Liberar tres secuestrados resulta vitrina de lujo para las FARC
Siete gobiernos como garantes, una flotilla de aeronaves venezolanas y cientos de periodistas de orígenes diversos: el despliegue mediático y logístico para la entrega de tres rehenes le dio a la guerrilla colombiana de las FARC una vitrina de lujo.
Desde febrero del 2002, cuando se rompió el proceso de paz en con el gobierno del conservador Andrés Pastrana, el grupo no concentraba tanta atención como en esta oportunidad en que se dispone a liberar a tres rehenes.
Ellos son la ex candidata a la vicepresidencia Clara Rojas, su hijo Emmanuel --nacido en la selva hace tres años-- y la ex congresista Consuelo González.
Semejante interés tiene varias explicaciones, entre las cuales la increíble historia del niño --fruto de una relación consentida de Rojas con un guerrillero raso--, el hecho de que sea la primera liberación unilateral de secuestrados en un lustro y el papel protagónico del presidente venezolano Hugo Chávez.
Rojas, por lo demás, es un referente clave de la ex candidata presidencial colombo-francesa Ingrid Betancourt --emblema de la crisis de los rehenes--, con quien fue retenida el 23 de febrero del 2002 cuando hacían campaña.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas) anunciaron la liberación como un ''desagravio'' a Chávez por la decisión del presidente colombiano, Alvaro Uribe, de cesarlo como mediador para un canje de al menos 45 secuestrados por 500 guerrilleros presos, a finales de noviembre.
Paradójicamente, Uribe tomó esa determinación fastidiado por el protagonismo que su homólogo daba a un grupo que él y Estados Unidos consideran terrorista, lo que desató la peor crisis diplomática en años entre Colombia y Venezuela.
Chávez dijo haber acordado la logística de la misión humanitaria con las FARC y la anunció el miércoles, recibiendo de inmediato el aval del gobierno colombiano, que quedó relegado al papel de facilitador y casi de notario público.
Originalmente, el gobernante bautizó el procedimiento ''operación transparencia'', pero conforme subió la espuma pasó a llamarlo ``Emmanuel''.
El plan dispuso la conformación de una veeduría con delegados de los gobiernos de Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Ecuador, Francia y Suiza, y el desplazamiento a la ciudad colombiana de Villavicencio de cinco aeronaves venezolanas: dos helicópteros MI-172 rusos y tres aviones Falcon-90.
A los garantes, que están desde el sábado en esta ciudad (95 km al este de Bogotá), se sumó el cineasta estadounidense Oliver Stone, por invitación de Chávez, y quien prepara un documental sobre América Latina.
Bogotá sólo puso como condición que las naves llevaran los emblemas del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) --que coordina el operativo--, argumentando requisitos ``constitucionales''.
Pero la flotilla no fue suficiente y Uribe debió autorizar el ingreso ayer domingo de otros dos helicópteros Bell --más pequeños que los rusos-- y otro avión Falcón-50.
Los helicópteros, según la fórmula Chávez-FARC, son los encargados de recoger a los cautivos en un lugar no revelado del sureste colombiano, para llevarlos a Venezuela donde esperan sus familias.
Mientras la expectativa, alimentada por la demora del operativo, convoca diariamente a más reporteros de diferentes países: en Villavicencio hay unos 180 y a ellos se añaden los que aguardan en Venezuela.
Esta situación evoca la advertencia de analistas cuando, eufórico, Uribe anunció a finales de agosto la mediación de Chávez, en el sentido de que ésta le podría salir más costosa que el retiro temporal de tropas de dos municipios que exigen las FARC para negociar el canje.
''Las FARC están jugando al escenario internacional, porque el factor que está modificando cosas en Colombia es la internacionalización'', advirtió el ex ministro
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