13 mayo, 2013

Lo que todavía no sabemos sobre Bengasi



Ayer, el presidente Obama nombró a un nuevo embajador en Libia para suceder a Christopher Stevens, que fue asesinado en el atentado terrorista de Bengasi del pasado 11 de septiembre. Seis meses después de ese atentado (y dos investigaciones federales más tarde) seguimos disponiendo de una cantidad de información alarmantemente escasa sobre el suceso.
La administración Obama creó un verdadero lío en los medios de comunicación con sus informaciones contradictorias en torno al atentado, en un principio culpando a un controvertido video aparecido en YouTube de haber desencadenado una ola de protestas en el extranjero.


Después de hacerse público que, en realidad, era un atentado terrorista vinculado con al-Qaeda, la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton dejó estupefactos a los americanos con su afirmación: “A estas alturas, ¿qué importa la diferencia?”
Como comentó el experto de la Fundación Heritage James Phillips, el menosprecio de Clinton “indica que la administración malinterpreta la naturaleza y el alcance de la amenaza terrorista islamista”.
Ahora, con un nuevo secretario de Estado y un nuevo equipo diplomático dirigiéndose hacia Libia, al asunto de Bengasi no se puede esconder sin más debajo de la alfombra, pues está en juego la seguridad de todos nuestros diplomáticos.
Tanto el Departamento de Estado como el Senado han tratado de averiguar qué salió mal entonces, con la esperanza de poder garantizar que una tragedia de ese calibre no ocurra de nuevo, aunque, hasta ahora, no lo han conseguido.
En un nuevo y detallado trabajo, los expertos de la Fundación Heritage indican que: “Un entendimiento total del atentado terrorista del 11 de septiembre de 2012 contra el edificio de Estados Unidos en Bengasi es vital para prepararse frente a futuras amenazas contra las embajadas, consulados y misiones diplomáticas de Estados Unidos”. Muchas vidas dependen de lo que el gobierno aprenda de este atentado.
Scott G. Erickson, Jessica Zuckerman y Steven P. Bucci explican que quedan por responder cuatro cuestiones clave:
1. ¿Qué medidas de alerta temprana y antiterroristas estaban vigentes para abordar las amenazas para la seguridad?
2. ¿Qué valoraciones del riesgo se llevaron a cabo y qué medidas de atenuación del riesgo se adoptaron con anterioridad al atentado?
3. ¿Qué planificación de contingencias se asumió y ejecutó para responder a los asaltos armados contra el edificio de Estados Unidos en Bengasi?
4. ¿Cómo se organizó y administró la respuesta entre las distintas agencias ante el incidente?
Se trata de preguntas fundamentales, preguntas que ya se deberían haber respondido. Y como indican los autores, las informaciones contradictorias presentadas por la administración Obama han provocado que esta investigación resulte inquietante desde el comienzo:
Ante el relato contradictorio ofrecido por la administración Obama, existen dos explicaciones posibles. Una es que los responsables dentro de la Casa Blanca estuvieran desinformados, lo que implica que la comunicación con el Departamento de Estado fue tristemente insuficiente. La otra posibilidad es que el personal dentro de la Casa Blanca apoyase de forma consciente y deliberada una explicación pública del atentado de Bengasi que no se atenía a la realidad.
Nuestros expertos recomiendan que el Congreso establezca un Comité Selecto con el objetivo de hallar respuestas a lo sucedido. Este tipo de comité interviene cuando hay temas sensibles relativos a la seguridad y están como ejemplo los que investigaron tanto el caso Watergate como el Irán-Contra.
Pero cuando se trata de las vidas del personal americano en el extranjero, no es suficiente con emitir el informe de un comité. El Departamento de Estado necesita respuestas minuciosas y luego tiene que poner en práctica las recomendaciones de ese comité.
Puede que la vida del nuevo embajador en Libia dependa de ello.

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