ven de la lucha contra las drogas en México. La nueva estrategia soslaya el problema de que los criminales se siguen matando como antes, y que lejos de reducir la inseguridad al no combatirlos, los ayuda en la evolución que viven desde hace casi una década, al transitar de organizaciones de narcotraficantes, a organizaciones criminales trasnacionales.

No parece coincidencia que Obama vaya a Costa Rica en el mismo viaje. Desde hace tres años, Estados Unidos presionó a México para que se hiciera cargo de la lucha contra los cárteles en Centroamérica, con la misma estrategia aplicada aquí desde 2006: aniquilarlos, fragmentarlos y convertirlos en pandillas. Estados Unidos quería que la Secretaría de Seguridad Pública, asesorara, entrenara y construyera un sistema de inteligencia para hacerles la guerra frontal.

Centroamérica está inundada de cocaína sudamericana que llega por Panamá. Pero el negocio no lo tienen los colombianos, sino los mexicanos, que lo dominan en todo Centro y Norteamérica, particularmente el Cártel del Pacífico, que incursionó en ese mercado centroamericano en los 90, y Los Zetas, que le han quitado parte de su negocio en Guatemala, El Salvador y Honduras, donde están aliados con Los Maras.

La preocupación en Washington es que las frágiles democracias centroamericanas están retrocediendo ante la incapacidad de sus gobiernos para enfrentar a los cárteles, y tampoco disponen de los recursos humanos y financieros de los 80, cuando disputaron ahí la última de las grandes batallas de la Guerra Fría. Voltear a México es su solución, y durante largo tiempo discutieron en el gabinete la procuradora Marisela Morales, y la canciller Patricia Espinosa, que apoyaban la petición, con el Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, que se oponía. En la indefinición del Presidente Felipe Calderón, se acabó el sexenio.

La visión del gobierno de Peña Nieto ante muchos ojos estadounidenses, es equivocada. El problema de la violencia criminal no comenzó con el gobierno de Calderón, como tantos en México, incluido el gobierno actual, lo piensan. Inició en 1996, cuando los cárteles colombianos cambiaron el pago de efectivo a especie a los mexicanos para que trasladaran su cocaína a Estados Unidos, lo que detonó una competencia por rutas y mercados internos, que empezó la lucha sangrienta por las plazas.

Al gobierno de Ernesto Zedillo le tocó la gran pelea de los cárteles por Tijuana, y al de Vicente Fox la de Nuevo Laredo, que contaminó al resto del País cuando se extraditó al jefe del Cártel del Golfo, Osiel Cárdenas; nació La Familia Michoacana y se independizaron Los Zetas. La estrategia de Calderón terminó de romper los cárteles, que rehicieron sus alianzas. Si se ve la línea de tiempo, son casi 17 años de transformación constante de los cárteles en cuanto a su expansión territorial, multiplicidad de delitos y transnacionalización.

La ideologización de la guerra contra el narcotráfico ha impedido ver con claridad la estrategia, qué buscaba y en qué falló. Se entiende que la opinión pública caiga en clichés sobre el fenómeno, incluso que los medios, inmersos en pasiones partidistas, incurran en los mismos errores. Lo que es inaceptable es que el nuevo gobierno sea presa del mismo diagnóstico. En poco más de 100 días ya han tenido varias llamadas de atención sobre lo que piensan de ellos en Washington, y a juzgar por los resultados, ni siquiera se han percatado. Obama, no hay que descartarlo, se lo puede venir a recordar a Peña Nieto.

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