un proceso que se caracterizó por las masivas denuncias de irregularidades electorales y con una autoridad electoral (el CNE) cuestionada en su honradez e imparcialidad desde el inicio y hasta el final del proceso.
Las primeras reacciones eran las previsibles: En un largo y
anticlimático discurso, Maduro declaró que el ajustado resultado debía
ser aceptado por la oposición; para sustentarlo, habló de los muchos
triunfos electorales del chavismo en el pasado y hasta comparó su
triunfo con el de George W. Bush contra Al Gore (2000) y mintió
innecesariamente, al afirmar que una diferencia tan corta es legítima
como mostró el caso de México en 2006, cuando Felipe Calderón ganó por
una diferencia menor que, según él, fue aceptada por la oposición (¡!).
En el borde de la incoherencia, habló de que aceptaría una auditoría del
100 por ciento de los paquetes electorales, como lo había pedido un miembro del CNE,
para inmediatamente después recriminar que esa auditoría es innecesaria
y asegurar que él tomará posesión el viernes próximo ante la Asamblea
Nacional. Pocas veces me ha tocado presenciar un discurso de triunfo con
tanto sabor a derrota. Derrota moral mayor aún, incluso, ya que en sus
primeras declaraciones tras la elección, Diosdado Cabello, el rival de
Maduro dentro del chavismo, le humilló públicamente al hablar de la necesidad de realizar una “profunda autocrítica” tras los resultados:
Fue el aviso anticipado a Maduro de que, para imponer su resultado,
necesitará el apoyo de la facción derrotada dentro del chavismo y que
ésta le cobrará dicho apoyo a un precio político alto, muy alto.
Inmediatamente después, Henrique Capriles afirmó que contabilizó
3,200 irregularidades electorales y habló de que no aceptaría el
resultado del CNE, por lo que pidió efectuar una auditoría del 100 por
ciento de las cajas de votación. “El derrotado hoy es usted y su
Gobierno, señor Maduro”, recalcó. Señaló que si Maduro antes era un
presidente ilegítimo, ahora lo era mucho más. Su discurso fue breve,
sereno, sin llamar a la confrontación pero poniendo contra las cuerdas a
Maduro y al CNE con su exigencia del recuento voto por voto. En buena
medida, la
nota de este domingo dentro y fuera de Venezuela, no fue el triunfo de
Nicolás Maduro, sino la no aceptación del resultado por parte de
Henrique Capriles, junto con la constatación del meteórico crecimiento de sus preferencias entre el electorado.
¿Qué seguirá a continuación? Nadie duda de lo profundamente
inequitativo que fue el proceso electoral recién concluido. Como
ejemplo, basta señalar que Capriles
sólo pudo tener un máximo de cuatro minutos diarios de televisión,
cantidad que fue multiplicada varias veces en el caso de Maduro, que
tuvo acceso ilimitado a los canales de la televisión pública y usó las
cadenas nacionales para presumir sus logros como presidente/candidato,
incluso el mismo día de la jornada electoral; la sola imagen de la
papeleta electoral, con Maduro apareciendo 14 veces en lugares
destacados de la misma, y Capriles sólo una vez, hasta abajo en ella, es
una buena metáfora de tal inequidad. Repárese también en la
inexistencia de observadores electorales, cuya función fue suplantada
por una más reducida de “acompañamiento electoral”, circunscrita sólo a
la jornada electoral y por invitación del CNE; también considérese cómo Maduro pagó hasta a sus “invitados” para apoyarlo. En tal sentido, no sería de dudar que el chavismo haya cometido graves irregularidades para asegurar el triunfo, más allá de la conocida compra de votos mediante dádivas y subsidios, tales como la práctica del “voto asistido”, que fue todo un escándalo en las redes sociales. Pero muchas de ellas no podrán comprobarse mediante la sola auditoría de las cajas de votación, ni podrá determinarse su real impacto en la posible modificación de los resultados.
Incluso, habrá que seguir de cerca el concepto de “auditoría del 100
por ciento” que tratará de imponer la oposición y la definición que por
su parte concibe el oficialismo. Al respecto, no habían pasado minutos
desde la solicitud de Capriles, cuando
el jefe del Comando de Campaña chavista, se apresuró a aclarar que
“auditoría no significa contar las papeletas una por una”. Así que
lo que veremos en los próximos días, será una lucha política más que
jurídica por parte de los contendientes para hacer valer sus posturas y
exhibir a su contrario.
Será previsible que Maduro siga con sus planes de tomar posesión el
viernes próximo, incluso con la auditoría en curso, para lo que
seguramente contará con la complicidad de las instituciones
internacionales creadas por el chavismo, como ya dejó ver la primera reacción de UNASUR a la solicitud de auditoría,
a riesgo de convertirse, a ojos de todo el mundo, en la nueva dictadura
perfecta de la que habló Mario Vargas Llosa hace años con relación al
PRI (sólo que la del PRI mexicano era una “dictablanda” que resistió
múltiples cambios de mandamás en 71 años y el chavismo parece que no
resistirá su primer cambio de capataz, evidenciando así el tino de
Hegel, quien afirmó que la historia se repite: la primera vez como
tragedia, la segunda como farsa). Por su parte, probablemente la
oposición destacará, todo lo más que le sea posible, las variadas
irregularidades que se han documentado, aunque no pueda determinarse su
real peso en los resultados finales. En tal sentido, el tiempo apremia
para ambos bandos, pero más para Maduro, cuya credibilidad, ante sus
aliados internos y a nivel internacional, irá disminuyendo con el paso
de los días, junto con su capacidad de imponer sus decisiones a los
otros bandos del chavismo.
Por ahora, el chavismo ha sido el gran derrotado de la jornada de este domingo, por mucho que proclame su victoria.
Con todas las instituciones públicas y los recursos del erario a su
servicio, un aparato de propaganda sin límites y los beneficios del
cadáver aún tibio de Hugo Chávez en su regazo (a quien Maduro citó siete
mil 255 veces durante la campaña), Nicolás Maduro no fue capaz de
derrotar a su rival con la paliza que prometió durante la campaña, con
el agravante de que ha dejado la sombra no de un pajarito, sino del fraude planeando sobre todo el proceso electoral. Además, por último, este domingo dejó constancia de que la figura de “Santo Hugo Chávez” no durará para siempre ni puede dar órdenes desde su tumba. Ahora el chavismo está desnudo y todo el mundo lo comienza a ver.
Fuente: Wikikeando (Mexico)
Tras
incumplir los plazos que el propio Consejo Nacional Electoral (CNE) se
impuso, los rectores del CNE declararon que el ganador de los comicios
de este domingo en Venezuela fue el presidente en funciones Nicolás
Maduro (con 7.505.338 votos, el 50,66% del total), con una diferencia de
sólo el 1.6% de los votos respecto a Henrique Capriles (7.270.403
votos, el 49.07% del total), el líder de la oposición, es decir, apenas
una diferencia de 235 mil votos, muy lejos de los millones de votos que
el chavismo y la mayoría de las encuestadoras anticipaban. Esto, nótese,
en
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