09 abril, 2008

Blair, la religión y Europa
El ex primer ministro británico acaba de pronunciar una conferencia en la Catedral de Westminster sobre la religión en el mundo globalizado. Sirva de excusa para una reflexión sobre la fe y Europa.
Blair comienza su exposición explicando que su idea central es buscar el entendimiento entre las distintas confesiones como mecanismo para promover una comprensión entre los países y poderes integrantes del planeta. En su Web oficial, junto con el vídeo de la intervención y su texto aparecen al menos tres iniciativas relativas al cambio climático. Ya esto debería ser motivo para sospechar.
Cita en sus palabras preliminares, a modo de justificación de lo que expresa a continuación, unas palabras de su entonces portavoz Allastair Campbell, quien dijo en una ocasión: We don’t do God. No hablamos de Dios, se entiende, en el tráfico normal de los asuntos públicos, los dirigentes no lo traen a colación. Explica Blair porqué esto es así.
En nuestra cultura, aquí en Inglaterra, y en muchos otros lugares de Europa, admitir que se tiene fe lleva a toda una serie de suposiciones, ninguna de las cuales es de gran ayuda para un político en activo.
En primer lugar, parece raro. No se supone que la gente normal, se ocupe de Dios.
En segundo lugar, hay una presunción de que antes de tomar una decisión, te embarcas en una especie de discusión sectaria con tu religión (…) la gente asume que tu religión te hace actuar, como líder, a la orden de una deidad inescrutable, libre de las ataduras de la razón, más que de acuerdo con ella.
En tercer lugar, quiere imponer su fe religiosa a los demás.
En cuarto lugar, se cree usted mejor que el prójimo.
Por fin, lo peor de todo, intenta usted de alguna manera mesiánica implicar a su Dios para que le otorgue legitimidad a su política.
Así que, aclara, cuando Campbell dijo aquello, lo que quería decir no es que los políticos no deberían tener fe, sino simplemente que es un problemón hablar de ella.
Ciertamente, desde luego en Europa y convendría preguntarse por qué. Esas suposiciones tan bien identificadas por Blair son un dato a tener en cuenta por el que se presenta a unas elecciones, o por el que las gana y pretende hacer lo mismo en las siguientes.
Blair cree que una razón es que se considera a la religión como un estadio inferior de la evolución que desaparecerá y pone el ejemplo del semanario The Economist que por lo visto le escribió un obituario a Dios en 2000, en su edición – llamada – del milenio. Todo ello muy en la línea de un pasado reciente, a la vuelta del mayo del 68, en que se podía decir:
Dios ha muerto, el hombre ha muerto y yo mismo, no me encuentro nada bien.
Porque uno de los problemas cuando se decreta la muerte de Dios, con independencia de las razones que lleven a ello, es que al final no queda ni el apuntador.
Hablando de desapariciones físicas, el discurso llega a los momentos cruciales del siglo XX:
…recordemos por un momento los males del siglo XX cometidos pretendiendo hacer progresar la ideología política: el fascismo y el holocausto; el comunismo y los millones de víctimas de Stalin. Recordemos cómo la defensa heroica frente a esos males procedió a menudo de hombres y mujeres de fe.
Tan a menudo, que casi exclusivamente. Y tan casi exclusivamente que precisamente la defensa se hizo contra aquellos que se debatían entre la promoción de los panteones paganos de las deidades nórdicas y la aniquilación de la religión como el opio del pueblo.
Enlaza entonces Blair con las bondades que puede presentar la religión, en general, a la humanidad. Para compensar, presenta las facetas malignas que se le pueden atribuir. Distingue dos.
Por de pronto el extremismo religioso. Hay una mención especial a AlQaeda, pero Blair se refiere igualmente a todo tipo de extremismo. Hace una especie de multiculturalismo del extremismo. Algo similar hizo la periodista de la CNN Christianne Annanpour hace algún tiempo equiparando sin rubor a los radicales islamistas que asesinan en atentados reiterados con señores de barbas largas y vestidos de negro, con gente que se manifiesta a favor de asentamientos en Cisjordania, con personas que cantan ensimismadas y con los que protestan ante clínicas abortistas. Se parecía enormemente a comparar a los terroristas con sus víctimas. Obviamente la intención de Blair no es la misma, aunque cabe preguntarse por el resultado.
