por John Mueller y Mark Stewart
John H. Mueller es catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Ohio.
Mark Stewart es un ingeniero civil en la Universidad de Newcastle en Australia y un académico visitante en el Cato Institute.
Entre el 12 de septiembre de 2001 y el 15 de abril de 2013, se
identificaron alrededor de 52 casos en los que EE.UU. ha sido, o
aparentemente había sido, el objetivo de terroristas del Islam extremo,
basados en EE.UU. o en el extranjero.
Por mucho la diferencia más marcada entre las matanzas de la Maratón de Boston
y estos casos anteriores es que, por primera vez, los terroristas
realmente fueron capaces de ensamblar y detonar bombas. Muchos de los
anteriores planificadores tenían la idea de explotar bombas y en 10 de
esos casos, recibieron de informantes del FBI bombas que satisfacían la
fantasía o que incluso eran falsas. Pero hasta el ataque de Boston,
ningún potencial terrorista había sido capaz de activar una bomba por sí
solo. Y, con la excepción de las cuatro bombas que fueron detonadas en
el sistema de transporte de Londres en 2005, ningún terrorista lo ha
logrado en el Reino Unido. Esto es sorprendente en parte porque en los
setenta habían cientos de incidentes terroristas en territorio
estadounidense, muchos de ellos involucraron bombas, y en ellos murieron
72 personas.
En muchos otros aspectos, sin embargo, las bombas de la Maratón de
Boston son similares a los otros 52 casos. Por ejemplo, los
perpetradores de Boston claramente no fueron suicidas, que es lo usual
en los casos estadounidenses. En solamente 6 de los planes anteriores
los perpetradores estaban claramente dispuestos a morir en su ataque
terrorista.
Con la excepción de su capacidad de fabricar y detonar bombas, los
terroristas de Boston no parecen ser más competentes que gran parte de
sus antecesores. Al Departamento de Seguridad Doméstica, cuando evalúa
lo que ominosamente llama “la naturaleza del adversario terrorista”, le
gusta resaltar su determinación, persistencia, paciencia y flexibilidad.
Esto podría decirse de algunos terroristas en algún lugar, por lo menos
de algunos de los que estuvieron involucrados en los ataques del 11 de
septiembre. Pero dice muy poco acerca de la gran mayoría de los
individuos arrestados con cargos de terrorismo en EE.UU. desde que se
dieron esos ataques.
Al describir al “adversario”, los estudios de caso utilizan mucho más
palabras tales como incompetente, inefectivo, no inteligente, idiota,
ignorante, inadecuado, desorganizado, mal informado, confuso, poco
profesional, atontado, irrealista, bobo, irracional, estúpido y crédulo.
Muchos de los casos sugieren que hay poca exageración en la película de
2010 Four Lions, la impresionante comedia negra acerca de una banda de desafortunados terroristas ingleses autóctonos.
De manera impresionante, los perpetradores de Boston aparentemente
pensaron que de alguna forma ellos podrían salirse con la suya, aun
cuando eligieron detonar sus bombas en el lugar más fotografiado del
mundo en ese momento. Además, aunque no estaban preparados para morir
con sus bombas, no parecen haber tenido algo que podría ser considerado
un plan coherente de escape. Esta incapacidad de pensar en lo que
ocurriría después, algo un tanto extraño, es algo típico en los estudios
de caso (Algo que también suele encontrarse: una incapacidad de
explicar cómo matar a unas cuantas personas seleccionadas aleatoriamente
avanzaría su causa).
Los perpetradores de Boston parece que nunca se fueron más allá de unas
cuantas millas del lugar de las bombas, y parece que no tenían un medio
confiable de transportación ni dinero. Entonces, cuando la policía
publicó sus fotos, arruinaron cualquier coartada que pueden haber tenido
matando a un policía universitario, secuestrando un carro, robando
dinero, intentando huir en medio de un bloqueo policial y participando
en una persecución policiaca y tiroteo al estilo de Hollywood. Las
imágenes de las cámaras de vigilancia jugaron un rol importante en la
identificación de los terroristas (como lo hicieron también en los
eventos terroristas en Londres en 2005), pero el gran avance parece
haber venido cuando los culpables decidieron salir de su cueva, luego de
lo cual la policía aplicó la usual metodología de “asesino-suelto”.
