Diplomacia y cooperación: las lecciones que dejó el conflicto entre Colombia y Ecuador
A una semana de la disputa entre Bogotá y Quito, analistas explicaron a AméricaEconomía.com el actual escenario regional y las conclusiones que dejó.
Los protagonistas del conflicto
La pasada Cumbre de Río, realizada en República Dominicana, será recordada quizás como uno de los episodios más tensos de la historia política reciente en Latinoamérica. El enfrentamiento verbal entre el rey Juan Carlos de España y su mítico “por qué no te callas” al venezolano Hugo Chávez, fue ampliamente superado por la movilización de tropas y el duro cruce entre los mandatarios en conflicto.
La violación de soberanía por parte de Colombia al territorio ecuatoriano estuvo ad portas de sobrepasar lo verbal debido a decisiones políticas que radicalizaron el conflicto, en lugar de apaciguarlo. “Si se superó el pico de tensión fue por la omnipresencia de la experimentada diplomacia brasileña”, dice Claudio Fantini, politólogo argentino en entrevista con AméricaEconomía.com.
El académico le da absoluto crédito a la sigilosa acción de la cancillería encabezada por Celso Amorin, quien apenas estalló el conflicto se puso en contacto con sus socios en estas materias: Chile y México. Estos tres países, en conjunto con la Organización de Estados Americanos (OEA), condujeron el conflicto hacia los canales diplomáticos que correspondían.
Lula, Bachelet y Calderón lideran el bloque de los países moderados, gobiernos que buscan apoyar procesos democráticos sostenibles en el tiempo, alejándose de la exacerbación de los nacionalismos.
La ubicación geopolítica respecto de la influencia estadounidense los coloca en una relativa independencia, debido a que “este bloque no está al servicio de los intereses de Washington de George Bush”, señaló Fantini. De hecho, cuando Chile tuvo que votar en contra de la guerra en Iraq, lo hizo en medio de la negociación de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.
Moderados y radicales
Para Marco Moreno, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), “la correlación de fuerzas se sigue manteniendo de la misma forma”, debido a que en el otro extremo se sitúan Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Bolivia. Países que se ubican fuera de la órbita de influencia de Estados Unidos y absolutamente contrarios a las políticas de la Casa Blanca.
Precisamente la estrategia diplomática del grupo moderado fue poner paños fríos ante acciones beligerantes, como el movimiento de tropas y el retiro de los embajadores venezolanos o directamente la ruptura de relaciones de Nicaragua con Colombia, acciones que por lo demás buscaban aislar a Colombia, logrando relativo éxito.
“Los países de la región condenaron la acción militar de Colombia debido a la violación de soberanía, sin embargo no mostraron la misma energía ante la intervención de Ecuador y Venezuela en materias que son de absoluta incumbencia de Bogotá”, señaló Moreno, de Flacso.
Tema aparte es la participación de Argentina, quien a juicio de Fantini, mantuvo una postura equidistante de los países en conflicto, quizás por tener intereses económicos (el bono del sur) y energéticos con Venezuela, alineado con Quito, pero además participando con el grupo moderado en la búsqueda de una solución pacífica a la disputa.
La agenda pendiente
A pesar de que el conflicto aún no está zanjado, como señaló el secretario general de la OEA, José Miguel Insulsa, es posible trabajar en tareas en que la región está en deuda.
Según Moreno, “no existen herramientas multilaterales para combatir al terrorismo”. Colombia está relativamente sola en esta tarea y Uribe está pagando el costo político que tiene perseguir y exterminar a la guerrilla financiada por el narcotráfico. Quizás la única recompensa para él sea tener el más alto índice de popularidad en la historia política de Colombia, un 82%, según una encuesta de Gallup.
“La región debe trabajar en materia de cooperación para hacer frente al terrorismo”, dice Moreno. “Para ello hay que seguir el modelo de Europa, quien está alineado con España para terminar con ETA”.
El terrorismo es una amenaza para la región y sólo la cooperación multilateral podrá evitar que se legitimen prácticas que atentan contra los canales democráticos que tanto ha costado posicionar en América Latina.
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