por Alfredo Bullard
Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales. Bullard es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.
Casarse con alguien no siempre significa amar a esa persona. El amar a
esa persona tampoco significa que te casarás con ella. Los amores y las
conveniencias no siempre coinciden. El resultado puede ser la falta de
compromiso e infidelidad.
El gobierno de Humala encaja en ese dilema. Un
matrimonio por conveniencia lo lleva a prometer fidelidad a alguien (la
hoja de ruta) de la que no está enamorado. Es como casarse con alguien
porque su papá tiene plata. El presidente juró ser fiel a quien le daría
estabilidad económica y viabilidad electoral.
Pero su amor verdadero está con otra (la gran transformación), que lo
seduce y emociona, que lo entusiasma, que le quita el sueño.
El resultado es incertidumbre y ambigüedad. Casarse por conveniencia y
estar enamorado de otra debe ser muy difícil. Cabeza y corazón recorren
caminos diferentes.
Luego de casi dos años comienza a ceder a la tentación. Todo comienza
con una miradita, un queco, una sonrisa tímida y un roce casi casual.
Luego viene el reconocimiento de ciertas ‘virtudes’ de la amante (“El
desarrollo se debe situar entre la experiencia fuertemente pública de
los años 70 y la posterior reducción del Estado a su mínima expresión”,
dijo en el Foro Económico Mundial reclamando una visión “más
equilibrada”).
Se rompe el compromiso. Privilegia el estatismo sobre los derechos individuales y los valores democráticos. Propone el servicio militar obligatorio
(con disfraz de voluntario), coloca los puertos en manos de las Fuerzas
Armadas, apoya abiertamente la falaz democracia poschavista, confisca
el derecho a la legítima defensa decomisando las armas que pudieran
tener los ciudadanos obligándolos a vendérselas o regalárselas a las
fuerzas policiales, lleva a cabo la compra de La Pampilla y de los
grifos por Petro-Perú, refuerza Enapu, etc. Comenzó mandándole unas
flores inocentes. Ahora ya amenaza con meterse en su cama. Una vez
desatada la pasión, esta se volverá incontrolable.
Si se queda con la firme (aquella por la que juró), asegura
tranquilidad en la economía, las inversiones, el crecimiento y la
generación de empleo. En épocas de crisis mundial por los estropicios
causados por estados desarrollados irresponsables, esa tranquilidad no
es poca cosa. Si la economía se derrumba, la inclusión social no es más
que un muy mal chiste.
Si se va con la amante, perderá su estabilidad para entregarse a lo
que realmente le apasiona. Será “El amor en los tiempos del cólera”.
Menudo dilema el de ser fiel en esas circunstancias, rodeado de un grupo
heterogéneo, en que unos hinchan por la esposa y otros por la amante.
Con ese tipo de amante de seductora irracionalidad la solución del
dilema está en la definición: o te quedas con la esposa o te largas con
la amante. Pero seguir con las dos no parece sincero. O nos dice de una
vez que respetará las reglas vigentes, y entonces todos nos preparamos a
seguir en la ruta de la estabilidad económica y emocional, o nos
anuncia que se larga de la casa y se va con su amante, en cuyo caso nos
preparamos para lo peor y asumimos la ruptura. Pero eso de estar
deshojando dos margaritas al mismo tiempo no es un juego aceptable para
un presidente que con el arrancar de los pétalos se juega el destino de
todos los peruanos que estamos atrapados en su indefinición.
El mejor consejo es que aprenda a amar a su esposa, que se enamore de
ella. Que se olvide de la amante. A fin de cuentas dio su palabra y se
comprometió a serle fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y
en la enfermedad, y amarla y respetarla todos los días de su vida, hasta
que la muerte (o las siguientes elecciones) los separen.
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