"¿Qué le regalará Papi Profeco a su hija en el Día del Niño?", se preguntaba este martes Manuel Clouthier en un tuit.
En un país donde impera la impunidad, y una Lady y un Mirrey en cada
junior nos dio, no sorprende a nadie el desplante de Andrea Benítez en
contra del restaurante Máximo Bistrot. Una joven capaz de repartir
sellos de clausura de la Profeco a discreción en una noche de juerga es
la última cuenta de un rosario interminable.
Nos es algo muy diferente a lo que intentó hacer con el alcoholímetro
Emilio González, "El Niño Verde", quien ha hecho infamias y fortunas sin
más mérito que recibir de herencia un partido político. O la hija de
Romero Deschamps, quien convierte en mierda de perro los dineros del
sindicato.
La lista de juniors prepotentes es tan larga como la estirpe de los
gobernadores a todo lo largo del territorio nacional. Alguien dijo que
la mayor virtud del paso de Felipe Calderón por Los Pinos es que por la
edad de sus hijos nos ahorró el bochornoso espectáculo de juniors
prepotentes y bodas con cargo al erario (claro que nadie nos salvó de
los cuñados).
Los juniors no se inventaron ni ayer ni hoy. Hace siglos que los
funcionarios y sus parientes han asumido que el poder público era un
patrimonio personal y familiar. Lo que ha cambiado es el hecho de que
antes podían actuar sin tener encima el enorme reflector que representan
las redes sociales.
No habían comenzado a retirarse los inspectores de la Profeco en su
intento por clausurar el Máximo Bistrot a petición de la hija de
Benítez, molesta por no haber conseguido la mesa deseada, cuando los
testigos y comensales ya habían subido a la blogosfera una descripción
puntual del sainete.
En el pasado difícilmente esta nota habría llegado a los medios
tradicionales; y mucho menos a las primeras planas de los diarios. Pero
el hashtag #Ladyprofeco pudo más que la charola. El propio Peña Nieto
tuvo que expresar su desagrado; el Secretario de Economía informó que el
asunto sería investigado (obviamente lo dio a conocer por Twitter); el
padre mismo de la joven tuiteó una disculpa pública aunque no se salvó
de que el Senado le exigiera una comparecencia para explicar la
tropelía.
Algo extraño y fascinante está sucediendo en las relaciones entre el
poder y la opinión pública. Y me parece que estamos comenzando.
Alrededor de 45 millones de mexicanos tienen acceso a Internet y en
agosto de 2012 se estimaba que existían 15 millones de tuiteros en el
País, aunque esa cifra podría ser superior a 20 millones hoy en día
(sólo en el primer semestre del año pasado la cifra creció de 10 a 15
millones).
Según la organización Globalwebindex, alrededor de 38 por ciento de los tuiteros en México son activos.
En otras palabras, entre 8 y 9 millones de personas tuitean regularmente
en nuestro País. Suficiente para hacer viral cualquier información que
se propongan. Los medios tradicionales han tenido que abrevar de manera
creciente en los hashtags y trending topics que genera toda esta
comunidad.
Si bien buena parte del contenido de la blogosfera es sólo ruido
aparente esto no significa que sea desdeñable, incluso aquello que no
parece relevante para el interés público. La "minería de datos" comienza
a mostrar que hay patrones y conductas sociales detrás de las
ocurrencias y de las meras descripciones de vida cotidiana. Por ejemplo,
las estadísticas de rupturas emocionales entre parejas siguen ciclos
estacionales y están ligadas a patrones de consumo y de actitud frente a
otros temas de trascendencia social. (A propósito, los picos de mayor
número de rupturas entre parejas es justo antes de las vacaciones de
primavera y antes de las vacaciones de diciembre: ¿deseo de quedar libre
para viajar?).
Y cuando "el ruido" tiene que ver con temas de interés sobre la escena
pública, los trending topics se convierten en el nuevo y severo tribunal
contra la clase política. Desde luego que se trata de un tribunal
caprichoso e incluso susceptible a manipulaciones. Pero un poderoso
actor que está cambiando la conversación pública, que durante décadas
había sido monopolizada por las élites.
Estoy convencido de que en este momento Peña Nieto y sus secretarios
tienen más temor a un hashtag adverso que a cualquier marcha o protesta
en contra. Tiemblen políticos y sus Ladys y Mirreyes, esto apenas
comienza.
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