30 diciembre, 2007

La relación entre los mexicanos que viven a ambos lados de la frontera nunca ha sido fácil, con periodos de altas y bajas, de encuentros y desencuentros. De esta relación escribe María Luisa Arredondo cada semana en “Enlace”. Ganadora del premio 'John Swett Awards', 2004, otorgado por la CTA por la serie "Escuelas y segregación" y del Premio Frank del Olmo de la National Association of Hispanic Journalists (NAHJ).




Medidas desesperadas

María Luisa Arredondo

El gobierno del presidente Felipe Calderón empieza a dar muestras no sólo de angustia, sino de total desesperación ante el clima de acoso y encono que se ha desatado contra los mexicanos indocumentados de este lado de la frontera.

A diferencia de hace unos meses, cuando ni siquiera por equivocación trataba el tema migratorio, ahora el mandatario está muy activo haciendo declaraciones a diestra y siniestra sobre lo que hará ante los abusos y deportaciones masivas de sus paisanos. Lo que muchos nos preguntamos es qué tan efectivas serán estas acciones puesto que —hasta ahora— parecen más bien esfuerzos aislados y promesas de un candidato en campaña.

Hace unas semanas, por ejemplo, hizo un llamado a los aspirantes a la Presidencia de este país para que dejaran de usar a los mexicanos como si fuesen los causantes de los problemas económicos y sociales que enfrenta EU con el único objetivo de ganar simpatías electorales. Sobra decir que el llamado de Calderón lo único que despertó aquí fueron sonrisas, por cierto no exentas de ironía.

Después de este fracaso, Calderón convocó al cuerpo diplomático acreditado en EU para que emprendiera una cruzada dirigida a limpiar la imagen de los mexicanos. Entre las acciones a tomar mencionó acudir a los medios de comunicación no sólo en español, sino en inglés para presentar las aportaciones de estos inmigrantes a la economía de este país. Si bien la idea es buena, no me imagino a Lou Dobbs, por citar a uno de los que encabezan con mayor beligerancia el movimiento antiinmigrante en la televisión, recibiendo a uno de los cónsules de México para hablar sobre las bondades de los indocumentados.

Otra de las medidas ideadas por Calderón y su equipo fue empezar a tomar acciones legales contra las arbitrariedades cometidas por las autoridades de EU hacia los mexicanos. Para ello se necesita, sin embargo, destinar amplios recursos económicos, con los que hasta ahora no se cuenta, a fin de contratar abogados de primera que puedan ganar esas batallas jurídicas.

El pasado 18 de diciembre, durante la conmemoración del Día Internacional del Migrante, Calderón anunció un plan para asistir a los mexicanos deportados de EU llamado Repatriación Humana. El proyecto, que se implementará en la frontera a partir de 2008, consistirá en dar techo, alimentos, atención médica, e incluso una oferta de trabajo temporal a quienes sean repatriados.

"En este México que estamos construyendo todos tienen un lugar y todos los que regresan volverán tenerlo", dijo Calderón al anunciar el plan.

Nuevamente la idea del programa y el discurso del mandatario suenan muy bien. Los problemas empiezan cuándo se analiza qué tan viable resulta el proyecto, sobre todo si se considera que no se trata de dar asistencia a unos cuantos. Se estima que tan sólo para el primer semestre de 2008 un millón de mexicanos serán repatriados.

La situación, como se ve, no se vislumbra nada fácil. Y lo más preocupante es que Calderón, hasta ahora, no ha hablado de lo principal: qué hará para darle empleo permanente a todos los que están regresando.

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