Y mientras que la envergadura de la tragedia en Boston no debería ser
minimizada, también debería notarse que, si el objetivo de los
terroristas era matar a una gran cantidad de personas, sus bombas
fracasaron miserablemente. Como los recientes casos en Colorado y
Connecticut lamentablemente demuestran, muchas más fatalidades han sido
infligidas por hombres con armas.
La preocupación acerca de los ataques perpetrados por un “lobo
solitario” ha crecido durante los últimos años, y una evaluación de 2011
de DHS concluyó que “los atacantes solitarios actualmente constituyen
la amenaza más importante”. Esta es una observación razonable, pero
aquellos preocupados deberían tener en mente que, como Max Abrahms ha
indicado, mientras que los atacantes solitarios podrían ser difíciles de
vigilar, estos han realizado solamente dos de los 1.900 ataques
terroristas más letales durante las últimas cuatro décadas. Puede que
sean más difíciles de detener, pero también son menos letales (También
deberíamos tener presente la probabilidad de los estadounidenses de ser
asesinados por cualquier tipo de terrorista, incluso considerando las
fatalidades del 11 de septiembre, sigue siendo de alrededor de una en 3
millones o 4 millones al año).
Todavía no queda claro qué motivó a los que detonaron las bombas en
Boston. Estamos escuchando mucho acerca de la “radicalización”, un
concepto que no solamente es vago sino que sugiere cuestionablemente,
como lo ha señalado Arun Kundnani, que la violencia es inherente o está
implicada en los musulmanes que se vuelven profundamente religiosos.
La evidencia de 52 casos indica de manera considerable que asumir una
motivación ideológica detrás de un acto de terrorismo no es útil. En
casi todos los casos, el factor abrumadoramente determinante no fue algo
que pueda ser denominado ideología, sino una indignación a punto de
ebullición acerca de la política exterior de EE.UU.—las guerras en Irak y en Afganistán, en particular, y el respaldo del país a Israel en el conflicto palestino. La religión
fue un factor considerado para la mayoría, pero no porque ellos
deseaban difundir la ley Sharia o establecer califatos (pocos de los
responsables de los ataques serían capaces de escribir correctamente
cualquiera de esas dos palabras). En cambio, querían proteger a sus
co-religionarios en contra de lo que era comúnmente visto como una
guerra concentrada de EE.UU. contra ellos en Oriente Medio.
De manera relativamente notable, ninguno de los 52 casos después del 11
de septiembre ha inspirado mucho interés continuo por parte del público o
de la prensa. Luego de unos días de cobertura —o semanas en muy pocas
instancias— estos en gran medida dejaron de atraer atención. Esto es
impresionante porque algunos de hecho fueron muy amenazantes, y muchos
involucraron a personajes coloridos e interesantes asuntos relacionados a
la ley y el orden. Se han escrito libros solamente acerca de dos de los
casos y ninguno de los dos parece haberse vendido bien. Si el caso de
la Maratón de Boston mostrará ser una excepción —tal vez dada la
localidad y la persecución que se dio— todavía está por verse, por
supuesto.
Puede que el incidente de Boston desate algunas costosas medidas de
seguridad inspiradas en el pánico, al igual que anteriores ataques
terroristas han inspirado guerras en contra de los zapatos, los
líquidos, y la ropa interior en los aeropuertos. En este caso, el
mercado de cámaras de vigilancia probablemente experimentará una bonanza
y podemos esperar una cantidad considerable de seguridad adicional en
eventos deportivos y mucha demagogia acerca del sistema migratorio.
Pero, dadas las dificultades presupuestarias, hay un prospecto distinto
de que esta vez las medidas serán limitadas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario