¡El golpe de Diosdado fue contra Maduro!
Por José Domingo Blanco (Mingo)
Antes
de meterme de lleno en la materia que hoy quiero analizar; permítanme
puntualizar una cosa. A propósito de mi artículo de la semana pasada aclaro,
para quienes me preguntaron si pensaba irme del país, que eso nunca ha estado
en mis planes. A Venezuela no la dejo, como ya lo he dicho y demostrado en
reiteradas oportunidades, y menos en las circunstancias por las que atraviesa
en estos momentos. De aquí, de mi país, al que tanto amo, no me voy. Seguiré
dando la pelea con mis ideas y mis palabras.
Aclarado
este punto –a petición del público presente y ausente– pasó al otro que no
puedo dejar pasar por alto.
El
martes en la noche vi con horror –e incluso con una mezcla de asco, vergüenza y
tristeza– cómo nuestro Parlamento se transformó en una muestra del odio, la
intolerancia, la anarquía y violencia que impera en todo el país. Esa violencia
desenfrenada que ha sembrado este gobierno a lo largo de 14 años. Lo ocurrido
el 30 de abril en el hemiciclo es un hecho vergonzoso, con precedentes sólo en
el desgobierno de Chávez y ahora en el de sus secuaces. La Asamblea Nacional
era un recinto en el que nunca –por supuesto, antes de la llegada de estos
"guapetones de barrio" – se escenificaban estas escaramuzas propias
de un botiquín de mala muerte. Allí, duélale a quien le duela, las pugnas sólo
eran verbales, se respetaba la institución y lo que esa edificación
representaba. Se debatían las ideas; que es lo que en sí misma significa la
palabra parlamento.
El
ataque y la agresión a los diputados de la oposición, un hecho deplorable desde
todo punto de vista, ocurrió ante la mirada complaciente y alentadora de
Diosdado. Casi me atrevo a asegurar que Cabello disfrutó cada uno de los
puñetazos y patadas que recibieron los diputados opositores al régimen. ¡Pero,
qué pena! ¡Qué vergüenza ajena me dio! Señores diputados del oficialismo: así
no se debaten las ideas. Estas embestidas boicotean y le hacen un flaco favor a
su recién estrenado líder Nicolás, quien ya de por sí no da pie con bola. Si
creen que con su actitud belicosa o con sus reacciones violentas doblegarán el
espíritu de quienes se les oponen, están muy equivocados. Me atrevo a
asegurarles que ayer, después del lamentable espectáculo que dieron, más de una
chavista saltó la talanquera. ¿Es el lenguaje de los puños el único que pueden
esgrimir para sostener esta farsa? ¿Y dónde me dejan la agresión y los
golpes que recibió María Corina? ¡La más condenable de las bajezas! No merece
llamarse hombre quien golpea a una mujer. Esto es un delito que se paga con
cárcel... ¿Qué opina de esto, señora Luisa Ortega? ¿Lo dejará pasar por alto?
No me vengan después con el cuento de la inmunidad parlamentaria para condonar
esta ofensa.
Pero
viendo cómo pasan las cosas, sospecho que mi tesis de que Maduro se estrellará
solito se cumplirá antes de lo que había pronosticado. A este ritmo, y con las
diarias metidas de pata de Nicolás y su entorno, le auguro muy corto
tiempo con la banda presidencial puesta. Es más, Maduro: ¡mosca con Diosdado!
Se ve que tiene mucha rabia y creo que todos sabemos por qué. Diosdado como que
quiere serrucharte el puesto.
¿Qué
broma con estos chavistas! ¿Será que piensan que todos nos chupamos el dedo?
Porque ¿dónde me dejan las declaraciones de Cabello después de lo que ocurrió?
Esas no se las traga ni el más radical de los partidarios del régimen. Sabemos
quiénes son los violentos. Si Chávez estuviera vivo, ya habría llevado a
Diosdado a su despacho para darle un buen jalón de orejas; sin embargo, el argumento
del presidente de la Asamblea es tan deplorable como las acciones que permitió:
"la violencia la generó Borges y García; ellos fueron los
provocadores". Pues eso no es lo que reflejan las imágenes que grabó
la diputada Nora Bracho, ni los moretones que luce Borges en su rostro...
Insisto: la violencia es condenable, venga del bando que venga; pero, cuando se
esgrime para imponer la voluntad, sin duda no es más que el reflejo del
desespero de quienes no tienen la razón de su lado.
Este
régimen tiene los días contados. Lo están haciendo tan mal que ni con amenazas,
mucho menos con promesas, podrán retener a sus partidarios. La inconsistencia e
incoherencia entre lo que predican y sus acciones está resquebrajando la base.
Hay desencanto y desgaste en el chavismo. Por eso vendrán acciones más duras:
más agresiones, más despidos de empleados públicos, más exigencias de pruebas
de fidelidad al gobierno. Y cuando las cosas se imponen, pierden la
espontaneidad y las ganas de seguir creyendo en ellas. Razón tenía quien
escribió –si no me equivoco fue Bernard Shaw- que "a los políticos y a los
pañales hay que cambiarlos frecuentemente y por las mismas razones".
La
era de Chávez, ahora en manos de los incompetentes que siempre lo
adularon, huele a capítulo final... ¡Así sea!
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