09 mayo, 2013

¡Qué grande es el poder del addendum! ¿Cuál es el delito que sigue, para redactar uno?

Vieja es la visión que marca nuestra postura ante la ley y su respeto; desde la época colonial, hemos sido educados en la idea perversa de que la simple aprobación de una ley tiene tal poder, que ese simple hecho puede resolver cualquier problema.
Durante siglos, así hemos sido educados y los resultados están a la vista; legisladores y políticos por igual, guían su trabajo legislativo con esa idea equívoca en mente. Están convencidos, que basta y sobra con la aprobación de una nueva ley o la reforma de alguna vigente para que los problemas, como dije, queden resueltos de raíz.


Es tan profunda la convicción que al respecto tienen quienes integran ambas Cámaras del Congreso de la Unión y los 31 congresos locales, así como los que forman parte de la Asamblea Legislativa del DF, que a nadie sorprende ya el recuento que unos y otros hacen de su trabajo al final de cada período legislativo.
Afirman, y pocos son los que se atreven a contradecirlos, que han aprobado leyes trascendentales para el desarrollo del país y por supuesto, para estimular el crecimiento económico; también, ¿por qué no debería ser así?, nos dicen que han legislado a favor de la creación de empleos formales.
Todo lo anterior, choca con esa terca señora que es la realidad; es cierto, legislan mucho pero las condiciones del país no mejoran. Por el contrario, las cosas avanzan en la dirección opuesta; ¿a qué se debe esta contradicción? ¿Por qué con tantas leyes aprobadas por nuestros legisladores, seguimos igual o peor de jodidos?
De más está repetir las cifras de la pobreza y la marginación, y ahora las del hambre de millones de mexicanos; sería echarle sal a la herida. También, sería rudeza innecesaria, recordar cómo se ha exacerbado el rechazo a la legalidad; ¿qué decir del nulo respeto al Estado de derecho, que no se hubiera dicho ya?
Es cierto, acepto sin el menor cuestionamiento: En este país se legisla mucho pero, agrego, mucho de lo legislado sólo toca aspectos secundarios cuando no frívolos, y deja incólumes los problemas centrales del país que son los que reclaman, desde hace decenios, una legislación moderna que vaya al fondo de los problemas; que no se quede en la superficie como sucede hoy, al igual que ayer y anteayer.
Si realmente el Congreso de la Unión legislare como debiere, es decir, en respuesta a los obstáculos legislativos que nos impiden crecer y modernizarnos, otro sería el panorama actual del país.
Si el Congreso en verdad hubiera cumplido con su obligación estos últimos 15 o 18 años, ¿tendríamos la educación pública que hoy padecemos? ¿Acaso el campo mexicano sería lo que es hoy, una fábrica de miserables y muestra ofensiva de una bajísima productividad que en pocos países se ve?
¿Acaso estaríamos ante la comisión de delitos más que accidentes, como el de anteayer en la autopista México-Pachuca? ¿Acaso necesitaríamos de adenda para que los partidos y sus operadores políticos nos digan que se “van a portar bien” como Paquito, el que prometió no hacer más travesuras?
Por lo demás, ¿de qué sirve legislar, si nadie se toma la molestia de hacer que la ley sea respetada por todos? ¿Tiene sentido entonces, atiborrarnos de leyes que nadie respeta, y menos las hacemos respetar?

No hay comentarios.: