Chávez ya no es ganancia en los barrios más pobres
Cuando Hugo Chávez ganó las elecciones de 1998, la artesana Mílvida Alcázar sintió que por fin había una esperanza en su vida.
Trabajó en todo lo que pudo de forma voluntaria y sin paga para apoyar la revolución, por considerar que Chávez era el único presidente que había mostrado preocupación por los pobres y los indígenas.
''Siempre voté por Chávez porque hablaba mucho de ayudar al pobre y, como yo soy pobre, vi una luz de esperanza'', afirmó Alcázar, cuyo padre es de la tribu warao, que aún sobrevive en Delta Amacuro, en el oriente del país.
Pero después de muchos años difíciles y varias desilusiones, Mílvida cambió radicalmente su fanático entusiasmo por el régimen chavista. En Mamera, el barrio marginal ubicado en los cerros del oeste de Caracas, Alcázar encarna ahora la típica historia del chavista desilusionado, que lucha abiertamente contra el proyecto socialista del comandante Chávez.
''No queremos un socialismo que nos quite el derecho de vivir libres'', dijo la artesana en una conversación entre vecinos.
Alcázar no oculta su intenso pasado revolucionario.
En el 2004, cuando ya vivía en la capital venezolana, estaba tan preocupada por la posibilidad de que Chávez perdiera el poder durante un referendo revocatorio que se ofreció como voluntaria en la Defensoría del Pueblo, en Caracas, ''para poner mi granito de arena''. Así, fue juramentada como patrullera de las Unidades de Batalla Electoral (UBE), un equipo escogido entre los chavistas más comprometidos.
''Mi trabajo era llevar gente a sacar la cédula e inscribirla en el REP [Registro Electoral Permanente]'', relató Alcázar.
Chávez ganó el referendo. Pero cuando el esposo de la humilde artesana, Juan Medina, la abandonó con siete hijos, a ella le pareció que lo más natural era buscar apoyo entre sus compañeros revolucionarios. La ayuda nunca llegó.
''Apenas estaba pidiendo una contribución de 100,000 bolívares [unos $46.50 al cambio oficial] a la alcaldía de Libertador'', señaló la mujer. Entonces vivía en un rancho de paredes de madera y techo de zinc situado en la parte alta de Mamera. ``No tenía capital para trabajar ni nada para comprarle comida a mis hijos. Sentí que me utilizaron y después nadie me conocía''.
En Mamera, cada vez son más los residentes que, como esta desencantada chavista, están mostrando abiertamente su desilusión con las propuestas radicales de Chávez, sobre todo después del referendo del pasado 2 de diciembre en el que fue derrotada la propuesta de reforma constitucional impulsada por el mandatario.
No se trata sólo de antiguos partidarios que se pasaron a la oposición, como Alcázar, sino también de chavistas que siguen siéndolo pero que ahora muestran sus desacuerdos.
''Soy chavista'', dijo Alfredo Sequera, de 38 años, un trabajador que vive en Mamera desde hace cuatro años e integra la reserva bolivariana. ``Pero ser chavista no es estar de acuerdo con toda la reforma. Hay muchas partes, muchos artículos que huelen feo''.
A Sequera le preocupaban los artículos sobre la reelección indefinida de Chávez y las amenazas contra la propiedad privada.
De acuerdo con los resultados oficiales del reciente referendo, Chávez perdió una parte importante del apoyo popular en el área metropolitana de Caracas, considerada un bastión histórico del chavismo y de la izquierda radical en Venezuela.
La derrota se replicó a lo largo de las 13 ciudades más importantes del país, donde reside una población marginal considerable que favorece al chavismo.
En Petare y Caricuao, dos de los mayores sectores populares del país, el sí a la reforma perdió con una diferencia de unos 20 puntos, un fenómeno que no sólo se explica por la abstención sino también por la creciente desilusión con el proyecto del ``socialismo del siglo XXI''.
Chávez todavía conserva un importante apoyo que en el referendo se tradujo en 4.3 millones de votos, equivalentes al 25 por ciento de un electorado con más de 16 millones de votantes. Aún controla un enorme poder político e institucional, y maneja prácticamente sin restricciones una gran cantidad de recursos financieros que, según expertos, va a volcar para recuperar el terreno perdido.
Pero analistas han dicho que la votación del 2 de diciembre abre un panorama inédito al país que puede haber roto la hegemonía chavista de casi nueve años: una dicotomía entre la población rural y la urbana.
''Chávez viene perdiendo las ciudades y concentrando sus fuerzas en áreas menos urbanas del país'', afirmó la analista política Carmen Beatriz Fernández.
