08 mayo, 2013

EE.UU.: Desventurados, desorganizados e irracionales

por John Mueller y Mark Stewart
John H. Mueller es catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Ohio.
Mark Stewart es un ingeniero civil en la Universidad de Newcastle en Australia y un académico visitante en el Cato Institute.
Entre el 12 de septiembre de 2001 y el 15 de abril de 2013, se identificaron alrededor de 52 casos en los que EE.UU. ha sido, o aparentemente había sido, el objetivo de terroristas del Islam extremo, basados en EE.UU. o en el extranjero.
Por mucho la diferencia más marcada entre las matanzas de la Maratón de Boston y estos casos anteriores es que, por primera vez, los terroristas realmente fueron capaces de ensamblar y detonar bombas. Muchos de los anteriores planificadores tenían la idea de explotar bombas y en 10 de esos casos, recibieron de informantes del FBI bombas que satisfacían la fantasía o que incluso eran falsas. Pero hasta el ataque de Boston, ningún potencial terrorista había sido capaz de activar una bomba por sí solo. Y, con la excepción de las cuatro bombas que fueron detonadas en el sistema de transporte de Londres en 2005, ningún terrorista lo ha logrado en el Reino Unido. Esto es sorprendente en parte porque en los setenta habían cientos de incidentes terroristas en territorio estadounidense, muchos de ellos involucraron bombas, y en ellos murieron 72 personas.


