08 junio, 2013

Señales ominosas

por Manuel Hinds

Manuel Hinds es ex Ministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009).
El mundo no es lineal. Señales chiquitas pueden anunciar desastres grandes, como cuando una pequeña rajadura en una represa comienza a filtrar agua, dejando pasar cada vez más agua hasta que, de pronto, muy rápidamente, revienta en agujeros enormes que destruyen la presa. Las crisis financieras son similares. Explotan de pronto en medio de un ambiente aparentemente tranquilo. Muy frecuentemente la gente tiende a pensar que el desastre pasó de repente. En realidad, inicialmente el desastre pasó muy gradualmente, cuando el agua comenzó a erosionar la presa, poco a poco, y se volvió explosivo cuando la erosión ya había debilitado gravemente la pared de la presa. Igual pasa con las crisis económicas. No es que pasen de repente. Es que la gente no se da cuenta de la peligrosa erosión que está carcomiendo a la economía.

Actualmente estamos siendo testigos de un proceso de erosión económica y financiera a nivel mundial, generado por la creación desaforada de dinero y por los enormes déficits fiscales que se están dando en todos los países desarrollados, junto con la consecuencia inmediata de ambos: el aumento desmedido de la deuda. Como hasta ahora este caótico abuso monetario y fiscal no ha causado ninguno de los efectos normalmente asociados con ellos —las explosiones de inflación, las crisis monetarias, la bancarrota de países enteros— los que manejan estos países creen que están muy seguros, y creen que si la pared de la represa se comienza a debilitar tendrán mucho tiempo para corregir el curso y bajarle la presión a la pared. Pero, como en el caso de las represas, en las crisis económicas cuando se ve la primera rajadura ya es muy tarde. La explosión de agua no puede evitarse.
En los últimos años la gente se ha acostumbrado a vivir con tasas de interés muy bajas en todas las monedas, nacionales e internacionales. Mucha gente creerá que el único efecto de dichas tasas lo sienten los que depositan dinero o los que reciben préstamos. Pero la verdad es que el nivel de las tasas de interés es crucial para determinar el nivel de la actividad económica y para definir los sectores que van a crecer más que otros. Las bajas tasas de interés en EE.UU. y en los países Europeos han generado grandes niveles de demanda en sus mercados domésticos, que los han abierto a importar enormes cantidades de productos industriales, principal, pero no únicamente de China y otros países asiáticos. Estos países han importado materias primas para hacer los productos industriales que venden en EE.UU. y Europa, causando un gran boom de productos primarios en Latinoamérica. Este boom puede mantenerse siempre y cuando las tasas de interés se mantengan bajas y la demanda muy fuerte en Europa y EE.UU. Pero, ¿qué pasa si las tasas de interés comienzan a subir?
Primero, los precios de los productos primarios van a caer, con la misma lógica con la que han subido al bajar las tasas. Eso generará crisis en los países latinoamericanos que exportan productos primarios porque esas exportaciones caerán. Pero habrá otro efecto. Ahora estos países han recibido enormes influjos de capital porque las tasas de interés han estado bajas en los países desarrollados. Los inversionistas se han ido a Latinoamérica, que es más riesgosa, porque las tasas que reciben por sus inversiones son muy bajas en sus mercados desarrollados. Cuando las tasas suban en EE.UU., por ejemplo, y los bonos del Tesoro paguen tasas más atractivas, el capital que ha entrado a Latinoamérica va a irse de regreso a EE.UU. Lo mismo pasará con el capital europeo. Con menores ingresos de dólares por la reducción de las exportaciones, y con masivas salidas de capital por el regreso de este a sus orígenes, los países latinoamericanos van a experimentar enormes aumentos de tasas de interés, grandes devaluaciones y crisis financieras y económicas.
Esto pasará eventualmente. Los países no pueden endeudarse al infinito. Llega un momento en el que el pago de los intereses ya comienza a roer el hueso, forzando reducciones en otros gastos importantes para poder pagarlos. Los déficits fiscales van a tener que reducirse, la creación monetaria tendrá que detenerse. No sabemos cuando va a suceder esto. Pero podemos ver varias señales de que la pared está cediendo, que una rajadura podría estar ya apareciendo. Dentro de estas señales la más preocupante es el aumento en los rendimientos que los compradores esperan de los bonos del Tesoro de EE.UU. Este rendimiento subió durante mayo de 1,6 a 2,2 por ciento, a pesar de que el banco central (la Fed) ha seguido creando dólares a lo descosido para que las tasas no suban. Si las tasas de interés de los bonos de EE.UU. siguen subiendo, los inversionistas venderán sus bonos latinoamericanos para comprar los de EE.UU., y la salida de capitales será grave, y los precios de los productos primarios se desplomarán, y la crisis golpeará a los países latinoamericanos que exportan esos productos.
El Salvador será uno de los menos afectados porque no dependemos de los productos primarios. Pero será duro porque los vecinos a los que exportamos sí van a sufrir. Las inversiones en países dependientes de los productos primarios y de los ingresos de capital se volverán amargas.
Puede que esto no pase ahora. Pero pasará, y cuando pase, no diga que nadie se lo dijo.

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