01 mayo, 2013

La UNAM a merced de delincuentes

Armando Salinas Torre

La UNAM a merced de delincuentes
Hoy se encuentran ocupadas las oficinas de la Torre de Rectoría de nuestra máxima casa de estudios por  sujetos que ocultan sus rostros y, a pesar de ello, las autoridades del Estado están esperando que las desalojen voluntariamente o que sea el momento políticamente correcto para intervenir.
La UNAM es un espacio de creación y difusión de conocimiento, de arte, de convivencia y desarrollo social, pero sobre todo forjadora de seres humanos, profesionistas en casi todas las ramas del conocimiento humano que participan en forma destacada para el desarrollo y bienestar nacional.


Lo que sucede en nuestra alma mater es reflejo de lo que está sucediendo a nivel nacional, puesto que miles de casas, autos y calles en el país, en general nuestros espacios, se encuentran ocupados o amenazados por delincuentes que evidencian la complicidad, ineficacia o complacencia del Estado.
Ante la agresión de la delincuencia a nuestros seres queridos, en la mayoría de los casos, para darles un consuelo les decimos “… qué bueno que no pasó a mayores y que estás bien…” sin embargo, no estamos bien y sí sufrimos un mal mayor, puesto que la agresión deja marcadas a las víctimas, así como a los demás que ya se consideran víctimas sicológicas por el temor de ser las siguientes que sufran una próxima agresión.
Sin lugar a dudas que condenamos la violenta, delictiva y cobarde ocupación y agresión a las instalaciones de la UNAM, y nos unimos a las expresiones de solidaridad que otras universidades latinoamericanas hermanas han hecho, a pesar de la actitud pasiva de las autoridades del Estado que asumen la misma actitud de condena de la sociedad civil, puesto que al Estado se le confirió la potestad para enfrentar y responder, en representación de todos, a las ofensas, despojos, robos, daños y todas las actividades que se realizan en agravio de las personas y en contra de la ley.
¿Qué más debemos esperar para que actúe el Estado en defensa de nuestra casa de estudios? ¿Que suceda lo mismo que sucede en nuestras casas, en nuestras calles, en el transporte público? ¿Que la continúen robando, mancillando, agrediendo a plena luz del día y a la vista de todos? Al igual que sucede con nuestros familiares, seres queridos, vecinos y conocidos a manos de la delincuencia.
En tanto que las autoridades siguen expresando públicamente sus “enérgicas condenas” y los responsables directos de atender el problema se vuelven cómplices por acción u omisión de la delincuencia, debemos continuar nuestras vidas siendo víctimas de esa complicidad y de la ineficacia de las instituciones públicas.
Antes se hacía alusión a la falta de legitimidad del Estado para pretender justificar su inactividad frente a la delincuencia, encapuchada de “protestas sociales”, ahora ¿qué justificación se puede dar frente a la ineficacia evidente, respecto de un gobierno electo “democráticamente” que no debiera tener pretextos para dar una muestra a nivel nacional de cómo debe actuar el Estado frente a las agresiones a nuestros hogares, escuelas y seres queridos?
Como diputado federal en la LVIII Legislatura del Congreso de la Unión propuse inscribir con honores en sus muros el nombre de la Universidad Nacional Autónoma de México; a dicha propuesta se sumaron cientos de compañeros de todos los grupos parlamentarios. Hace unos días también se hizo un llamado por parte de representantes de un amplio espectro político a las autoridades para que recuperen las instalaciones universitarias.
A pesar de ello, las autoridades no debieran esperar a que se presente el momento políticamente oportuno para actuar, puesto que ese momento se presentó desde que inició la agresión y toda la sociedad espera que, al igual que le sucede a ella en sus casas, en la calle, en el transporte público y en todas partes, el Estado reaccione para proteger su integridad… claro, a menos que haya complicidad, entonces la gente no espera nada, sino que construye sus propios mecanismos de defensa.

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