Aprendiendo de la globalización
Una de las palabras del cambio de un milenio a otro ha sido la “globalización”, pero las múltiples definiciones que se pueden hallar no agotan el fenómeno, que además goza de muy mala prensa entre la opinión pública, habida cuenta de la existencia de un supuesto movimiento “antiglobalización”.
Parece que cuanto lleve el marchamo "global" ha de ser malo por naturaleza, y sin embargo eso es sólo aparentemente. Aparte de las debilidades y problemas intrínsecos al fenómeno global, hay que saber acercarse a las fortalezas que aquél brinda con una mentalidad prospectiva y proactiva: ésa es la clave del tiempo presente.
Para que estas letras no resulten un tanto enigmáticas, hay un ejemplo que nos brinda la Economía actual, y que tal vez suponga una gran oportunidad de futuro, y está en el sector de la energía.
China necesita energía para seguir produciendo. Hasta ahora, dicho país está siendo el quebradero de cabeza de un montón de economías nacionales y de grandes y pequeñas empresas por todo el mundo, pero también puede ser una baza para salir de la crisis. Es difícil saber hasta dónde llegará el empuje del gigante asiático, pero todos los especialistas coinciden en que su marcha triunfal no ha hecho más que comenzar. Ante eso, lo que Occidente puede hacer es aprovechar lo que de bueno pueda tener ese empuje, dentro de lo cual, hoy podemos escoger la voracidad de China por alimentar su máquina productiva con la energía de la que es deficitaria.
La potencia asiática basa su fuerza en la producción masiva de toda clase de manufacturas y como Japón, tiene su talón de Aquiles en la falta de recursos energéticos y ciertas materias primas. Eso es lo que ha hecho que China haya sido un buen socio comercial para la América Hispana, y ya no se hable tanto de crisis en países como Argentina o esa pequeña joya entre dos colosos que es Uruguay.
El ejemplo de aquellos nos debe servir para que España no se duerma en medio de su crisis y piense que China no va a ser sólo un área donde deslocalizar masivamente su industria, o una zona de la que proceden importaciones masivas de productos baratos y de ínfima calidad. China es un consumidor masivo de carbón tanto por su uso directo como para su futura conversión en hidrocarburos derivados del mismo [1].
La economía del nuevo imperio asiático precisa ingentes cantidades de petróleo de Rusia, Venezuela o Irán o bien su sustitución mediante fuentes de energía alternativas, la nuclear entre ellas. Esta última es muy importante de cara al futuro, pensando en la aversión que genera el crudo, con unos precios al alza en medio de una crisis energética mundial. España, sin embargo, ha tenido desde los años ochenta una torpe e irresponsable política energética, que ha lastrado la Economía nacional de un modo lamentabilísimo. Por lo tanto, y habida cuenta de la dificultad suma en deshacer el error, sí cabe pensar en que España suministre tecnología para la energía solar y fotovoltaica, como aerogeneradores, siendo que la infraestructura en estos campos llega en el país ibérico a unas cotas de desarrollo muy satisfactorias. Lo mismo cabe decir de la experiencia española en la creación de infraestructuras hidroeléctricas, muy útiles dado que en China se está construyendo aún la presa de “Las Tres Gargantas” y hay decenas más de futuribles proyectos en dicho subsector.
No obstante, existe otra posibilidad que ya hemos esbozado más arriba, y que entendemos que nadie ha planteado todavía plenamente. El carbón de asturiano y leonés (y palentino) podría volver a ser rentable, y ello dentro de la consideración de usos alternativos que lo pueden convertir en una “energía limpia”. Los municipios de Ponferrada (donde el CIEMAT [2] está desarrollando un laboratorio que investiga sobre el particular), Villablino, Mieres o Barruelo de Santullán así como sus áreas de influencia, podrán salir del marasmo económico en el que les sumió la falta de competitividad y crisis del carbón de hace dos décadas. Ahora se plantea la vuelta al carbón como una razonable y ecológica alternativa de consumo interno, pero mirando al futuro hay que apostar por la demanda masiva que China puede hacer, y que sin duda, supone una contraparte a la queja de que, desde el sol naciente, se invaden nuestros mercados con graves daños económicos y sociales para Occidente.
¿Sabremos aprovechar la ocasión?
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