Los Estados Unidos de Barack Obama: ¿1776 o “1984”?
Por
Antonella S. Marty
Mientras los diarios “The
Washington Post” y “The Guardian” enunciaban hace algunos días que la Agencia
Nacional de Seguridad (NSA) accedía a los servidores de las nueve empresas de
internet más grandes de EE.UU, tales como Facebook, Apple y Google -al igual
que el espionaje de llamadas telefónicas- la Casa Blanca sostenía en modo de
defensa que este tipo de programas gubernamentales de registro de las
comunicaciones telefónicas cumplía el rol de herramienta fundamental para la
denominada “seguridad nacional” –entiéndase, la “lucha contra el terrorismo”.
Según declaraciones de la Casa
Blanca, este programa de vigilancia estaba aprobado por un tribunal que “solo
recolectaba información de personas fuera de los EEUU”, efectuado para
controlar la posibilidad de ataques terroristas. Empero, los diarios
reveladores expresaron cómo el gobierno de los EE.UU. ordenó a la empresa telefónica
Verizon suministrar a la NSA datos e información telefónica tanto dentro como
fuera del país.
Conforme
a James Clapper –Director de la Agencia Nacional de Inteligencia (NSA)- el espionaje
de comunicaciones se llevaba a cabo con el “conocimiento de las empresas”. Mientras
a la vez, el portavoz de Apple, Steve Dowling, expresó que “la empresa no
suministraba ningún acceso directo a agencias gubernamentales, y que cualquier
información de ese tipo sobre un cliente debe ser objeto previo de un mandato
judicial”.
Por otra parte, el domingo pasado
dentro del Congreso norteamericano ciertos legisladores –tanto del Partido
Demócrata como del Partido Republicano- exigieron mayor transparencia para que
el público tenga entendimiento de quiénes son las caras que operan estos programas
de espionaje que fueron filtrados la semana pasada. Fue de esta forma que, el
senador del Partido Republicano, Rand Paul, criticó la intromisión
gubernamental expresando que denunciaría ante el Tribunal Supremo el programa
de control telefónico, ya que “invade la privacidad de los ciudadanos
norteamericanos y no respeta la Cuarta Enmienda”, siendo esta última la que
protege a los ciudadanos de investigaciones por parte del Estado: “El
derecho de los habitantes de que sus personas, domicilios, papeles y efectos se
hallen a salvo de pesquisas y aprehensiones arbitrarias, será inviolable…”.
No
siendo dato menor que -hace no más de un mes- el Servicio de Impuestos Internos
(IRS) haya reconocido que determinados funcionarios efectuaron una
investigación especial a individuos vinculados al “Tea Party” –parte de la rama
opositora al actual gobierno demócrata de Barack Obama.
¿Serán estos escándalos un peligro
para la credibilidad e imagen del Presidente Barack Obama? ¿Comenzará a ser visto
como un sucesor de las políticas de seguridad que tanto criticó a otros
gobiernos? Esto se responderá con el tiempo, empero, lo que sí es claro hoy día
es que este tipo de medidas refleja el Estado que George Orwell exterioriza en “1984”,
donde los derechos y las libertades individuales dependen y se delegan
constantemente a las agencias de inteligencia. Allí nos advertía sobre los
peligros del avance del Estado, delineando una visión de una vida exenta de libertad,
allí donde el individuo era sometido a la supervisión constante del “Gran
Hermano” –entiéndase, el Estado.
Ciertamente,
fueron los “Founding Fathers” quienes establecieron en Estados Unidos una
sociedad verdaderamente libre, donde la libertad individual fue la piedra
angular de este gran país –principios claramente resaltados y resucitados
durante la Administración del ex Presidente Ronald Reagan (1981-1989), quien
combatió al comunismo mediante ideas y “sin tirar una sola bala”. Sin embargo,
desde hace ya algunos años el país parece haber tomado otro sendero.
Hoy es momento de advertir que
desde hace décadas el “Gran Hermano” nos está observando, mientras debería ser
lo opuesto: los ciudadanos deberíamos vigilar al Estado. Así sucede que ante
tales gobiernos de gran tamaño, -tal como lo expresaba George Orwell en su
famoso escrito- “nada
termina siendo del individuo, a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro
de su cráneo”.
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