Para culminar la cosa, la otra faceta negativa sería el rechazo al descubrimiento científico, para lo que viene estupendamente citar el manido caso de Galileo y la Iglesia Católica. Da la casualidad de que un religioso español, fundador de una orden dedicada a la enseñanza, en principio de los más pobres, se encontraba por aquellos tiempos del siglo XVII en Roma y no sólo gozó de la amistad de Galileo sino que le ofreció protección. No le es exigible a Blair saber historias de santos españoles, pues de San José de Calasanz se trata, pero esto es lo que por aquí llamamos no saber de la Misa la media.
Por fin, la conclusión de Blair es que el mundo se divide hoy antes que entre izquierda y derecha – que se de un paseo por España – entre aquellos que favorecen la apertura y los que la rechazan. Por ello, entre los que la favorecen deben estar las personas de fe que al unirse con sus homólogos de otras religiones, a través de su Fundación, promoverán el diálogo y el entendimiento.
También dedica Blair palabras a los secularistas militantes llenas de perspicacia.
Pero una cosa que no hace en una Catedral católica es citar ni una sola vez a Cristo.
Mientras Blair, con su poder de persuasión y su encantadora elocuencia, demostraba valerosamente cómo un político europeo puede hablar de Dios con sentido, probaba igualmente que el público al que se dirige no está para mucho más, y acaso, esté para mucho menos. Esa es la razón por la cual, probablemente, la charla promete más de lo que ofrece.
Igual que su hombre de prensa dijo We don’t do God, parece que quien no se ocupa de Dios es el hombre europeo en general y por tanto hay que hacérselo pasar con azucarillo. Pero esa situación ya la ha conocido Europa y no ha salido bien, y siguiendo el afán por lo coloquial de los asesores de Blair, podría decir: been there, done that,…. Ya hemos pasado por ahí.
Precisamente porque esta puesta de Dios a disposición de los mortales no vaya a ser que se asusten, ya se ha experimentado con tristes resultados, se puede proponer otra actitud, que aunque sea dar un paso más bien drástico – poner a los mortales a disposición de Dios – es más acorde con el significado de la religión y es la única que, desde una perspectiva de fe, puede proporcionar los frutos que Blair cree caerán milagrosamente del árbol de su fundación.
Izquierda o derecha, cerrazón o apertura. Es difícil dar con las palabras adecuadas, pero una cosa es cierta, el progresismo secular, cada vez más militante – comprometido, dirá; engagé, decía – se funda en Occidente con una intención deliberadamente hostil hacia la religión, y muy en particular hacia las religiones de Occidente, en primer término la cristiana – católica o no –. Es lo que en su día el neoconservadurismo americano, por la boca del judío Irving Kristol, llamó cortésmente la esterilidad del humanismo secular. La razón de esa actitud, posiblemente, como él mismo dijo
Es el declinar de las creencias religiosas en los últimos cincuenta años el que ha acrecentado la erosión de las virtudes burguesas y el surgimiento del intelectual contradictorio.
He aquí otro mensaje premonitorio de Kristol, en 1979, que Blair no ha escuchado:
Decidles a los jóvenes que el mensaje de la iglesia (católica) es vestirse con una túnica, derramarse cenizas y caminar descalzos hasta Roma y lo harán. La iglesia eligió el camino equivocado. Fue hacia el modernismo en el preciso instante en el que estaba siendo cuestionado, cuando el impulso gnóstico secular estaba ya en proceso de disolución.
Por lo que resultan aún más chocantes, unas palabras de Blair tratando de alabar el bien hecho por los hombres de fe:
Piensen en Gandhi, en los radicales y valientes sacerdotes de Sudamérica…
Sólo cabe responder:
Been there, done that…
Con otras palabras, en referencia a su deformación en militancia delicadamente excluyente, Kristol escribía en 1991:
Existe una cosa llamada humanismo secular… (Enseña que) el universo está despojado de todo significado trascendental, que carece de una teleología inherente y que la humanidad tiene en su poder comprender los fenómenos naturales, controlarlos y manipularlos para mejorar la condición humana. (Pero esa perspectiva ahora ha empezado) a derrumbarse… El humanismo secular está en encefalograma plano, aunque su corazón siga bombeando energía en todas nuestras instituciones.
Que uno de los políticos más acertados, valientes y elocuentes de Europa no haya sido capaz de decir algo así dentro de una catedral católica da la medida del auténtico estado de la situación. ¿Promover la comprensión es lo mismo que disimular las convicciones? A lo mejor, pero ya hemos estado ahí.
Been there, done that…

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