03 mayo, 2013

Thatcher

León Gómez Rivas

Con un saludo para mi compañera de Comentarios, María Blanco (es que estaba pendiente de leer sobre Margaret en alguna de tus godivaciones... ), quería añadir algunas pocas ideas a la excelente semblanza de Alfonso Crespo en esta web. No tanto como análisis político, sino en torno a cuestiones de pensamiento económico y promoción de la libertad.
Tengo que reconocer mi admiración por esa conocida frase suya, disparada al tiempo que golpeaba la mesa con un ejemplar de Los fundamentos de la libertad de Hayek, sacado de su bolso: "this is what we believe". Como relata Diego Sánchez en su blog, ocurría durante una reunión entre miembros del partido Conservador cuando Thatcher todavía era líder de la oposición en el año 1975.


Probablemente muchos de sus compañeros, como lamentablemente también ocurre en nuestro país, ni siquiera conocían al autor de Camino de servidumbre (1944), que por aquellos años setenta estaba publicando su Derecho, legislación y libertad.
Estos días hemos podido leer muchas de sus frases más famosas: "Nadie se acordaría del buen samaritano si solo hubiera tenido buenas intenciones. También tenía dinero"; que me sugiere el realismo con que se deben afrontar las mal llamadas "desigualdades sociales". O esa otra: "Si pusieras tu dinero en un calcetín, seguramente, nacionalizarían los calcetines".

Su convicción de la eficiencia de la propiedad y de la gestión privada permitieron a Gran Bretaña conseguir un crecimiento en el PIB per capita del 35% surante su mandato, convirtiendo a más de diez millones de ciudadanos ingleses en accionistas de antiguas empresas estatales.
De entre los muchos libros sobre Margaret Thatcher (generalmente críticos y mediocres), hay uno que recomiendo vivamente: El Presidente, el Papa y la Primera Ministra, editado por Gota a Gota. Ya saben que se trata de una visión conjunta de estos tres líderes de los años ochenta (junto a Reagan y Juan Pablo II), a los que se atribuye la caída del Muro de Berlín "sin disparar una sola bala". Ciertamente les debemos mucho por su eficaz lucha contra los totalitarismos y defensa de la libertad individual.
Uno de sus más conocidas políticas (junto a la controvertida Guerra de las Malvinas) fue su enfrentamiento con los sindicatos. El convencimiento de que no se podían mantener caducas e insolidarias prerogativas le llevó a limitar el poder sindical. Un ejemplo nos puede servir de bastante ilustración en esta época de tantos paros inútiles: al poco de lograr su segundo mandato, en 1984, aprobó una Ley que exigía a estas organizaciones la realización de una votación secreta entre sus miembros antes de la convocatoria de una huelga. Pienso que este tipo de medidas nos libran de una manipulación demasiado extendida, en la que minorías que se atribuyen la posesión de la verdad también se arrogan el control sobre el espacio público. E incluso, como vemos en nuestro país, sobre las personas, su domicilio o sus familiares: una coacción del más puro estilo fascista sobre los representantes políticos (resulta increíble que pretenda justificarse como libertad de expresión; y que los jueces así lo confirmen).
Junto a Reagan y Juan Pablo II, Thatcher defendió valores como la confianza en sí mismo, el afán de mejora o una actitud de esperanza. Resulta tan aburrida la queja permanente! Hay que ponerse manos a la obra con valentía: defender los propios ideales no es ningún fundamentalismo, como casi ha conseguido convencer a nuestra sociedad esa progresía socializante. Claro, que esta lucha exige un compromiso ético que no todos están dispuestos a asumir... Así nos va.
Los tres grandes líderes sufrieron atentados: más famoso el disparo en la plaza de San Pedro; tal vez menos relevante el tiroteo a Reagan; y menos conocida la bomba del IRA en el Grand Hotel de Brighton. Se trata de una frecuente herramienta de los enemigos de la libertad: deshacerse de quienes no piensan como ellos. En España también sabemos mucho de los que matan y extorsionan; y de los que los apoyan, toleran o simplemente miran para otro lado. Les copio a propósito de estas cuestiones una frase de José María Aznar en el prólogo del libro que citaba: "Desde esa dictadura del relativismo se pueden hacer afirmaciones tan sofisticadas como que no es cierto que la verdad nos hace libres, sino que la libertad nos hace verdaderos o que los terroristas son hombres de paz" (p. VIII. Seguro que les suena el autor de tan iluminados pensamientos).
Como todo ser humano, y particularmente como política, es claro que Margaret Thatcher tuvo sus aciertos y sus fracasos. Generó discusiones incluso entre los pensadores más cercanos a su ideario: son también conocidas las críticas de Rothbard a su Poll Tax, ajustes monetarios o a ciertas medidas en las privatizaciones (postura que no comparten todos los simpatizantes de la Escuela Austríaca). Pero es que con argumentos y buena educación se puede hablar de todo. También se le atribuye esta frase a la Primera Ministra que recordamos: "Amo los argumentos, amo el debate y no espero que quien se siente frente a mí esté de acuerdo conmigo".

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