En muchos otros aspectos, sin embargo, las bombas de la Maratón de Boston son similares a los otros 52 casos. Por ejemplo, los perpetradores de Boston claramente no fueron suicidas, que es lo usual en los casos estadounidenses. En solamente 6 de los planes anteriores los perpetradores estaban claramente dispuestos a morir en su ataque terrorista.
Con la excepción de su capacidad de fabricar y detonar bombas, los terroristas de Boston no parecen ser más competentes que gran parte de sus antecesores. Al Departamento de Seguridad Doméstica, cuando evalúa lo que ominosamente llama “la naturaleza del adversario terrorista”, le gusta resaltar su determinación, persistencia, paciencia y flexibilidad. Esto podría decirse de algunos terroristas en algún lugar, por lo menos de algunos de los que estuvieron involucrados en los ataques del 11 de septiembre. Pero dice muy poco acerca de la gran mayoría de los individuos arrestados con cargos de terrorismo en EE.UU. desde que se dieron esos ataques.
Al describir al “adversario”, los estudios de caso utilizan mucho más palabras tales como incompetente, inefectivo, no inteligente, idiota, ignorante, inadecuado, desorganizado, mal informado, confuso, poco profesional, atontado, irrealista, bobo, irracional, estúpido y crédulo. Muchos de los casos sugieren que hay poca exageración en la película de 2010 Four Lions, la impresionante comedia negra acerca de una banda de desafortunados terroristas ingleses autóctonos.
De manera impresionante, los perpetradores de Boston aparentemente pensaron que de alguna forma ellos podrían salirse con la suya, aun cuando eligieron detonar sus bombas en el lugar más fotografiado del mundo en ese momento. Además, aunque no estaban preparados para morir con sus bombas, no parecen haber tenido algo que podría ser considerado un plan coherente de escape. Esta incapacidad de pensar en lo que ocurriría después, algo un tanto extraño, es algo típico en los estudios de caso (Algo que también suele encontrarse: una incapacidad de explicar cómo matar a unas cuantas personas seleccionadas aleatoriamente avanzaría su causa).
Los perpetradores de Boston parece que nunca se fueron más allá de unas cuantas millas del lugar de las bombas, y parece que no tenían un medio confiable de transportación ni dinero. Entonces, cuando la policía publicó sus fotos, arruinaron cualquier coartada que pueden haber tenido matando a un policía universitario, secuestrando un carro, robando dinero, intentando huir en medio de un bloqueo policial y participando en una persecución policiaca y tiroteo al estilo de Hollywood. Las imágenes de las cámaras de vigilancia jugaron un rol importante en la identificación de los terroristas (como lo hicieron también en los eventos terroristas en Londres en 2005), pero el gran avance parece haber venido cuando los culpables decidieron salir de su cueva, luego de lo cual la policía aplicó la usual metodología de “asesino-suelto”.
Y mientras que la envergadura de la tragedia en Boston no debería ser minimizada, también debería notarse que, si el objetivo de los terroristas era matar a una gran cantidad de personas, sus bombas fracasaron miserablemente. Como los recientes casos en Colorado y Connecticut lamentablemente demuestran, muchas más fatalidades han sido infligidas por hombres con armas.
La preocupación acerca de los ataques perpetrados por un “lobo solitario” ha crecido durante los últimos años, y una evaluación de 2011 de DHS concluyó que “los atacantes solitarios actualmente constituyen la amenaza más importante”. Esta es una observación razonable, pero aquellos preocupados deberían tener en mente que, como Max Abrahms ha indicado, mientras que los atacantes solitarios podrían ser difíciles de vigilar, estos han realizado solamente dos de los 1.900 ataques terroristas más letales durante las últimas cuatro décadas. Puede que sean más difíciles de detener, pero también son menos letales (También deberíamos tener presente la probabilidad de los estadounidenses de ser asesinados por cualquier tipo de terrorista, incluso considerando las fatalidades del 11 de septiembre, sigue siendo de alrededor de una en 3 millones o 4 millones al año).
Todavía no queda claro qué motivó a los que detonaron las bombas en Boston. Estamos escuchando mucho acerca de la “radicalización”, un concepto que no solamente es vago sino que sugiere cuestionablemente, como lo ha señalado Arun Kundnani, que la violencia es inherente o está implicada en los musulmanes que se vuelven profundamente religiosos.
La evidencia de 52 casos indica de manera considerable que asumir una motivación ideológica detrás de un acto de terrorismo no es útil. En casi todos los casos, el factor abrumadoramente determinante no fue algo que pueda ser denominado ideología, sino una indignación a punto de ebullición acerca de la política exterior de EE.UU.—las guerras en Irak y en Afganistán, en particular, y el respaldo del país a Israel en el conflicto palestino. La religión fue un factor considerado para la mayoría, pero no porque ellos deseaban difundir la ley Sharia o establecer califatos (pocos de los responsables de los ataques serían capaces de escribir correctamente cualquiera de esas dos palabras). En cambio, querían proteger a sus co-religionarios en contra de lo que era comúnmente visto como una guerra concentrada de EE.UU. contra ellos en Oriente Medio.
De manera relativamente notable, ninguno de los 52 casos después del 11 de septiembre ha inspirado mucho interés continuo por parte del público o de la prensa. Luego de unos días de cobertura —o semanas en muy pocas instancias— estos en gran medida dejaron de atraer atención. Esto es impresionante porque algunos de hecho fueron muy amenazantes, y muchos involucraron a personajes coloridos e interesantes asuntos relacionados a la ley y el orden. Se han escrito libros solamente acerca de dos de los casos y ninguno de los dos parece haberse vendido  bien. Si el caso de la Maratón de Boston mostrará ser una excepción —tal vez dada la localidad y la persecución que se dio— todavía está por verse, por supuesto.
Puede que el incidente de Boston desate algunas costosas medidas de seguridad inspiradas en el pánico, al igual que anteriores ataques terroristas han inspirado guerras en contra de los zapatos, los líquidos, y la ropa interior en los aeropuertos. En este caso, el mercado de cámaras de vigilancia probablemente experimentará una bonanza y podemos esperar una cantidad considerable de seguridad adicional en eventos deportivos y mucha demagogia acerca del sistema migratorio. Pero, dadas las dificultades presupuestarias, hay un prospecto distinto de que esta vez las medidas serán limitadas.

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