La razón es sencilla: en las ciudades los problemas de escasez y de violencia son más agudos, y la gente está más informada y descontenta. En la provincia la situación es opuesta, detalló Fernández.
''Un segmento importante de los electores piensa que el proyecto chavista va a contrarreloj de los deseos de la gente'', declaró por su parte Oscar Schemel, experto en encuestas de la firma Hinterlaces que sostiene la tesis de que las aspiraciones actuales de los venezolanos de escasos recursos están centradas en salir de la pobreza y procurar una mejor vida, no en la construcción del socialismo.
Según Néstor Francia, un intelectual chavista que comenzó a criticar las inconsistencias del proceso desde el 2005, ``la revolución no se ha traído ni a uno más consigo. No suma, no convoca a esos decepcionados, no los atrae, no los enamora''.
En Mamera, la gente comparte estos mismos sentimientos.
''El señor [Chávez] ha hecho cosas buenas y malas'', dijo Alexander Peñaloza, un ferretero de 19 años que se confiesa un chavista comprometido. ``Pero queremos una Venezuela libre, donde no haya libretas de racionamiento como en Cuba''.
En el barrio, la vida no es fácil. No hay agua potable, ni drenaje, ni servicios de salud. Un centro médico atendido por cubanos colapsó pronto y quedó abandonado. La gente que vive en la parte alta de Mamera tiene que bajar más de un centenar de escalones para llegar al sector por donde transita el transporte colectivo. De allí deben hacerse conexiones con el metro o busetas del transporte urbano de la capital para llegar al trabajo. Salir y entrar al barrio puede tomar unas dos horas diarias.
''La vida es dura aquí'', sostuvo Ana Mercedes, una empleada de la alcaldía mayor de Caracas, bajo control del oficialismo. Ana, de 34 años y madre de tres hijos, no quiso dar a conocer su apellido porque piensa que podría perder su trabajo.
''No apoyé a Chávez. La mayoría no estaba de acuerdo con la reforma que iba a hacer'', afirmó la mujer, que llegó al barrio desde el estado Yaracuy y por primera vez en su vida asiste a la escuela gracias a la ayuda de Alcázar.
Pese a las críticas, otros muchos habitantes de Mamera reconocen los logros del gobierno de Chávez.
''Tiene buenas intenciones con la gente pobre. Ha cumplido con las madres del barrio'', expresó Rosana Reyes, un ama de casa cuya humilde residencia es la sede del comedor popular del sector, donde despacha 188 comidas diarias para los menores de edad y ancianos del barrio.
Aún así, Reyes se manifestó contra las pretensiones reeleccionarias del mandatario venezolano: ``No me gusta que el presidente se reelija para siempre. Los venezolanos estamos acostumbrados a que haya un presidente nuevo cada cinco o seis años''.
Jesús Torrelaba, un dirigente educativo y líder del proyecto Radar de los Barrios --que monitorea el panorama de las zonas populares en Caracas--, declaró que ``la adhesión acrítica y automática de la gente en los barrios frente a las propuestas del chavismo se acabó''.
''Entre 2005 y 2006, las protestas de los chavistas disculpaban al presidente y decían que Chávez estaba engañado por su entorno. Pero, luego de enero de este año, eso empieza a cambiar y algunas de esas protestas empezaron a implicar directamente la figura del presidente'', acotó Torrealba.
El activista comunitario afirmó que ya se ha producido un quiebre de los ''nudos afectivos entre el pueblo llano y la figura de Chávez'', al punto de que ``los habitantes de los barrios, incluyendo los chavistas, ya no son incondicionales y no creo que vuelvan a serlo''.
''Chávez va a tener que buscarse otro pueblo, porque el pueblo ya comenzó a buscar otro gobierno'', dijo por su parte, en una entrevista reciente, el ex guerrillero Douglas Bravo, líder de la organización izquierdista Tercer Camino. Según el dirigente, en Venezuela ``el pueblo actúa emocionalmente, se enamora y se desenamora. Y en ambos casos es radical''.
Para algunos analistas, el descontento de los chavistas podría profundizarse si Chávez se empeña en imponer su reforma a toda costa, pese al revés que sufrió en el referendo.
Luis Vicente León, director de la encuestadora Datanálisis, escribió: ``Si
tienes una novia brava porque le hiciste una propuesta indecente, la peor estrategia para reconquistarla es gritarle a su balcón que quiera
o no quiera, tarde o temprano, por las buenas o por las malas, vas a hacer lo que tú quieras''.
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